OPINIÓN. El buen ciudadano. Por Rafael Yus Ramos
Coordinador del Gabinete de Estudios de la Naturaleza de la Axarquía
26/11/12. Opinión. “Cabe plantearse la misma disyuntiva que otros destinos turísticos: ¿Cantidad o calidad? ¿Merece la pena que se sacrifique el patrimonio paisajístico y natural, y todos los impactos ambientales que lleva consigo, en aras de facilitar el negocio inmobiliario que supone la compraventa de parcelas y casas en el campo? ¿No hubiera sido mejor asentar un turismo hotelero, menos masivo , a expensas de los formidables recursos que dispone el municipio? Algunos opinarán que para que se extienda la riqueza en la población hay que admitir la masificación del turismo, a lo que se podría plantear ¿Por qué necesariamente toda la población tiene que vivir del turismo o, en su versión perversa, de la especulación urbanística?”. Rafael Yus traza en esta colaboración con EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com un breve ensayo sobre el desarrollo de Nerja como destino turístico y sus retos futuros.
EL municipio de Nerja, situado en el extremo sur-oriental de la provincia de Málaga, ha sido considerado, con acierto, como uno de los destinos turísticos pioneros de esta provincia, y en la Axarquía y la Costa del Sol Oriental ha venido siendo considerado un referente de prestigio frente a otros modelos de gestión turística que se ha ido desarrollando en el resto de la comarca. Con todo, resulta llamativo que se intente establecer como “momento de arranque” del motor turístico el descubrimiento de la Cueva de Nerja o incluso se magnifique el papel que supuestamente desempeñó el rodaje de la serie española “Verano Azul”, emblemas considerados como cruciales en este municipio, y en cambio se haya descuidado peligrosamente lo que a nuestro juicio es la auténtica gallina de los huevos de oro. En este artículo intentaremos bosquejar las raíces y las ramas del modelo turístico de Nerja, para aprender de sus aciertos y de sus errores.
Las raíces del turismo de Nerja
EL descubrimiento de la Cueva de Nerja tuvo lugar en el año 1959, año que se considera el nacimiento del turismo en este municipio. Sin embargo, se olvida que Nerja ya era mucho antes un lugar de referencia que llegó a las clases pudientes británicas de la mano de los viajeros románticos desde el siglo XVIII, como Francis Carter. Por entonces empezaba el nacimiento del turismo como sector productivo, aunque relegado aún a la burguesía o la aristocracia, que pasaban temporadas en algunos destinos mediterráneos por su buen clima. A diferencia de Italia, cuyo marchamo era su enorme patrimonio histórico, España era considerada como un país exótico, con un folclore y una idiosincrasia atractivas para ciertos sectores ávidos de vivencias emocionantes. Los relatos de los viajeros ingleses surtieron su efecto en el siglo XIX, durante el cual la costa de la Axarquía empezaba a ser visitada por ojos curiosos que no desperdiciaron la oportunidad de visitar Nerja y a su vez contribuir, en sus relatos, a su incipiente fama. Por estas fechas, un hecho nada despreciable para la historia de Nerja fue la visita del rey de España, Alfonso XII, quien al llegar a las ruinas del antiguo castillo derruido durante la guerra de la Independencia bautizó el lugar como el “Balcón de Europa”, por el magnífico paisaje que desde allí se contemplaba, y que hoy día sigue siendo uno de los hitos fuertes de la ciudad. Interesa destacar este hecho porque ya entonces empezó a valorarse un activo que a menudo se ignora a la hora de establecer la oferta de este destino turístico: su paisaje.
