27/03/13. OPINIÓN. Hay artículos como este que sólo pueden escribirse desde la rabia, la impotencia y la náusea porque definen a nuestros gobernantes como personas carentes de los más mínimos escrúpulos, revestidos de impunidad y acostumbrados a faltar al respeto a sus gobernados. Lo ocurrido con la exconcejala Mercedes González es una burla, un comportamiento mafioso, hipócrita y repulsivo. Opina EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com.
MERCEDES González de Merlo llevaba trabajando en el Consistorio 16 años, desde 1997, cuando terminó sus estudios. No se le conocía otro oficio en el sector privado y estaba en proceso de separación. Es militante activa del partido, del PP de Bendodo, única empresa a la que se debe.
ES inútil plantear la dimisión como un debate ético, es solo política, advertía el columnista de Sur, Teodoro León el pasado 14 de marzo. No le faltaba razón, la faltaba el segundo capítulo. La dirigente popular ha sido recolocada en la Diputación por el mismo partido que la colocó en el Ayuntamiento. El cese no era más que una burda maniobra de distracción.
NO es éste un caso nuevo, ni aislado. Al concejal Manuel Marmolejo le pillaron en 2009 dando docenas y docenas de contratos municipales a la empresa de su cuñado y su dimisión también fue una farsa. No dejó de acudir y trabajar en la sede del Partido Popular, entonces en calle Salvago, y a las pocas semanas fue recolocado también en la Diputación. Hoy dirige el Consorcio Provincial de Bomberos.
EL comportamiento es mafioso porque imita a las familias que no dejan caer a uno de los suyos, aunque le obliguen hacer gestos de cara a la galería. Es una burla porque ridiculiza la dimisión y engaña a los ciudadanos. La maniobra se hace además con todo el secretismo que la algarabía de la Semana Santa ayuda a disimular, y con la pantalla de una miniremodelación del gobierno local. Lo ocurrido es repulsivo porque confirma la ausencia de cualquier parámetro ético o moral en el PP de Málaga. En una Diputación en la que su presidente Elías Bendodo quiere cerrar una guardería por criterios económicos -inciertos- no muestra la disposición para ahorrar siempre que se trate de contratar ‘a uno de los suyos’. En medio de una gravísima coyuntura económica, este es un fichaje a dedo insultante, y repulsivo, y no hace sino aumentar la rabia y el desprecio que muchos ciudadanos sienten -sentimos- cuando vemos que todo vale, que nada les importa, que se siguen sintiendo impunes.