“Hoy miro a mi alrededor y veo que los padres de mi edad, son siervos de sus hijos, con el pensamiento de base: “que tengan más de lo que hemos tenido nosotros”, están dejando a sus hijos sin el concepto esfuerzo”

OPINIÓN. La arquitectura del turista. Por Luis Callejón
Arquitecto


15/11/23. Opinión. El arquitecto y experto en turismo Luis Callejón escribe en su colaboración para EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com un artículo sobre el esfuerzo: “Espero que la generación Z tenga un as en la manga que les permita sobrevivir con el concepto esfuerzo que le hemos transmitido en un entorno en el cual es necesario incorporarlo para conseguir objetivos individuales y colectivos”...

Los Zetas y sus esfuerzos

¿Y ahora qué?, es la pregunta que me hago todos los días, ya sea al leer un periódico como al afrontar un nuevo reto de trabajo.


Me veo en un mundo inmerso donde el día a día no para de sorprenderme, y no en formato feliz, sino todas confusiones, malas interpretaciones, falta de formación, etc.

Voy a dar un paso atrás y me voy a centrar en los aspectos generales de la situación de falta de mano de obra. En los sectores de alojamiento y de restauración, existe una carencia de mano de obra, también se repite en sectores que requieren aporte físico como la construcción, el campo, etc. Y yo que soy un tío curioso, me gusta hacer hipótesis sobre el origen de las situaciones y ponerlas a debate, para poder plantear posibles reacciones.

Cuando yo era joven, y regular estudiante, tendría 16 años cuando en mi vida académica sufrí un patinazo que me origino suspender una asignatura y por consiguiente la ira de mi padre, la cual me trasmitió de la siguiente forma; con un tono calmado, sin levantar la voz, me dijo que para que yo pudiera elegir lo que más me gustase, trabajar o estudiar, debería de probar las dos cosas para posteriormente hacer una buena elección. La vida de estudiante era obvia que la conocía, pero la laboral no tenía ni idea, por lo que me puso a trabajar. Recuerdo ese verano cuando me cito en el hotel a las 9:00 para mostrarme mi puesto de trabajo, yo estaba acostumbrado a que mi padre me llevara a la parada del autobús para ir al colegio todos los días, pues ese día me dijo que para aprender lo que se siente, había que vivir lo que vive un trabajador con menos recursos, y por consiguiente que me bajara a la parada del autobús, lo cogiera y fuera al trabajo, y por supuesto, que no se me ocurriese llegar tarde. Al final salía una hora antes que él para llegar al mismo sitio y a la misma hora.

Cuando llegué el primer día, me llevó a uno de los pasillos del hotel y a la primera camarera de piso que pasaba por allí, le dijo: “este es responsabilidad suya, si él la caga, la caga usted”, me dejó en manos de los trabajadores y en un puesto de trabajo prácticamente extinguido, ballet, que era la persona que llevaba la ropa sucia y limpia de la lavandería a las habitaciones y viceversa (no había aire acondicionado en esos trabajos). Así estuve todo el mes de julio y de agosto, y sin remuneración económica ya que él decía que era para que yo pudiera decidir y debería saber bien que se siente. En aquel momento me supuso un enfado con mi padre porque no lo veía con la claridad que él lo transmitía, pero afortunadamente pude agradecerle en vida lo que hizo por mí en ese momento.


Mi padre premiaba el esfuerzo, y me educó en esa línea, creo que como a muchos de mi generación. Un ejemplo de ello era cuando le decía que, si me podía llevar al entrenamiento de baloncesto, empezaba con una mueca de sonrisa y terminaba con una carcajada, diciendo que mi obligación era estudiar, y si quería ir al entrenamiento pues que me montase en el portillo (autobús) y fuese, yo le decía que tardaba mucho y el seguía sonriendo. Luego para poder satisfacer mis preferencias tenía que recurrir al esfuerzo, alguna vez cogí el autobús.

Esto no ha generado un trauma en mi vida, es más, me ha ayudado a poner el esfuerzo en muchas actuaciones que se convirtieron en éxito personal. Hoy miro a mi alrededor y veo que los padres de mi edad, son siervos de sus hijos, con el pensamiento de base: “que tengan más de lo que hemos tenido nosotros”, están dejando a sus hijos sin el concepto esfuerzo.

La generación Z, es la que está recibiendo esta educación, son los que han nacido con un dispositivo digital en las manos, que les permite tener lo que quieran en el mismo día o como máximo al día siguiente, salvo cuando tengan que encontrarse con la burocracia administrativa, que los tiempos de ejecución que tienen son de otra galaxia (por el tiempo de ir y volver), e incompatible con alguien que quiera las cosas para mañana.

Estamos pasando por un momento de transformación de nuestra manera de hacer, donde velocidades de la era del carro tirado por caballos (siglo XIX) sigue siendo la misma velocidad que con el coche eléctrico (siglo XXI), hablando de la administración y excepcionando a la parte recaudadora de ella, ya que esos si van a la velocidad de la luz.

Espero que la generación Z tenga un as en la manga que les permita sobrevivir con el concepto esfuerzo que le hemos transmitido en un entorno en el cual es necesario incorporarlo para conseguir objetivos individuales y colectivos. Esta generación (Z) y las posteriores chocan con el carruaje de caballos, ya que van a otra velocidad y con mínimo consumo de energía, y generará un cambio en los modelos tradicionales, tanto de desarrollo como de gestión.

¿Y ahora qué?, pues un poco más de lo mismo, pero con una pequeña ilusión de cambio por la generación que viene y lo que exige.

Con todo esto y con las navidades tan cerca, será mejor que saquemos la botella de Anís y le pidamos a nuestra tía: “Anís tía”, y a cantar la vida me engaño.

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