CLIMA y paisaje es un binomio que también está presente en otros destinos turísticos del Mediterráneo, pero Nerja entonces ya era un referente destacado sobre los demás, porque ya estaba funcionando su fama de lugar tranquilo y de cierto “prestigio”. De hecho, durante la primera mitad del siglo XX, cuando aún no había despertado el turismo de masas, Nerja era el destino de veraneo o de temporadas de personalidades del mundo de la política o de las artes. Se tiene constancia de que en los años 1920 ya era visitada asiduamente por la familia de Giner de los Ríos, más adelante, en loa década de los 1930 se apunta el Ministro de Obras Públicas de la II República, junto al poeta Francisco Giner de los Ríos, cuya vivienda, en la calle del Carabeo, era punto de reunión de intelectuales, políticos y artistas, algunos hispanoamericanos, como Gabriel García Márquez u Octavio Paz, y se dice que también veraneaba Federico García Lorca. En las dos siguientes décadas este destino turístico, mantiene el formato de “lugar de veraneo” de intelectuales y de clases pudientes, tanto extranjeras como españolas (principalmente de Madrid). Sin duda, la repercusión económica sobre la ciudad no debió de ser muy alta, pues excepto algunas pensiones no había oferta hotelera, y estos veraneantes se valían más de la compra o alquiler de viviendas o mansiones. La mayor parte de la población vivía aún de la agricultura y de industrias alimentarias como la caña de azúcar.
El descubrimiento de la Cueva de Nerja
TERMINANDO la década de los años 1950, en el 1959, se descubrió la Cueva de Nerja. El hecho en sí no hubiera pasado de ser un acontecimiento local de no haber intervenido la administración para potenciar este hito, a través de la creación del Patronato de la Cueva de Nerja, plataforma que recabó las subvenciones necesarias para la adecuación para las visitas del público y desde la que se promovieron campañas de difusión, en un contexto generalizado ya en la costa malagueña, de crecimiento del fenómeno del turismo. Lo que nos interesa resaltar es que la Cueva aparece aquí en el momento adecuado, cuando empieza a brotar el turismo como fenómeno de masas y por tanto como sector económico. En la Costa del Sol Occidental, Marbella estaba ya consolidándose, así como Torremolinos, y en la Costa del Sol Oriental, Rincón ya era lugar de veraneo de malagueños y de otras procedencias. Las expectativas del turismo favorecieron las primeras promociones inmobiliarias, naciendo el turismo residencial como negocio inmobiliario disfrazado de turístico, de modo que en la década de los años 1960 ya se estaban levantando las torres de Bau-Hoffmann de Torrox-Costa y de Algarrobo, y, por iniciativa de inmobiliarias españolas, en otros puntos como Rincón, Torre del Mar, El Morche, e incluso Nerja.
¿EL arranque del turismo fue el descubrimiento de la Cueva de Nerja? De ningún modo. Lo que arrancó el turismo en la costa de Málaga (y otros puntos de la costa mediterránea española) fue una mezcla de circunstancias, entre las cuales destacó el aumento de la capacidad adquisitiva de una clase media cada vez más numerosa en varios países europeos, especialmente alta respecto a los precios de una España estancada desde la postguerra, a la que una década después empezaría a sumarse la clase media española, progresivamente hacia abajo en los estratos sociales conforme mejoraba la economía española, parte de lo cual se atribuye precisamente al turismo (“el milagro español”). Con estas expectativas de negocio aumentó la oferta de viajes por avión y la construcción de aeropuertos, una condición necesaria que décadas después fue fundamental, bajo la línea de los low-costs, así como la construcción de grandes hoteles y apartamentos, para afirmar lo que luego sería el auténtico boom del turismo en la costa malagueña. Un fenómeno por el cual una clase media, tipo pequeño-burguesa, empieza a emular las costumbres de la burguesía europea de viajar “para tomar los baños” en destinos del Mediterráneo, sólo que ahora este fenómeno se adorna de una nueva moda impuesta (como todas las modas) por sectores económicos incipientes en torno al bronceado de la piel, dirigido especialmente hacia la mujer, sentando con ello las bases del nacimiento del “turismo de sol y playa”. Por su puesto, este proceso también alcanzó a Nerja, pero, paradójicamente, como veremos, no con la misma intensidad y formato que en destinos turísticos vecinos, como por ejemplo Torrox-Costa.
