OPINIÓN. Lecturas impertinentes. Por Paco Puche
Librero y ecologista

17/07/13. Opinión. “Hay premios, reconocimientos y distinciones que responden a lo que los sociólogos llaman ‘el efecto mateo’, en memoria de la palabras del evangelista (Mateo 25, 29-30) que sentencia que ‘al que tiene se le dará y le sobrará; al que no tiene se le quitará aún lo que tiene’. Recaen sobre gentes (hombres mayoritariamente) que habiéndolo ya ganado todo en su vida, zás, viene el gran premiador y los inviste de nuevo con otro galardón (…) De esta categoría son los ‘grandes premios’, el Nobel, el Príncipe de Asturias, el Mundial de la alimentación”. Nueva reflexión de Paco Puche en el EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com.

Los premios

Se premia al revés:
se desprecia la honestidad,
se castiga el trabajo,
se recompensa la falta de escrúpulos
y se alimenta el canibalismo”
.

Eduardo Galeano, en ‘Patas arriba’ (1998)

“Premios como los concedidos
a Monsanto y Syngenta
son una farsa, ante la que solo hay
una respuesta posible: la denuncia”.

Esther Vivas (2013)

HAY premios, reconocimientos y distinciones que responden a lo que los sociólogos llaman “el efecto mateo”, en memoria de la palabras del evangelista (Mateo 25, 29-30) que sentencia que “al que tiene se le dará y le sobrará; al que no tiene se le quitará aún lo que tiene”. Recaen sobre gentes (hombres mayoritariamente) que habiéndolo ya ganado todo en su vida, zás, viene el gran premiador y los inviste de nuevo con otro galardón, a bombo y platillo. Algunos de los afortunados, los más modestos, no saben donde meterse… aunque son pocos los que los rechazan pues al estar, además, acompañados de suculentas cantidades, resultan ser altamente persuasivos.

DE esta categoría son los “grandes premios”, el Nobel, el Príncipe de Asturias, el Mundial de la alimentación, etc.

HAY otros premios que se conceden entre pares, que no tienen cantidad anexa alguna y que se celebran en cierta intimidad, que pertenecen al género de distinciones que nos hacemos para alentarnos y mostrarnos caminos. Son reconfortantes.

HABLAREMOS de los primeros.

DE algunos grandes premios.

“A excepción de la pólvora, el amianto es la sustancia más inmoral que se halla hecho trabajar a las gentes; las fuerzas siniestras que obtienen provecho del amianto no se lo piensan dos veces a la hora de recurrir al chantaje, el engaño y las prácticas deshonestas para proteger lo primordial; sacrifican gustosamente la salud de los trabajadores a cambio de los beneficios de la empresa” (Remi Poppe, ex miembro del Parlamento por el Partido Socialista de los Países Bajos) (i)

NO descubrió la pólvora, porque eso ya lo habían hecho los chinos siglos atrás, pero sí la dinamita que es un material mucho más peligroso y nocivo para la humanidad. Por ello, Alfred Nobel su descubridor en el siglo XIX, se sentía culpable por su responsabilidad como empresario enriquecido a través de su industria productora de dinamita cuyo principal mercado era la guerra. Ésta puede haber sido la motivación principal de su afamado testamento, por el que dejó su gran fortuna para premiar a los futuros prohombres “nobeles” (de 840 premios otorgados hasta 2010, solo 41 han recaído en mujeres, apenas un 5 por ciento) quizás también, otro motivo haya sido el frecuente intento de los poderosos de hacer  trascender su nombre al morir.

DEL Nobel, además se pueden añadir dos cosas: una que han sido muy pocos quienes lo han rechazado (Sartre y  Lê Dúc Tho), y otra que han sido premiados, en algunos casos, gentes como Kissinger, Begin, Obama y Borlaug para el premio de la Paz, o Friedman  y Hayek, los padres del neoliberalismo, para el de Economía, lo que  desprestigia en sí mismo notablemente a este premio.

POR los motivos antedichos y por la trayectoria del Nobel (y de otros premios parecidos) se puede afirmar que este tipo de premios se lo concede el fundador más a sí mismo que a los realmente señalados como merecedores de él. Con la fortuna criminal cosechada se cubren de gloria y a los pocos años ya  nadie recuerda la sangre que hay derramada hasta llegar a estos famosos galardones. “Se recompensa la falta de escrúpulos y se alimenta el canibalismo”, Galeano dixit.

CON el Príncipe de Asturias se repite la escenografía: boato, propaganda, recaída sobre los que ya están más que reconocidos y un premio que viene a afirmar a la tambaleante monarquía española. Su trayectoria también está sujeta a las influencias de los poderosos. Con la ayuda de la embajada ‘usamericana’, en 2011 se le concedió el premio a Bill Drayton, un perfecto desconocido en este país, presidente de la fundación del gran capital denominada Ashoka, que entre otros méritos ha sido financiada por la fundación Bill Gates que, junto con Monsanto, pretenden llevar los cultivos transgénicos al África.



