“La migración es una realidad compleja e imparable, una consecuencia de un orden mundial dividido en un Norte rico y próspero y un Sur pobre y sin perspectivas”
OPINIÓN. La mirada crítica. Por Eduardo Sánchez de Hoyos
Doctor en Historia del Arte, gestión del patrimonio cultural
02/09/24. Opinión. El doctor en Historia del Arte, Eduardo Sánchez, continúa su colaboración con EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com con un artículo sobre la migración: “Creo que no hace falta ni repasar las barbaridades que la ultraderecha ha venido diciendo sobre las personas migrantes, no ya de ahora sino desde siempre, y que desde la victoria de Donald Trump con su promesa de que levantaría un muro impenetrable...
...se ha ido expandiendo como una auténtica pandemia de fascismo por todo el planeta”.
Ningún ser humano es ilegal
No puedo admitir el marco del debate que impone el fascismo. La izquierda no debe ni puede equivocarse en los términos en los que se maneja la discusión pública sobre un fenómeno tan complejo y delicado como son los movimientos migratorios que se producen del sur hacia el norte.
El derecho internacional recoge el derecho a migrar y al asilo como un derecho humano, así como el principio de no devolución, que establece la prohibición de los estados de devolver a las personas que llegan como refugiadas a su territorio a un país considerado no seguro. La Declaración Universal de Derechos Humanos, en su artículo 13 establece que:
1. Toda persona tiene derecho a circular libremente y a elegir su residencia en el territorio de un Estado.
2. Toda persona tiene derecho a salir de cualquier país, incluso del propio, y a regresar a su país.
Creo que no hace falta ni repasar las barbaridades que la ultraderecha ha venido diciendo sobre las personas migrantes, no ya de ahora sino desde siempre, y que desde la victoria de Donald Trump con su promesa de que levantaría un muro impenetrable se ha ido expandiendo como una auténtica pandemia de fascismo por todo el planeta. De todos es sabido ya, como la derecha tradicional ha quedado contagiada al punto de herida de muerte por el fascismo en auge. La derecha tradicional, la que se consideraba demo-cristiana, insulta hoy o ignora en el mejor de los casos al mismísimo Papa Francisco, cuando éste apela a la compasión y caridad cristiana. Así están las cosas.
Ya hemos visto varios episodios en la frontera con Marruecos, ante las criminales concertinas, muy mal gestionados por las fuerzas de seguridad y su principal responsable, el ministro Marlaska. Por duras que fueran las imágenes, siendo absolutamente realistas no podemos esperar nada muy diferente por parte del despliegue policial, gobierne quien gobierne. Así están las cosas. Así que ya podíamos sospechar que al presente gobierno de coalición, —el que por otra parte tiene mi apoyo, ¡qué remedio!— anda un poco escaso de la sensibilidad que se espera de un gobierno de izquierdas, o al menos yo personalmente esperaba, como mínimo otras formas y otra dialéctica al respecto.
La alarma definitiva saltó en mí cuando escuché cierta parte del discurso del presidente Pedro Sánchez en su reciente visita a 3 países africanos (Mauritania, Gambia y Senegal). Estoy seguro que buscaba un efecto positivo, todo lo contrario de lo que nos han producido a muchas personas de izquierdas sus palabras. Me parece acertado que vaya a visitar algunos de los países emisores de la migración que recibimos en cayucos y pateras y que se juegan la vida en el mar, perdiéndola en muchos casos. Me parece que el acuerdo sobre planes de empleo con estos países puede ser un camino decente, lejos de ser lo que el PP califica de “efecto llamada”.
Dicho esto, no puedo permanecer en silencio ante declaraciones como la vertida por Sánchez: “es imprescindible el retorno de quienes han llegado a España irregularmente". No entiendo tal torpeza dialéctica. Máxime cuando el propio PSOE ha tramitado una propuesta de regularización de más de medio millón de personas que llevan más de 4 años viviendo sin papeles en regla y, por tanto, probablemente explotadas. No sé a qué viene esto de la “expulsión”, ahora. No sé si es torpeza, falta de sensibilidad o miedo al debate público que impone la ultraderecha.
