A los siete años conocí a Matsumoto. El destino tiene formas sutiles de colarse en tu vida y lo hizo a través de ese hombre”

OPINIÓN. La importancia de ser idiota
Por Luis Molero. Escribidor y mecánico mental


29/05/23. 
Opinión. El escritor Luis Molero continúa su colaboración semanal en EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com con ‘La importancia de ser idiota’, una sección en la que comparte algunos de sus relatos. Molero tiene una Newsletter, ‘Ilusionante’ (AQUÍ). Hoy nos trae ‘たからもの (tesoro)’...

たからもの (tesoro)

A los siete años conocí a Matsumoto.


El destino tiene formas sutiles de colarse en tu vida y lo hizo a través de ese hombre.

No recuerdo la cara. Solo una sonrisa mal colocada.

Quiero decir que sonreía a destiempo.

O tal vez todo el rato.

No lo sé.


Matsumoto estuvo una Semana Santa en mi casa.

En mi pueblo nadie había visto un oriental de cerca, por eso durante unos días tuvimos más visitas que nunca…

Con las excusas más variopintas.

Algunos salían decepcionados porque no era lo suficientemente amarillo.

Como si hubiera desteñido en mi casa.


De Matsumoto recuerdo un par de cosas:

Que se tomó un café hirviendo de un trago y sin dejar de sonreír.

Y que alguien le regaló una campanita de bronce y él decía:

“Mi tesoro”.


Cuando Matsumoto regresó a Japón empezó a escribirle a mi hermano mayor, su compañero de la universidad.

Por las noches yo me tumbaba en la cama con mi hermano y miraba aquellas postales de geishas que parecían mariposas y templos dorados.

Creo que ahí se me coló el sueño.

Y empezó a dirigirme —sin que lo supiera— a la tierra de los cerezos en flor.


Hace un momento acabo de hablar con mi hija mayor.

Vive en Tokio y me llamó para que la viera con su kimono azul turquesa.

“Estás preciosa. Pareces una mariposa”, le dije.

Y me callé “gracias, mi tesoro”.


La vida no se entiende mientras la vas viviendo.

Es ahora, al mirar atrás, que veo como todo tuvo sentido.

Como a veces vamos a un país muy lejano

(o ahí, a la esquina de al lado, no importa)

Para encontrar nuestro tesoro.

Eso que te hace decir gracias cada vez que lo piensas.


PD Tengo un takaramono (tesoro). No es para cualquiera. Lo tienes aquí en el enlace.

Imparable. Un libro de cambios.