ES en este nuevo contexto de crecimiento de las expectativas de negocio que la Cueva de Nerja aparece como un hito de interés turístico y así se promociona desde el poder político, a través de su Patronato. Pero la Cueva en sí no crea el turismo, sino que el turismo, como fenómeno más amplio, incluye a la cueva como un “recurso” más. La Cueva en sí no provoca oleadas de turistas playeros como estaba ya reclamando otros puntos de la costa malagueña, sino que era un lugar casi obligado de visita y bajo esta consideración continúa hoy día, con total independencia del desarrollo turístico de la villa de Nerja en sí. Para asegurarlo, se establecieron convenios para que hubiese una línea de autobús desde Málaga directo hasta la Cueva de Nerja y posteriormente, con el nacimiento de los tour operators, se organizarían excursiones de un día de duración, con un paquete que incluía la visita a la Cueva y el pueblo típico de la vecina Frigiliana. En este proceso Nerja ha quedado siempre como fondo escénico, nunca como destino turístico, no beneficiándose más que el exiguo personal de la Cueva. Precisamente, en la actualidad, con la creación del Museo de Nerja, trasladando las muestras arqueológicas del anterior Museo de la Cueva a este nuevo emplazamiento situado en el centro de la ciudad, se pretende cambiar esta tónica que ha venido funcionando desde el descubrimiento de la Cueva: atraer al turista al casco urbano de Nerja y beneficiar con ello al empresariado del mismo.
SIN embargo, se podría admitir que el descubrimiento de la Cueva, y las actividades que en ella se empezaron a desarrollar, como los Festivales de Música, junto a una fama que ya tenía la localidad como lugar entrañable, alentara, tan pronto como en 1960, la construcción del primer hotel en Nerja, el Hotel Portofino, con capital de residentes extranjeros, por las expectativas de negocio que parecía traer la incipiente demanda hotelera por parte de los nuevos turistas extranjeros, y al que se sumaría, poco después, en 1963, el Hotel del Balcón de Europa. Del mismo modo, el formato de turismo residencial empezó a desarrollarse con la construcción de la primera urbanización residencial de Bella Atalaya, en 1960. También es posible que el Patronato de la Cueva moviera algunos resortes políticos para que el gobierno (Ministerio de Turismo) eligiera esta localidad como una de las agraciadas por el plan de creación de infraestructuras hoteleras que llamaron Paradores de Turismo, que se perpetraría en el año 1965 con la inauguración del Parador de Turismo de Nerja. Inmediatamente después, en 1966, comienza a urbanizarse lo que se conocería luego como Urbanización El Capistrano, emblema del turismo residencial nerjeño, que trataba de reproducir una tipología de vivienda supuestamente rústica y mediterránea para añadir el toque de exotismo que anhelaban los nuevos turistas centroeuropeos, principalmente británicos.
NOS interesa llamar la atención sobre tres hechos fundamentales para entender la génesis del turismo en Nerja. En primer lugar, la actividad turística no se inicia por el descubrimiento de la Cueva, sino que este descubrimiento de produce cuando empieza a desarrollarse el turismo como fenómeno socio-económico general en la Costa, a partir del crecimiento de la capacidad adquisitiva de la nueva clase media europea y sus permanentes ansias de imitación de las costumbres que antiguamente sólo eran alcanzables por la burguesía. Los albores de esta oleada llegan a Nerja justo en el momento en que se descubre la Cueva, pero otros lugares, como el vecino Torrox, que apenas tenía nada que ofrecer desde el punto de vista turístico, más que el ansiado sol y playa, también se desarrollaron al mismo tiempo, por lo que el motor de estas primeras inversiones era el mismo que el que estaba funcionando en otros puntos de la costa. El segundo hecho de importancia es que Nerja lidera inicialmente el turismo hotelero, pero no renuncia tampoco al turismo residencial, que ya estaba impulsándose en otros destinos de la costa, inicialmente por capital extranjero, principalmente alemán (ej.Torre del Mar, Algarrobo y Torrox-Costa). Ambos modelos, pese a que el turismo hotelero es el único que realmente supone un negocio con clara repercusión en el bienestar de la población, van a coexistir en Nerja hasta nuestros días, pese a que, después de todo, Nerja siga liderando el turismo hotelero en toda la comarca de la Axarquía. El último hecho es que el turismo arrancó en la costa malagueña principalmente de la mano de capital extranjero, al que luego se irían sumando capital español, pero los rendimientos inmobiliarios y financieros netos no fueron a las arcas españolas, un balance negativo si tenemos en cuenta el coste ambiental de estas urbanizaciones en primera línea de playa. Esta coexistencia de iniciativas empresariales nacionales y extranjeras perdura aún hoy día, un asunto sobre el que sería interesante reflexionar.