(Protesta por el premio otorgado a Drayton, en Oviedo el 21.10.11)

ESTA entidad, Ashoka, se vanagloria de que cuenta entre sus emprendedores o miembros a bastantes galardonados con otro premio de este género otorgado por ricos: el llamado premio Goldman, que según algunos de los detentores se empieza a conocer como “el Nobel alternativo”.

EN efecto, en sus más de veinte años de trayectoria del citado premio Goldman, Ashoka ha sido galardonada en 12 ocasiones, es decir ha obtenido más del 10% de todos los premios concedidos (seis cada año, dotados de 150.000 dólares). Si añadimos a estos premiados los galardones que han recaído en AVINA (el último en 2013), su gran aliada, hemos de constatar que existe una notable sincronía entre los Goldman y AVINA/Ashoka. Las fuentes del premio, como todas las del gran capital, están vinculadas a negocios muy lucrativos, como son los Seguros o la ropa de la marca Levi-Strauss. Para más detalles, los Goldman han estado vinculados al sionismo. De nuevo habría que decir que son premios que hacen más por los que los conceden que por los agraciados. Por eso es tan sabia la sentencia aquella de que “cuando la limosna es grande hasta el sabio desconfía”.

HABLANDO de Monsanto, otro premio de renombre es el denominado “Premio Mundial de la Alimentación” que, cómo no, ha sido también conocido como el “Nobel de la Alimentación y la Agricultura”. Este año ha recaído sobre Robert Fraley de Monsanto y Mary-Dell Chilton de Syngenta, ambos a favor de la agricultura transgénica. La fuente de este premio es el también Nobel Norman Borlaug, padre de la autodenominada “Revolución Verde”, o sea la de la agricultura y la alimentación con venenos. Según denuncia acertadamente  Esther Vivas[i] “¿cómo  puede ser que se conceda un galardón (…) a quienes promueven un modelo agrícola que genera hambre, pobreza y desigualdad”?. Lo dicho, los poderosos se premian a  sí mismos, a los galardonados los seducen con el prestigio y una dotación, en este caso, de  250.000 dólares.

EN esta historia de los grandes y poderosos premios hay que detenerse en el caso de la concesión de dos últimos premios otorgados por el Estado francés y conocidos como “Legión de Honor”, el más conocido y prestigioso de los galardones franceses. Fue establecido por Napoleón y se viene concediendo desde hace 200 años. En 2012 se le otorgó a Annie Thébaud-Mony, directoria honoraria de investigación en el Instituto Nacional de la Salud y de Investigación en Medicina. Esta prestigiosa mujer, incansable luchadora contra el amianto en el mundo entre otras tareas, ha rechazado el premio diciendo que “habría, desde mi punto de visto, una cierta indecencia al ser condecorada después de llevar treinta años trabajando sobre la muerte laboral, en la que he dado la señal de alarma sobre la situación en la que trabajan los obreros, los peligros que corren para su salud, los peligros industriales a los que son expuestos, sin que se hayan producido mejoras reales en sus condiciones laborales. Las recomendaciones que yo había hecho no han sido tomadas en cuenta por los poderes públicos” ([ii]). Chapeau. En 2013 se le ha concedido este mismo galardón a otra eminente mujer, incansable luchadora contra los transgénicos y contra Monsanto, la periodista Marie-Monique Robin. Ella ha aceptado este “regalo emponzoñado” como le ha denominado, aunque   tuvo como primera reacción la de rechazo. Luego, fue convencida y  explica así su anuencia: “aceptar la medalla republicana era también una manera de afirmar públicamente la necesidad de llamados de alerta y de actuar como aguafiestas sobre el pensamiento y la acción para, en Francia y en todo el mundo, denunciar las falsedades admitidas como verdades y desenmascarar los conflictos de interés y los arbitrajes en favor de los poderosos” ([iii]). Además propuso que la entrega se realizara en Notre Dame des Landes, lugar en el que existe un conflicto con los campesinos  por 2000 hectáreas de tierras agrícolas de una gran biodiversidad que se quieren dedicar a hacer un nuevo aeropuerto.

DOS posiciones dignas de dos mujeres luchadoras, ante el mismo premio.

