OPINIÓN. Lecturas impertinentes. Por Paco Puche
Librero y ecologista

16/04/13. Opinión. Paco Puche retoma su colaboración habitual con EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com. En esta ocasión, continúa una columna de hace más de dos años en la que el librero ecologista se preguntaba por qué cooperamos. Esa columna la puede consultar AQUÍ. Esta es la segunda parte, en la que Puche sigue haciéndose preguntas. En esta ocasión, “¿por qué vivimos próximos a la extinción?

¿Por qué cooperamos y por qué no cooperamos?

La vida no conquistó el planeta mediante combates,
sino gracias a la cooperación. Las formas de vida se
multiplicaron y se hicieron más complejas
asociándose a otras, no matándolas.

Lynn Margulis

 La antigüedad evolutiva de la empatía
hace que me sienta extremadamente
optimista (…). Es un universal humano.
(…) De hecho yo diría que la biología
constituye nuestra mayor esperanza.

Frans de Waal

La imposibilidad de que nuestros pies de hoy
coincidan exactamente con las huellas que
imprimieron ayer no puede ser siempre
una excusa para no desandar lo andado.

Jorge Riechmann

La historia no tiene sentido
sin la prehistoria, y la prehistoria
no tiene sentido sin la biología.

Edward O. Wilson

SI tantos argumentos y propensiones tenemos para ser pacíficos, solidarios y cooperativos, ¿por qué no cooperamos?

UNA de las razones es la de la interiorización de nuestras verdades rotundas procedentes de parte del imaginario colectivo occidental. Una rama de este pensamiento occidental está anclada en la idea de la naturaleza al servicio de los seres humanos y en la del gen egoísta, y sostiene que la maldad y el egoísmo dominante es intrínseco del homo sapiens sapiens. Es la figura del homo economicus, individualista y que va a lo suyo con apetencias maximizadoras, que sostiene todo el  edificio teórico de la economía neoclásica-capitalista. Como decía Simone de Beauvoir: “Este mundo es un mundo de pillos y de tontos, presa de agitaciones desprovistas de fines y de sentido. El hombre es un animal maléfico y estúpido”. Y un autor moderno, que se supone progresista, escribía no hace mucho que: “Con estos tres experimentos, las conclusiones son obvias. El chimpancé es una especie que por mucha hambre que tenga, mayor es su mezquindad. Que los pocos bonobús que aún viven (…) saben de altruismo y de buen vivir. Y que el ser humano desciende del chimpancé”. Claro, que la insigne Beauvoir añadía a sus comentarios: “Esta es la filosofía de los pensadores de derecha”.

NO obstante se mantiene la perplejidad, porque “es irónico que los últimos avances de las ciencias humanas subrayen nuestra capacidad para cooperar, nuestra preocupación por el bienestar de los demás y nuestras inclinaciones altruistas, precisamente en una época en la que todos tenemos pruebas más que abundantes del daño que los seres humanos pueden infligirse mutuamente”.

COMO hemos visto, otro mundo es muy posible. Pero si seguimos así (business as usual) lo más probable es la autodestrucción de la especie humana, tal como ya ha ocurrido con más del 95% de las especies vivas que han habitado este planeta. O cuanto menos, una sucesión de catástrofes y sufrimientos inimaginables.

EL pensamiento apocalíptico cada vez es más frecuente en mucha gente. No es para menos. Si estamos socavando las bases de la vida (desesperanza), somos una de las especies más vulnerables a pesar de nuestra extraordinaria adaptabilidad (esperanza), que no es nada, por ejemplo, comparada con la de las bacterias, como ya hemos visto (modestia). Quiere esto decir que la vida nos sobrepasará aunque nos creamos dioses o elegidos por Dios. “Nuestra civilización ´postmoderna´ se las arreglaría perfectamente sin Microsoft, sin cajeros automáticos y sin Internet, pero se desintegraría en unos cuantos años sin abonos nitrogenados sintéticos y se desplomaría en unos meses sin proliferación bacteriana”. O más explícitamente aún: “los organismos del microcosmos son el pilar en que se apoya la biota entera, ya que su red de intercambio global afecta, en última instancia a todos los seres vivos... (ellos) han estado utilizando estas técnicas miles de millones de años dando como resultado un planeta que ha llegado a ser fértil y saludable para formas de vida de mayor tamaño gracias a una supraorganización de bacterias que han actuado comunicándose y cooperando a escala global (...) No existen pruebas de que el ser humano sea  el supremo administrador de la vida en la Tierra, pero existen en cambio pruebas  para demostrar que somos el resultado de una recombinación de poderosas comunidades bacterianas con una historia de miles de millones de años”.

POR eso, una de las fuertes razones de este mal camino que llevamos es justamente el habernos creído por encima y al margen de la naturaleza, como si no la necesitásemos. El famoso economista y premio Nobel, Solow, lo expresaba así de taxativamente: “El mundo puede continuar, de hecho, en ausencia de recurso naturales, por lo que el agotamiento de estos constituye un acontecimiento y no una catástrofe”.

LA realidad es sin embargo la siguiente: “Dos tercios de los servicios de los ecosistemas planetarios están deteriorándose, la pérdida de biodiversidad alcanza una tasas estimadas en unas 1.000 veces superiores a las preindustriales, el consumo global de materiales, energía y residuos ha seguido aumentando en las últimas décadas y la concentración del CO2 en la atmósfera se acerca a 400 partes por millón” (desde las 280 de la era preindustrial). Añadamos a este panorama los más de mil millones de personas que pasan hambre en el mundo (hambre de calorías, pues hay más con hambre cualitativa), a los que se suman las más de 800 millones sin agua potable, Y si añadimos la brecha creciente de desigualdad entre países pobres y ricos, el panorama final es desolador.

Y en esta dependencia absoluta que la especie humana tiene de la naturaleza (sus ecosistemas, sus recursos, sus procesos y sus leyes) para subsistir (alimentos, agua, aire, clima, reciclaje de nutrientes, fotosíntesis, etc.) nos lleva a lo que los economistas ecológicos han formulado como el teorema de la imposibilidad. Dice así: resulta inviable -a la luz de las ciencias de la naturaleza- generalizar a escala planetaria los patrones actuales de vida de las metrópolis del capitalismo.

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