OPINIÓN. Sin acritud. Por Juan Area
Redactor jefe de El Observador

14/01/13. Opinión. No me gusta la foto que ilustra este artículo y que nos envía un lector. Creo que es fruto de esa sed por buscar culpables de forma inmediata frente a tragedias que nos desbordan emocionalmente. Si hoy publicamos esta pintada callejera junto a estas líneas en EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com es porque es el momento de las ocurrencias, pero también el de analizar cómo se hizo la cabalgata. No se trata de sacar provecho de la desgracia. Es hora de lo que consideramos justo y necesario, y este grafiti es injusto e innecesario.

LA ciudad esta aún acongojada. Las lágrimas rojas parpadeando en el parque nos recuerdan la fugacidad y el absurdo de lo ocurrido. Y nos aterra. Nos pilla muy de cerca. Nos podía haber pasado a cualquier padre. Los ánimos están exaltados y de ese caldo de rabia hay quien, tras la tragedia, ha exigido con una pintada anónima la dimisión del concejal de Cultura encargado de organizar la cabalgata, Damián Caneda, y lo ha hecho en la antigua sede del Grupo Mundo en Churriana, ya que a esta empresa dicho edil le había adjudicado a dedo las “actividades artísticas” del evento.

HAY que recordar de nuevo que la carroza implicada en el suceso no era responsabilidad de esta empresa. E insistir en que es el juez quien debe ahora realizar la investigación y delimitar las responsabilidades que puedan derivarse. Es demasiado pronto para pedir cabezas. Y puede resultar injusto, cuando no obsceno, amén de sumamente doloroso criminalizar a la ligera. Esperemos a ver que dice el juez. Ya vendrán, si vienen, las responsabilidades políticas.



EN tanto, la cosa no puede quedarse únicamente en la vía judicial. El Ayuntamiento debe ofrecer respuestas de porqué no tenía redactado un auténtico pliego de condiciones técnicas para las carrozas en vez de un papelito con consideraciones y recomendaciones, y sobretodo, cuidar mucho su comunicación en un momento en que las sensibilidades están a flor de piel y en el que no hay que entrar en contradicciones. Si Caneda advierte primero que no es el momento de lanzar “ocurrencias” -alude a probabilidades, como si lo ocurrido fuera una cuestión de porcentajes: “Si en 50 o 60 años no pasa nada, la posibilidad de que suceda es una entre varios millones”- difícilmente se entiende que horas después, lanzando las suyas, indique lo contrario, que se “abre el debate” a la ciudadanía sobre la organización de estos eventos.

¿EN qué quedamos? ¿Quieren ocurrencias? Ahí van algunas: un restrictivo y real pliego de condiciones técnicas redactado por expertos y que deben cumplir todas las carrozas; recorridos vallados; carrozas recubiertas de una protección específica, que requiera de homologación técnica, y que imposibilite que nadie se cuele por debajo; instalación de sistemas eléctricos que detienen el motor del vehículo de forma inmediata en caso de obstrucción interna o atropello; reducción de las toneladas de caramelos que se arrojan o su supresión; lanzar los caramelos desde el suelo y hacia las aceras donde se encuentran los espectadores, no desde las carrozas; reducción de vehículos y aumento del desfile a pie; elevar el número de policías locales trabajando en el acto; y sobretodo evitar los procedimientos negociados sin publicidad para esta clase de eventos multitudinarios, porque un concurso de este tipo da lugar al oscurantismo y los abiertos conllevarán necesariamente mayores requisitos técnicos y evitarán opacidades y suspicacias.

CUESTIONES que no se plantearon previamente porque, como ocurre siempre con los malos políticos, solo reaccionan ante cataclismos como este. Unas últimas ocurrencias: abandonar el tono displicente y siempre en posesión de la verdad, admitir la crítica, y no echar la culpa a la fatalidad.