El rodaje de la serie “Verano Azul”
DE este modo, durante las décadas de los años 1960-1970 conocerán un crecimiento en la oferta hotelera y residencial de Nerja, al tiempo que se consolida la Cueva de Nerja y sus prestigiosos Festivales de Música y Danza, con resonancia nacional e internacional, hecho que sin duda debió de surtir un efecto publicitario, no tanto para Nerja como municipio como para la propia Cueva, que seguirá, insistimos, hasta hoy, como “recurso turístico” de otros destinos vecinos de la Costa del Sol, dentro del paquete “Cueva + Frigiliana”. En los años 1980 se produce un nuevo fenómeno cuyos efectos en el turismo nerjeño también se han magnificado: el rodaje de la serie española de televisión “Verano Azul”. Por entonces, todos los hogares españoles ya tenían televisor y la serie, cuyo valor artístico no consideramos pertinente analizar aquí, sin duda alguna catapultó a la ciudad de Nerja por su fondo escénico. No es de extrañar que, al menos para la generación que quedó cautivada por esta serie, la visita de estos escenarios fuese uno de los alicientes turísticos de sus días de veraneo. No tenemos datos para saber si este hecho supuso un aumento del alojamiento turístico en Nerja o simplemente un merodeo de turistas procedentes de otros destinos turísticos cercanos de la Costa del Sol, pero es fácil suponer que seguramente hubo más parte de estos últimos. Con lo que la serie Verano Azul acaba desempeñando el mismo papel que la Cueva: la de dar fama a la localidad de Nerja, pero no necesariamente un aumento de la actividad turística para la ciudad, sino como recurso turístico de otros destinos turísticos.
ES decir, estos dos hitos propagandísticos benefician más a otros destinos turísticos (que no tienen apenas nada que ofrecer que el sol y la playa) que a Nerja como tal destino turístico. Y esto es así porque lo que decide el destino turístico no es su excelencia en sí, sino otros parámetros más acordes con la pequeña burguesía, como el precio de la estancia y la oportunidad de disfrutar de otros elementos que golpean con más fuerza que la cultura, como las playas, la gastronomía, y estos elementos a menudo son manejados más por las agencias de viaje y la publicidad. La masa turística creciente valoraba sobre todo el paquete de sensaciones físicas que aportaba el turismo de sol y playa, y su bajo costo, de modo que recursos como la Cueva o el escenario de Verano Azul quedaban para una excursión por la tarde o un domingo por la mañana. Además, Nerja siempre ha tenido una proporción importante de turismo extranjero, principalmente británico, y éste era totalmente ajeno a la fama de Verano Azul. Esta serie se emitió luego en muchos otros países, principalmente de habla hispana, pero no en Centroeuropa.
Los efectos indeseables del turismo de Nerja
FINALMENTE, no debemos pasar por alto, en este ensayo histórico sobre el turismo de Nerja, los efectos que ha tenido el turismo, como sector económico, sobre otros sectores productivos. Al comienzo de la década de los años 1960, cuando se inicia la historia del turismo de masas en Nerja (aunque de forma progresiva), el único sector productivo era la agricultura, ya que la industria azucarera ya estaba en declive y la pesca era prácticamente inexistente. Como en otros puntos de la Axarquía, y especialmente en el litoral, el sistema agrícola era poco productivo, aunque permitía una cierta economía de supervivencia para una buena parte de la población, debido a alto reparto de la tierra en régimen de minifundios, algunos de ellos cedidos a colonos por la antigua azucarera de Larios. A partir de los años 1980 y especialmente a partir de los 1990, este solar rústico empezó a ser objeto de especulación urbanística por la creciente demanda de viviendas unifamiliares. La parcelación minifundista, junto al valor del destino turístico de Nerja, hizo que el valor de las parcelas de cultivo quedara abismalmente muy por debajo del valor que se alcanzaba, en un solo trámite comercial, en la compraventa de terrenos y posterior negocio inmobiliario. Este fenómeno tuvo dos consecuencias: la desaparición de la agricultura como tal actividad (y toda innovación que se pudiera hacer para mejorar su productividad) y el aumento de la ciudad difusa, la ciudad desparramada en multitud de viviendas unifamiliares construidas ilegalmente, sin ningún tipo de planeamiento, pero apoyadas o consentidas por el Ayuntamiento, a sabiendas que le supone una fuente importante de financiación. Este fenómeno, no obstante, ha sido más ordenado que en el resto de la comarca de la Axarquía, concentrándose en lugares como Punta Lara, pero ha tenido dos consecuencias nefastas: la depauperación y banalización del paisaje, y la desaparición de cualquier sector productivo que no fuera el inmobiliario y sus servicios temporalmente asociados. Problemas que fueron incrementándose con una actividad inmobiliaria más desordenada por la Vega de Nerja, zona de Río Seco, etc., cuyo paisaje ya está literalmente destruido.