El fascismo tiene la virtud de persuadir al pueblo mediante una apelación continua a la acción. Son reaccionarios por definición ante la realidad social. Así funciona el populismo ante la complejidad sociológica. Como si fueran problemas domésticos que se pueden arreglar barriendo con la escoba, o dando un puñetazo en la mesa. Cuando la realidad es siempre compleja, poliédrica, y legislar sobre ella para transformarla, debe por un lado, contar con la pluralidad, y por otro, desarrollarse de manera paulatina y lenta en el tiempo.
El postulado de Sánchez parte del error de querer encontrar una solución pragmática y utilitaria: "la migración no es un problema, sino una necesidad que implica ciertos problemas”. La migración es una realidad compleja e imparable, una consecuencia de un orden mundial dividido en un Norte rico y próspero y un Sur pobre y sin perspectivas. Por supuesto, que es un problema en sí mismo. La migración no se produce sin drama en el origen y raíz del problema, y es ahí donde debemos actuar, es decir, en el reparto de la riqueza, en los conflictos bélicos, etc, etc. Las consecuencias molestas para el primer mundo, déjenme que les diga, son absolutamente una nimiedad, diga lo que diga la ultraderecha. Es muy doloroso que en mitad de una oleada sin precedentes de xenofobia como la que hemos visto en Inglaterra, con odiadores proclamando su derecho a odiar por toda Europa, el presidente Sánchez no sé de cuenta que expone al más débil al decir que "se extienden otros delitos como tráficos ilícitos de toda clase y también el terrorismo". Sea o no sea verdad esto, esas palabras solo ayudan a estigmatizar al que llega escapando de la muerte. Y desde luego que devolverlos en caliente que es de lo que se trata no es un mensaje desincentivador como ha declarado Sánchez: “principalmente porque este retorno traslada un mensaje desincentivador, nítido y claro y contundente a las mafias y a quienes se ponen en sus manos". ¿De verdad? ¿Alguien piensa que las personas que huyen de la miseria, o de la guerra están pendientes de las estadísticas de éxito o devolución de sus travesías? ¿De verdad a las “mafias” que les cobran los viajes les importa si los devuelven o no? Entonces, jamás se hubieran tirado al mar. Y quien diga lo contrario no puede ni imaginar la desesperación que azota a las personas que se juegan la vida.
No quiero terminar sin dejar de reflexionar sobre otro concepto que me parece de una hipocresía inaudita que el presidente Sánchez lo haya promovido en sus acuerdos laborales en la visita africana. La llamada migración circular: «un mecanismo que consiste en la contratación de trabajadores en sus países de origen con el objetivo de trasladarlos a España para trabajar durante una temporada en sectores con más dificultades de cobertura de vacantes, como la agricultura y la construcción. Una vez finaliza su contrato -fijo discontinuo-, que no puede durar más de nueves meses cada año, el empleado debe volver a su hogar».
Es decir, es coger la fuerza de trabajo que necesitamos, — bueno que necesitan los empresarios que nunca van a votar a Sánchez y que buscan liquidarlo —, y devolver a estos trabajadores al boquete de dónde los hemos extraído con carácter temporal. Nos convertimos en un Estado que usa una nueva forma de colonialismo-imperialismo, al uso de las Empresas de Trabajo Temporal (ETT’s). Todo son ventajas. Por cierto, España tiene suscritos acuerdos para la migración circular con Ecuador, Argentina, Uruguay, Colombia, Honduras, Senegal y Marruecos. Ahora se añadirán Gambia y también Mauritania.
A este ritmo, con una izquierda insensible a los Derechos Humanos, insensible a los más débiles, con una mentalidad utilitaria por encima de la justicia social, pronto gobernará la ultraderecha, o lo que es lo mismo, los postulados del neofascismo.
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