Un premio sorprendente de última hora: el denominado Stephan Schmidheiny

SI el inventor de la dinamita, Alfred Nobel, se fue al otro mundo tratando de borrar su imagen de magnate enriquecido por una industria dedicada a la guerra, instaurando un premio que suena mucho, el heredero y también promotor de la industria del amianto en el mundo, Stephan Schmidheiny, acaba de sacarse un premio de la manga, unos días antes de ser juzgado por segunda vez en Turín, y encontrarse con un agravamiento de las penas que se le impusieron en primera instancia. Al recurrir el primer juicio, con sus 27 abogados trabajando para él a marchas forzadas, se ha encontrado que el presidente del Tribunal lo ha comparado con Hitler por el engaño sostenido a sus trabajadores acerca de la peligrosidad del amianto. Resultado: 18 años de cárcel y 88 millones de euros de indemnizaciones. No le queda más que recurrir en casación, instancia en la que lo que se juzga es la corrección del procedimiento, no el fondo del asunto. Todo esto por sus cuatro fábricas de Italia y por, nada más y nada menos, que por la reclamación de los familiares de 2.000 fallecidos y más de 800 enfermos. Se esperan muchas más demandas porque en la época de más producción, en coalición con las familias belgas y francesas del amianto, controlaban en torno al 25 por ciento de toda la producción mundial. Tiene cientos de miles, pues, de víctimas a sus espaldas exigiendo justicia por el mundo.


EN abril de 2013 anuncia a bombo y platillo la instauración de los premios “Stephan Schmidheiny” de innovación para la sostenibilidad y, sin detenerse, pretende conceder los primeros premios para antes de fin de año. Tiene prisa. Ya barruntaba que su comparación con Hitler por parte del presidente del Tribunal que lo habría de juzgar pintaba mal. Y, efectivamente, unos días después, el 3 de junio, las víctimas podían oír en Turín la reconfortante sentencia que les hacía justicia. La llevaban esperando 25 años desde que el magnate cerró las fábricas de la muerte y las dejó abandonadas con el polvo del amianto revoloteando por encima de las cabezas de los ciudadanos de Casale Monferrato y otros tres pueblos más de Italia.

LOS datos asépticos de la OMS resuenan con la fuerza de la indignación ante tamaña osadía: “En el mundo hay unos 125 millones de personas expuestas al asbesto en el lugar de trabajo. Según los cálculos más recientes de la OMS, la exposición laboral causa más de 107 000 muertes anuales por cáncer de pulmón relacionado con el asbesto, mesotelioma y asbestosis. Se calcula que un tercio de las muertes por cáncer de origen laboral son causadas por el asbesto. Además se calcula que cada año se producen varios miles de muertes atribuibles a la exposición doméstica la asbesto” ([iv]). Y eso durará varios decenios, a causa de la exposición al amianto cuarenta o más  años atrás. Tremendo.

COMO decía Remi Poppe, las dos industrias más criminales conocidas cuentan ya con sus respectivos premios. Probablemente, con el tiempo intentarán sus agraciados y promotores que se llame “el Nobel del amianto”.

Conclusiones

TENÍA razón San Jerónimo cuando decía que “El rico, o es él inicuo o es heredero de quien lo fue”, por ello y a la vista de los ejemplo aquí traídos se podría hacer la recomendación general de que aquellas distinciones que procedan del gran capital, cualquiera que sea la máscara propagandística con que se presenten, deben ser rechazados de plano… y en su caso denunciados.

EL argumento frecuentemente escuchado para justificar la aceptación de unos premios de esta catadura, en el sentido de que ayudarán las justas causas de sus detentores, es una falacia porque esos ricos que los conceden son los que salen ganando con la limpieza de la imagen que los aceptadores les realizan de facto y por el mensaje de impunidad que se transmite a la ciudadanía: al final va a resultar que  estos ricos criminales o explotadores (inicuos) estaban preocupados por el bien común. Nos enferman estructuralmente pero financian hospitales, no son tan malos… Y cogemos el premio.

ASÍ, “se recompensa  la falta de escrúpulos y se alimenta el canibalismo”…, “ante esto solo cabe una respuesta posible: la denuncia”.

COMO decían los clásicos latinos, honores mutant mores.

POR ello, con Borges ([v]) concluimos que:

Esto es alcanzar lo más alto,
lo que tal vez nos dará el Cielo:
no admiraciones ni victorias
sino sencillamente ser admitidos
como parte de una Realidad innegable,

como las piedras y los árboles

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REFERENCIAS

[i] Vivas, E. (2013): “Cuando se premia a los que generan hambre”, Biodiversidad en América Latina,

5 de julio.

[ii] Thébaud-Mony, A. (2012): “Entrevista con Annie Thébaud-Mony, especialista en cánceres profesionales. Los industriales ponen deliberadamente en peligro a los obreros", Rebelión, 2 de septiembre.

[iii] Robin, M-M. (2013): “Palabras de Marie-Monique Robin al recibir la Legión de Honor de la República Francesa”, sinpermiso, 16 de junio

[iv] OMS (2010): “Eliminación de las enfermedades relacionadas con el asbesto” , Nota descriptiva N°343, Julio de 2010

[v] Tomado de su poema titulado “Llaneza”.