Ausencia de representación de otras administraciones y de crítica nacional o regional en el pistoletazo de salida del proyecto cultural de la Diputación de Málaga

22/01/13. Opinión. La fiesta de inauguración de La Térmica no se celebró en el Centro Cívico de la Avenida de Los Guindos donde se ubica el proyecto cultural de la Diputación de Málaga, sino en la planta 15 del hotel de lujo Málaga Palacio, una de las azoteas VIP de la ciudad. El departamento de prensa del gobierno provincial indica a EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com que la cita “no tuvo coste alguno para Diputación” ya que la sufragó este establecimiento hotelero de lujo, pero no aclara cuánto le ha costado la gran lona que recubre la fachada de este edificio anunciando a La Térmica.

LA inauguración de La Térmica el pasado viernes 18 de enero estuvo caracterizada por una fiesta innecesaria en un hotel de lujo y por la ausencia de representación institucional y cultural más allá de un reducido séquito que forma parte o está vinculado a este proyecto.



EN su primer acto, con el Centro Cívico de la Avenida de Los Guindos como escenario, resaltaron las ausencias. Tanto el vacío político, con pocos o ningún representante ajeno al Partido Popular o al gobierno de la Diputación que, o bien no acudieron, o no fueron invitados. Pero no sólo faltaron apoyos políticos. La primera exposición del gran proyecto cultural de Elías Bendodo tampoco contó con presencia de críticos, artistas, representantes, gestores, periodistas y actores del mundo del arte más allá del ámbito provincial. No concitó interés bien porque la exposición sobre Warhol está desfasada y no tiene nada de novedosa, o bien por errores de protocolo. Fue en definitiva, una inauguración de chichinabo, o de morondanga, en expresión del crítico argentino Guille.

LA cosa se podría haber quedado en mediocre, pero el director del proyecto, Salomón Castiel, siguiendo la costumbre que instauró en su etapa en el festival de Cine, convenció al presidente Elías Bendodo para rematar la faena con una fiesta elitista en un hotel de lujo. Nada de barrios obreros y populacho. Ambiente VIP en la azotea del hotel Málaga Palacio con la ciudad a los pies del arte y sus elegidos.



Y los tiempos han cambiado. La época de las copas a costa de fondos públicos ha pasado ya. Es algo que chirría. Hasta el político más despreocupado huye de esta clase de celebraciones que la opinión pública desaprueba, por eso, los vacíos de este segundo acto de la inauguración resultaron si cabe más clamorosos y apenas fue nadie a festejar a un acto en el que la bebida había que pagarla a escote. ¿Era necesario este sarao? ¿Cómo se le explica a un vecino de, por ejemplo Montejaque, las prioridades de la política cultural del gobierno provincial?

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