OPINIÓN. Tribuna abierta. Por Juvenal Soto
Escritor
22/10/12. Opinión. ‘Vida de un escritor’, el libro de Gay Talese que recientemente ha editado Alfaguara (608 páginas, 21,50 euros), y que acabo de terminar de leer, sólo tiene una línea por mí subrayada. Es una dirección de Nueva York, ‘206 Este de la calle 63’ (…) es uno de esos rarísimos casos en los que nada me resulta tan sorpresivo
Gay Talese, el medio es el mensaje
LEO tumbado en la cama, sosteniendo un lápiz en la mano derecha con el que subrayo cuanto llama mi atención en la lectura y con el que escribo notas en los márgenes del libro. Es un método que adopté hace años, tras pasarme varios meses con la espalda doblada sobre una mesa y redactando fichas para el Departamento de Filosofía del Derecho de la Universidad de Granada. La ventaja que me proporciona este anotador régimen horizontal es clara: cuando repaso los libros de mi biblioteca con la intención de despedirme de algunos para dar la bienvenida a otros, aquellos que no contienen notas o subrayados pasan a mejor vida o a mejor biblioteca, según se mire.
‘VIDA de un escritor’, el libro de Gay Talese que recientemente ha editado Alfaguara (608 páginas, 21,50 euros), y que acabo de terminar de leer, sólo tiene una línea por mí subrayada. Es una dirección de Nueva York, “206 Este de la calle 63”. Allí estuvieron ubicados sucesivamente varios restaurantes en los que GT pasó muchas horas de su vida, comiendo bebiendo y disfrutando de substanciosas conversaciones con quienes regentaron el local y con algún que otro camarero. No me ha sido necesario subrayar más en este libro. O, mejor dicho, este libro es uno de esos rarísimos casos en los que nada me resulta tan sorpresivo como la totalidad del texto, sin excepciones. La distinción que he hecho con esa dirección de Nueva York obedece a mi interés personal en almorzar o cenar en el restaurante que hoy ocupe ese trozo de Manhattan en el que, según GT, tantos fracasaron como restauradores y tantos gozaron como comensales. ¿Les parece una banalidad? ¿Lo es? Veamos.
EN ‘Vida de un escritor’, GT pone ante el lector una tanda de historias que en su día estuvieron destinadas a ser publicadas en alguno de los medios en los que trabajó (The New York Times, The New Yorker, Time, Esquire y Harper's Magazine). Unas fueron rechazadas por los no tan misteriosos motivos que ciertos directores (editores en el ámbito anglosajón) jamás se atreven a comunicar a los autores; otras vieron la luz impresas por entregas, no en un único texto, como sí las recoge este libro; y las menos permanecieron inéditas hasta ahora en el archivo personal de GT. Todas y cada una de ellas demuestran que su autor probablemente no sea un escritor al uso, pero sí es un formidable narrador de historias. Y no es lo mismo.
EL escritor suele ser un tipo con ínfulas de más allá; es decir, alguien que pretende, a costa de los lectores y de lo no sólo estrictamente literario, trascender la literatura para conseguir un fin, llámese recado, corolario o como prefieran. Un fin o recado o corolario unívoco con el que podremos, eso sí, estar o no de acuerdo. El verdadero narrador cuenta historias y, además, las cuenta con los mejores utensilios de la literatura. Su recado y su corolario son la propia narración, alejada, o no, de las torres de marfil y de las artes por el arte. Será el lector quien elabore sus propias conclusiones, aunque tampoco sea este un requisito indispensable. En ‘Vida de un escritor’, GT cuenta historias, y las cuenta de un modo magistral; tan magistral que el lector, si lo desea, puede extraer una exclusiva conclusión: el encanto de la lectura que ni invita a disentir ni obliga a compartir otra cosa que el mismísimo goce de leer; es decir, el medio como mensaje. No es fácil hallar un mirlo tan blanco.
MÁS difícil aún resulta encontrar un híbrido de escritor-narrador que comparta los caracteres de ambos prototipos y los aúne en un ente superior a los dos. GT puede que sea ese híbrido -no sé cómo llamarlo y está claro que Gay Talese tampoco- y ‘Vida de un escritor’ acaso demuestre, como ningún otro texto, mi suposición. Desde la desgraciada jugadora china de fútbol que falla un penalti en la final de unas olimpiadas hasta los comienzos del movimiento anti apartheid en Alabama, pasando por la rocambolesca historia del edificio sito en aquella dirección de Nueva York que más arriba mencioné, este libro es el mejor prodigio de alguien que es y se sabe prodigioso.
EN España el “Nuevo Periodismo” de GT pudo tener coetáneos en César González Ruano y en dos o tres nombres más de aquellas carretadas de contertulios que pulularon por el Gran Café Gijón, aunque los herederos privilegiados de ese Stil Nuovo son, según mi criterio, el penúltimo Umbral y el Manuel Vicent de Daguerrotipos. Hay muchos Vicent y hay muchos Umbral. Alguno de ellos, especialmente cuando escribe novelas, incluso me recuerda a Pío Baroja, aquel señor que espurreaba los signos de puntuación luego de escribir un párrafo, o un artículo, o un libro. En España, decía, el nuevo y el viejo periodismo parecen ser tareas de matagallos y juleperos bravos, por un lado, y de jefes de protocolo y encargados de relaciones públicas, por otro. Dejémoslo ahí.
‘VIDA de un escritor’. Me huelo que o GT o sus editores -los editores tienen derecho de pernada sobre los títulos- juegan a despistar a los lectores con ese rótulo, pormenor importante que, sin embargo, no merma, ni mucho menos, el interés de la obra. Lo que sí disminuye es mi encanto con la reiterada dirección de Nueva York. Acabo de consultar Google Maps y he descubierto, entre horrorizado y divertido, que no queda rastro de restaurante alguno en ese lugar. Zen Buddhist Temple, reza un pulcro cartel colocado en el escaparate. Es lo mejor del “periodismo literario”: se purga por la meditación.