ES aquí donde consideramos que se sitúa el principal activo de Nerja: su paisaje. Más de las dos terceras partes de su territorio es montañoso, inicialmente un monte público, gestionado por el Estado como Reserva Nacional de Caza y desde 1999 forma parte del Parque Natural de Tejeda y Almijara, que con el correlativo Paraje Natural de los Acantilados de Maro Cerro Gordo, creado en 1989, constituyen el mejor recurso turístico que puede ofrecer el municipio, aunque sólo sea como fondo escénico, paisajístico. Con este trasfondo, la política local de Nerja ha intentado apostar por un turismo selecto, buscando el éxito del modelo de la Costa del Sol occidental, utilizando estos mismos recursos, promoviendo la construcción de un campo de golf en plena sierra (proyecto acertadamente vetado por la Junta de Andalucía), un puerto deportivo en la zona de Punta Lara, y la explotación playera de las calas de los Acantilados de Maro. Se trata de una peligrosa apuesta por la explotación de unos recursos naturales muy frágiles, que de ningún modo pueden soportar el turismo masivo, situaciones que de momento no han prosperado pero que están ahí, gravitando, como espada de Damocles, sobre unos recursos no renovables que en realidad son patrimonio público.
Conclusión
COMO conclusión, consideramos que Nerja es un destino turístico auténtico, puesto que posee recursos para ofrecer “productos turísticos”, siendo el municipio que mejor ha desarrollado este sector productivo en toda la Axarquía, con una oferta hotelera sin igual en la comarca y una calidad de vida que, al menos en el núcleo urbano, es más elevada que en otros núcleos urbanos de la costa, compitiendo con el activo más importante que tienen los pueblos del interior. Su fama se inició, hacia el exterior, con los relatos de viajeros románticos y luego con el descubrimiento de la Cueva, y hacia el interior, con episodios como el rodaje de la película Verano Azul. Pero el nacimiento del turismo como fenómeno de masas en este municipio se nutrió de las mismas fuentes socioeconómicas que el resto de la Costa del Sol: el aumento de la capacidad adquisitiva de una clase media europea creciente y su afán de emular el sistema vacacional de la antigua burguesía y la moda creciente de los baños de sol y playa. Lamentablemente, Nerja no ha sabido controlar la nefasta conjunción de turismo y actividad inmobiliaria, abrazando el mal llamado “turismo residencial” que se nutre del mito centroeuropeo de “la casa del campo en el Mediterráneo”, y con ello descuidando este destino turístico hasta depauperar lo que consideramos que es su auténtica gallina de los huevos de oro: su paisaje, tanto rústico, natural como urbano, precisamente aquello que fue lo que realmente atrajo a los primeros turistas desde el siglo XIX. Por lo que aquí cabe plantearse la misma disyuntiva que otros destinos turísticos: ¿cantidad o calidad? ¿Merece la pena que se sacrifique el patrimonio paisajístico y natural, y todos los impactos ambientales que lleva consigo, en aras de facilitar el negocio inmobiliario que supone la compraventa de parcelas y casas en el campo? ¿No hubiera sido mejor asentar un turismo hotelero, menos masivo, a expensas de los formidables recursos que dispone el municipio? Algunos opinarán que para que se extienda la riqueza en la población hay que admitir la masificación del turismo, a lo que se podría plantear ¿Por qué necesariamente toda la población tiene que vivir del turismo o, en su versión perversa, de la especulación urbanística? ¿No hay otro tipo de actividad productiva diferente? Posiblemente no, para las ansias de enriquecimiento rápido, la cultura del “pelotazo”. Pero no creo pecar de pesimista si afirmo que esto pasará factura más pronto que tarde, si no está pasándola ya, en estos momentos.
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