Profesor de Geografía de la Universidad de Málaga

OPINIÓN. Aviso para caminantes. Por Alfredo Rubio
Profesor
de Geografía de la
Universidad de Málaga
08/11/11. Opinión.
El colaborador de EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com Alfredo
Rubio reflexiona en este artículo sobre la condición de los
intelectuales, sobre los ideales de
justicia y verdad, que “no puede rendirse a las privatizaciones mentales de
paradójicos libertadores” y sobre “la vida de
la naturaleza”.
Elogio de Emilio Lledó
y su defensa de lo público
DESDE hace algunas décadas, con notables y escasas excepciones, el papel (y las funciones) de los intelectuales aparece radicalmente transformado. Son expertos, columnistas, participantes en tertulias, que actúan a su mayor gloria, proporcionado sentido al estado de cosas. Muchos han practicado -y practican- un doble lenguaje: en el discurso público alaban lo que hay; a veces, declarando su condición inevitable. En privado, practican la crítica implacable de lo existente. ¿Cinismo? ¿Nihilismo?
EN general, los intelectuales abandonaron cualquier posición crítica. Cierto es que el desacuerdo suponía correr el riesgo de la invisibilidad, la descalificación, la acusación de intransigencia nostálgica, la ausencia en cócteles, cursos de verano, ciclos de conferencias o la crisis de la carrera profesional. Fueron los mismos que abrazaron la copla, el fútbol, el fuá, los buenos vinos, las espumas, las esferas… al grito de ¡esto es la leche! Gustosamente quedaron varados en las moquetas. No están muertos, simplemente cambiaron de sitio.
EMILIO Lledó, viejo filósofo, tiene ochenta y cuatro años. Se
formó en Alemania, con algunos de los grandes maestros de la hermenéutica (H.G.
Gadamer, K. Löwith, O. Regenbogen...) en los años cincuenta. Tiempos de pleno
esplendor del erial patrio. Profesor en universidades españolas y alemanas.
Autor de múltiples libros, donde siempre intenta un horizonte de interpretación
y un resultado de comprensión. Este anciano filósofo ha publicado recientemente
un artículo periodístico que bien pudiera haber sido firmado por alguno de los
muchos indignados nuestros.
HE leído atentamente ‘¿Quien privatiza a los políticos?’ (El País: 13.10.11) y he extraído diez
cuestiones:
1. “La
defensa de lo público hace vivir la democracia”.
2. Nos inunda una jeringonza: el liberalismo con su continuo llamamiento a la libertad individual; con su loa de lo individual y el emprendimiento. Todo bajo el paraguas de “la oscura palabra del liberalismo”.
3. “La democracia, que nació como lucha hacia la igualdad por medio de la reflexión sobre las palabras y por el establecimiento de unos ideales de justicia y verdad no puede rendirse a las privatizaciones mentales de paradójicos libertadores”.
4. La jeringonza liberal ocupa los cerebros de los políticos. De ahí su uso sutil de las palabras y su capacidad de comunicar constantemente la opacidad.
5. “Pero el verdadero sustento de la sociedad, de la vida colectiva tan importante como la vida de la naturaleza, es la educación, la cultura, la ética. Ellas son las verdaderas generadoras de riqueza ideal, moral y material”.
6. Podemos no entender la economía, pero podríamos lograrlo “siempre que haya un principio de honradez y verdad, en el que, seguro, todos nos entenderíamos”.
7. Los nuevos libertarios se refieren a la libertad de los padres para elegir centro pero “esa defensa libertaria nada tiene que ver con el deseo de que se practique en la educación una verdadera libertad: la libertad de entender, de pensar, de interpretar, de desfanatizar, de sentir”. Una libertad que enseñe algo más que la obsesión por el dinero y por el solapado cultivo de la avaricia. “A lo mejor -concluye- esa educación les obligaba a dimitir a algunos personajes de la vida pública, por vergüenza del engaño que arrastran y contaminan. Mejor dicho, haría imposible que se dieran tales individuos”.
8. En la Universidad se observa desvinculación entre sus cartas de presentación, la excelencia y los valores. Propone su excelencia como puro instrumento y tránsito hacia un trabajo. “¡Magnífico ideario para fomentar la vida universitaria, la pasión por el saber, el crear, el innovar!”.
9. “¿Quien privatiza a los políticos? ¿Qué palabras huecas, convertidas en grumos pegajosos aplastan los cerebros de quienes han de administrar lo público, o sea lo de todos, si la corrupción mental ha comenzado por determinar esas neuronas que fluyen siempre hacia la ganancia privada?”.
10. Domina la degeneración intelectual, que ocupa a políticos y emprendedores. Por ejemplo, estos últimos son los que emprendieron la destrucción de nuestras costas. Antes, el filósofo había confirmado la importancia de “la vida de la naturaleza”.
11. “¿Quien nos devolverá en el futuro -se pregunta- la vida pública, los bienes públicos, que nos están robando?".
POST scriptum ‘pa los d'aquí’.
EL viejo filósofo se acomoda en la arena, frente al sol de
otoño, en una playa de su recuerdo. Interpreta el sol. Por su mente pasan casi
todas las conocidas. Medita sobre su propia labor. ¿Qué será la esencia del
sol? Busca en el lenguaje. Las palabras se enhebran en rosarios. ¿Cómo se dice
el sol? ¿Desde donde se dice el sol? El sol, sin su contexto, ahora se oculta y
enriquece el cielo con rojos, rosáceos y violetas. Todo vira al negro con la
excepción de los golpes de blanco que llegan con cada ola. Devenir de la
incandescencia a la oscuridad negra. Se pregunta sobre las mejores palabras
para decir el sol.
ESTA en una playa, separada sólo por una débil y estrecha carretera de los maizales y las jaras. Allí viven lagartos inmensos de cuento de hadas y erizos redondos. Huele a miel. Un “roqueo” limita la playa a Occidente, donde el hotel de las piedrecillas blancas y negras. Le gusta el olor de las algas amontonadas en la arena por el juego de las olas, por donde pululan extraños insectos o casi peces. Ese camino lleva al otro límite. Allí, en el saliente, la casa de aire moruno y otro “roqueo”, más plano y accesible, que se convertía en “cazadero” de camarones para pescar al vivo sargos gordos y salmonetes. Desde la mar se veía la silueta de la sierra. También los olivos dispuestos en las laderas más suaves y algunas casas campesinas dispersas. A pesar del calor del verano los arroyos llevaban aguas claras y un camino de tierra roja, como adintelado por las higueras, conducía a una pequeña población de campesinos y pescadores. Reflexiona sobre el angelus novus de P. Klee y W. Benjamín. Ahora ya nada de aquello existe. La transformación radical de los territorios del sol fue emprendida hace mucho tiempo.
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