“Todo esto ocurre sin necesidad de una ley turística revolucionaria, sino por la presión suave pero constante de una nueva forma de viajar, compartida en redes, viralizada en segundos”

OPINIÓN. La arquitectura del turista. Por Luis Callejón
Arquitecto


03/07/25. Opinión. El arquitecto y experto en turismo Luis Callejón escribe en su colaboración para EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com sobre turismo alternativo y sostenible: “Lugares de la costa mediterránea desde Cataluña hasta Andalucía que han sido destinos clásicos de sol y playa, acostumbrados a un turismo de volumen, podrían ver cómo una parte del público más joven opta por escapadas...

...a destinos menos saturados y más "auténticos", desplazando parte de la economía hacia zonas hasta ahora olvidadas por las grandes agencias”.

El viajero de mañana y la sostenibilidad

Empezamos un nuevo verano, con las saturaciones típicas del periodo estival y las altas temperaturas que nos recuerdan la necesidad de arrimarse a la orilla para al menos poder sentir el frescor del mar, aunque suba su temperatura. Junto con el verano empiezan a saltar voces que reivindican un modelo diferente, y no seguir con el que hasta ahora hemos predicado y vendido, el turismo de masas, batiendo récords anuales de visitantes, sin pensar en otra consecuencia que la rentabilidad por turista.


España es un país turístico, vemos promociones de pueblos que no sabíamos que existían, todos con la misma intención, dejar la despoblación a un lado e incrementar el número de visitantes para así dar vida al pueblecito que se vacía, ya sea con la tranquilidad como estandarte, naturaleza o incluso actividades agrícolas y ganaderas para los clientes, con la promesa de que allí el tiempo se detiene y los perros aún duermen en mitad de la carretera. Pero mientras unos promueven la calma rural como si fuera una experiencia espiritual, otros, sobre todo jóvenes y nómadas digitales, están cambiando las reglas del juego sin pedir permiso a nadie.

Porque no, el turismo ya no se resume en sombrilla, chiringuito y paella plastificada. La generación Z y los millennials están desmontando el modelo tradicional a golpe de stories, workations y alojamientos eco-friendly que reciclan hasta los pensamientos.

Según datos del Informe de Sostenibilidad del Turismo 2023 del Consejo Mundial de Viajes y Turismo (WTTC), el 69% de los jóvenes viajeros priorizan destinos que minimicen su huella de carbono, aunque luego lleguen en vuelos low cost que emiten lo mismo que una central térmica rumana en plena Nochebuena.


Lo cierto es que el nuevo viajero independiente prefiere experiencias auténticas, como dormir en una yurta solar en mitad del Matarraña, o pagar por recoger basura en una cala "secreta" recomendada por TikTok. Según Booking.com, el 76% de los viajeros de entre 18 y 34 años está dispuesto a pagar más por alojamientos sostenibles. Eso sí, con Wi-Fi de alta velocidad, porque la sostenibilidad está muy bien, pero sin renunciar a subir el dron desde la azotea para grabar el amanecer o atardecer con música de chill out.

Este nuevo enfoque del turismo puede alterar de forma notable el equilibrio de los destinos clásicos de sol y playa. Lugares de la costa mediterránea desde Cataluña hasta Andalucía que han sido destinos clásicos de sol y playa, acostumbrados a un turismo de volumen, podrían ver cómo una parte del público más joven opta por escapadas a destinos menos saturados y más "auténticos", desplazando parte de la economía hacia zonas hasta ahora olvidadas por las grandes agencias. De seguir esta tendencia, las cadenas hoteleras deberán reinventarse: no basta con ofrecer piscina y buffet libre, sino que habrá que instalar puntos de carga para bicicletas eléctricas, compostadores en los jardines y zonas de coworking con vistas al mar.

Y lo más paradójico es que todo esto ocurre sin necesidad de una ley turística revolucionaria, sino por la presión suave pero constante de una nueva forma de viajar, compartida en redes, viralizada en segundos, y con más influencia que cualquier campaña institucional de millones de euros. El turista ha cambiado. El destino, si quiere sobrevivir, tendrá que hacerlo también.

Es complejo el cambio, y a día de hoy las promociones siguen en la línea de volumen, aunque la fraccionemos por sectores, y si vemos los distintos clientes y los cambios que están realizando, la administración podría invertir en infraestructuras para que el destino sea sostenible de verdad, no porque las empresas que lo componen, lo sean. Sin infraestructuras sostenibles, nos castigaran los clientes del mañana.

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