OPINIÓN. Aviso para caminantes. Por Alfredo Rubio
Profesor de Geografía de la Universidad de Málaga

alfredo_rubio_g.jpg18/07/11. Opinión. “He tardado mucho en escribir unas líneas sobre todos estos acontecimientos. Pensé que era un momento para estar, ser parte, no analizar ni escribir, seguir aprendiendo y dejarse llevar. Ahora escribo estas reflexiones sobre lo que creo que es un proceso que ha roto...
OPINIÓN. Aviso para caminantes. Por Alfredo Rubio
Profesor de Geografía de la Universidad de Málaga

alfredo_rubio_g.jpg18/07/11. Opinión. “He tardado mucho en escribir unas líneas sobre todos estos acontecimientos. Pensé que era un momento para estar, ser parte, no analizar ni escribir, seguir aprendiendo y dejarse llevar. Ahora escribo estas reflexiones sobre lo que creo que es un proceso que ha roto con los márgenes estrechos que fueron establecidos por la transición. Carecen de cualquier pretensión. Saludo este ir a construir la plaza pública. Me siento perroflauta, indignado, antisistema, (bio)lento. Como síntesis me quedo con lo que dijo una acampada en Sol: ‘ya no se trata de tomar la calle, sino de crear la plaza”. Una colaboración de Alfredo Rubio en EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com centrada en el 15-M.

Lo inesperado: 15-M

NADIE que se precie ha dejado de opinar sobre el movimiento 15-M. Parece una obligación decir algo y no quedar mal. Las posiciones han oscilado entre la mirada benevolente y del supuesto acuerdo (“estos chicos”), casi siempre de aquellos implicados hasta las cejas en la aceptación sumisa de la marcha de las cosas y en la creación de sentido, y las acusaciones de la derecha y la ultraderecha que, inicialmente, los saludó y terminó por convertirlos en perroflautas. Todos manifestaban acuerdo con la mayoría de sus reivindicaciones. Antes pocos hablaban de las cuestiones que se han puesto a la vista en el espacio público.

ALGUIEN ha escrito en estas páginas algo parecido a nada que decir si no se ha estado antes en un centro social ocupado. “Hablo de gentes, en fin, que se autoatribuyen la conciencia de la izquierda y que estiman que no podríamos pasar sin el socorro de sus declaraciones y manifiestos” (Carlos Taibo: 08.07/11). No es mi caso. Tampoco voy a teorizar aquí y ahora, aunque en Aviso para caminantes he venido poniendo sobre la mesa ciertas cuestiones desde hace tiempo.

RECUERDO que nadie prestó atención a la convocatoria de manifestación del 15-M. Claro es, me refiero a los medios de creación de sentido y de producción de confusión. Pero surgió lo inesperado y cientos de miles en muchas ciudades españolas fueron a la calle y gritaban consignas inasimilables. Muchos eran y son jóvenes. En los días previos algunos estudiantes confeccionaban pancartas en el suelo de la Facultad de Filosofía y Letras. Hacía mucho tiempo que algo así no sucedía, aunque tampoco le di mayor importancia. Sin embargo, en la parada del autobús había algunos carteles convocando y los estudiantes hablaban entre ellos de la manifestación. Después sucedieron los acontecimientos que conocemos y la ocupación de muchas plazas en las ciudades y pueblos.

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EL proceso electoral, como siempre cansino y aburrido, quedó en un segundo plano ante la sorpresa provocada por este acontecimiento. Las demandas no eran radicales en su apariencia más superficial. En lo fundamental, ampliar, profundizar, mejorar la democracia. Algunos consideran que la democracia formal tal y como hoy la conocemos es una forma pura sin historia. Creo que están en un error: olvidan que sólo podían votar aquellos que tenían unas rentas determinadas; las luchas por el derecho al voto de los sin renta (el proletariado), de las mujeres, de los jóvenes... Ocultan que votar no es proporcionar un cheque en blanco a nadie. Consideran que los programas electorales no son un contrato con los ciudadanos y, por tanto, pueden incumplirse a voluntad. No tienen en cuenta que estructuras no democráticas y opacas carecen de legitimidad. La crisis de legitimidad de los representantes estaba anunciada por las sucesivas encuestas. Los políticos son percibidos por la sociedad como un problema importante, es decir, son parte de los problemas y no su solución. De ahí, ciertas demandas sobre una nueva Ley de Partidos Políticos y la reforma de la Ley Electoral y otras muchas cuestiones que tienen que ver con la participación.

