Hablo con muchas personas, muy diversas, y no deja de llamarme profundamente la atención el enfado en circunstancias de sus vidas donde cada vez les va mejor”

OPINIÓN. Charlas con Nadie

Por Manuel Camas
. Abogado

20/02/24.
Opinión. El conocido abogado Manuel Camas escribe su colaboración para EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com sobre el enfado y lo contrario, el reconciliar: “Me llama la atención no obstante el grado del enfado, en muchas ocasiones se eleva a la categoría de cabreo, cólera e indignación, a veces incluso llega a berrinche y, depende de quien se encuentre enfrente, a la bronca...

...Me llama la atención, me cuesta encontrar la justificación”.

Enfado

De lo que pretendo hablar en este artículo es precisamente del antónimo de enfado, me gustaría charlar con Nadie de todo lo contrario, del desenfado, de reconciliar, contentar, desenfadar, aplacar.


Desgraciadamente atrae más el enfado que el desenfado. El hastío se ha impuesto como una sensación generalizada. Según una encuesta mundial, con más 122.000 personas preguntadas, un 20% de los empleados afirma sentir enfado a diario en el trabajo y solo un 10% se declara comprometido con su empresa. La sección de Economía del País comentaba esa encuesta y titulaba: Estresados y enfadados: 9 de cada 10 españoles no se sienten comprometidos con su trabajo.

Si sacamos el tema del ámbito puramente laboral, los psicólogos dicen que el enfado nos ayuda a conseguir objetivos, superar la adversidad o enfrentarnos a la injusticia. Leo un titular de El Confidencial que dice: España no se rompe, se enfada; pero no sé si sería más adecuado decir: España sigue enfadada.

Imagino que son parte de las habilidades evolutivas del ser humano, siempre alerta, pendiente a los peligros, buscando motivos de los que preocuparse para así anticiparse a lo que hipotéticamente pueda hacernos daño. Sin embargo, la psiquiatra Marian Rojas afirmaba en la Universidad de Navarra que el 90% de las cosas que no preocupan jamás suceden. Winston Churchill, en una frase que ahora no encuentro para trascribir con exactitud, ligaba eso a su propia felicidad, manifestando que, si no se hubiese preocupado de tantas cosas por las que finalmente no había motivo, habría sido muy feliz.


Me llama la atención no obstante el grado del enfado, en muchas ocasiones se eleva a la categoría de cabreo, cólera e indignación, a veces incluso llega a berrinche y, depende de quien se encuentre enfrente, a la bronca. Me llama la atención, me cuesta encontrar la justificación.

El Instituto Nacional de Estadística publica anualmente un indicador multidimensional de calidad de vida que fijó en 100 en 2008, antes de que la crisis se percibiese, ahora está aún mejor, casi en 102. Tiene en cuenta el entorno y el medioambiente, la salud, la seguridad física y personal, el trabajo, la educación, las condiciones materiales de vida, el ocio y relaciones sociales, la gobernanza y los derechos básicos, la experiencia general de vida. Desde 2013 no ha parado de crecer, salvo la perturbación de la pandemia.

En la evaluación del sentido y propósito de la vida, visto comparativamente por comunidades autónomas, Andalucía está muy arriba, una puntuación de 77, aunque nos superan Valencia 78, Baleares 78, Murcia 82, y me sorprende que gana Ceuta, 85 puntos. El peor resultado se lo lleva Galicia, 69, Castilla-León 70 y Madrid 73. Una conclusión fácil es, ¡viva el Mediterráneo! No obstante, hay que añadir que, si hacemos la media con todos los indicadores, el mejor índice lo arroja Navarra y el peor Andalucía.

Hablo con muchas personas, muy diversas, y no deja de llamarme profundamente la atención el enfado en circunstancias de sus vidas donde cada vez les va mejor. Onda Cero hace público un trabajo de la fundación Mutua Madrileña y la Confederación Española de salud mental, según el cual el estado emocional de la población española es pesimista, el 57% se siente preocupado, temeroso, deprimido o triste; el informe constata un deterioro del estado emocional en los últimos años.

Cómo estás: mal, cómo voy a estar, es lo que siempre me contesta un buen amigo. Mi abuela, por pura superstición, cada Noche Vieja advertía que sería su último año, durante muchos años, de esa manera conjuraba la posibilidad de morir. Creo que para muchos el enfado es supersticioso, vaya a reconocer que estoy bien y entonces me vaya mal.

El Eurobarómetro de la Comisión Europea nos pone ante nuestras contradicciones: el 77% de los españoles valora la situación económica del país como mala, sin embargo el 70% valora como positiva la situación financiera de sus hogares.

Pues que me lo expliquen, cabreados, aunque nos vaya bien, enfadados por si las moscas.

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