POR tanto, aunque no es posible comprender el movimiento al margen de la complejidad de su composición, parece evidente que, al margen de la “crisis” y sus efectos, uno de sus componentes es justamente la demanda de una renovación democrática y la politización de la vida. No confunde política con partidismo. De todos modos, políticos de todos los pelajes seguían creyendo que todo podía ser igual. No parecían -ni parecen- cansados de provocar despolitización y de confirmarse permanentemente como nuestros representantes (absolutos). Seguían con sus broncas particulares, ni siquiera dispuestos a consensuar en nombre de lo que defienden a capa y espada. Siempre atentos y escrupulosos en su trato con el mercado y presentándose como gestores adecuados de lo inevitable y, a la vez, escasamente interesados con lo que sucede en las vidas de los ciudadanos. Como sucede a veces con ciertos profesores que consideran a sus alumnos como males inevitables, los políticos -no digo todos- a efectos prácticos consideran a los ciudadanos como excrecencias inevitables. Pretenden ignorar que la democracia no está nunca fijada.

LOS acampados siguieron. Sorprendía que nada ocurriera, que las plazas pudieran servir para algo más que la exhibición de la captura de la fiesta por el poder y/o la tematización turística. Nosotros, reducidos a pulcros compradores y espectadores en nuestras ciudades. Cada uno de nosotros atildado a su manera, sin aire de perroflautas; mejor bien vestidos y con una sonrisa satisfecha. Espacio público, enunciado así desde que el poder se hizo cargo de la calle.

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HABÍA surgido lo inesperado; aquello que no está en la posibilidad de ser enunciado por nadie. El acontecimiento. Después, los medios de comunicación airearon como problemática cualquier pequeña incidencia y, como no podía ser de otro modo, la carga de la brigada ligera de los “mozos” en Barcelona. Bien adiestrados, repartiendo leña a diestro y siniestro. Con el pretexto sorprendente de proteger a los vándalos que, tras cada triunfo importante del Barcelona, organizan la trifulca. Más tarde: ¡vaya historia: atreverse a interferir en la marcha de nuestros representantes! Votados, electos, tan democráticos, que acudían a votar un aumento en las restricciones del gasto público y del estado del bienestar sin dignarse siquiera a preguntar a los ciudadanos. Sesudos periodistas, expertos y analistas consideraban que esta interferencia era el límite. No importa que por lo que se refiere al estado del bienestar sigamos siendo una excepción. Los biempensantes, los expertos, los analistas, los periodistas de uno y otro signo caldearon bien el ambiente: no tienen salida, carecen de programa, interfieren el proceso democrático, son asamblearios, son perroflautas, violentos, antisistema, sucios hasta ser piojosos y malolientes. No ofertan una salida política. Interfieren la votación de las municipales. Algunos periodistas de la extrema derecha calificaron la acampada de Sol como problema sanitario.

ASÍ el panorama de la manifestación del día 19 provocaba dudas entre todos. Se había extendido la consigna expresa o implícita de no acudir. Sin embargo, aunque era domingo por la tarde y casi verano en la plaza de la Marina se advertía que la manifestación iba a ser un éxito. Muchos jóvenes y, también, gentes de toda condición. Diríamos que mucha transversalidad. Probablemente más mujeres que hombres. Anónimos. Risas, abrazos de los que se encontraban. Sonidos de tambores de fondo. Complicidad generalizada.

NO estaba el frente con la pancarta inexpresiva de siempre bien sujetada por los políticos, que nunca renuncian a representarnos ni siquiera cuando los representados estamos presentes. Tampoco los observé desperdigados en la manifestación, claro es que había algunas excepciones, ni observando desde fuera como sucedió con las manifestaciones masivas contra la guerra. Gentes automovilizadas. Latía algo desconocido. Nada que ver con las manifestaciones burocráticas habituales. No dejaba de sorprenderme la alegría de todos, como si estuviéramos atravesados por una corriente energética desconocida. Alegría y creatividad. Toma de la palabra e invención de palabras. Superación de los temas prescritos. Creación de memoria.

DE trecho en trecho se producían las sentadas, donde algunos queríamos superar el dolor de nuestras cansadas y ya viejas articulaciones. Cantos y consignas. La plaza de la Constitución era una fiesta. Mensajes de todo tipo y sobre las más diversas cuestiones. Fue estupendo.

HE tardado mucho en escribir unas líneas sobre todos estos acontecimientos. Pensé que era un momento para estar, ser parte, no analizar ni escribir, seguir aprendiendo y dejarse llevar. Ahora escribo estas reflexiones sobre lo que creo que es un proceso que ha roto con los márgenes estrechos que fueron establecidos por la transición. Carecen de cualquier pretensión. Saludo este ir a construir la plaza pública. Me siento perroflauta, indignado, antisistema, (bio)lento. Como síntesis me quedo con lo que dijo una acampada en Sol: “ya no se trata de tomar la calle, sino de crear la plaza”. Pero hay algo más: creo que esto inesperado nos va a acompañar un largo trecho.

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