Mientras parece imposible reabrir nuestro parque de atracciones más querido, se da la paradoja de que la ciudad se ha convertido en un Tívoli impostor sin comerlo ni beberlo”

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PINIÓN. El Blues de la señora Celie. Por Ainhoa Martín Rosas
Licenciada en Sociología y diseñadora, @aimaro6

15/10/24. Opinión. Ainhoa Martín, socióloga y diseñadora, en esta colaboración para EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com escribe sobre la turistificación de Málaga: “En algún momento de nuestra historia reciente alguien pensó que, quizás, deberíamos imitar ese modelo económico y social, y nos fuimos olvidando poco a poco de todo ese potaje de identidad cultural propia que nos definía. Así que nos hemos...

...ido aculturando hacia el Capitalismo y, a falta de montaña rusa, hemos ido haciendo acopio de grandes atracciones y casetas en el casco urbano, para solaz de los turistas y nómadas que nos visitan”.

Malaland

Málaga, la muy Hospitalaria, está llena de símbolos, los que somos de aquí lo sabemos bien y hemos crecido con ellos. Vamos, que si no los reconoces, no puedes decir que seas de aquí, pero si lo eres, puedes asegurar que perteneces al noble linaje de Chiquito de la Calzada.

Eres de Málaga si, cuando eras una tierna criatura, tus padres de repente te sentaron un día en el burrito Platero del Parque y te hicieron la foto de rigor, para seguir pulimentando su lomo, eternamente brillante, y, de paso, dar lustre a la vitrina del salón con la foto de su pimpollo.

Eres de Málaga si recuerdas haber comido en cualquier merendero (ahora chiringuito) con los pies llenos de arena. De hecho, incluso recuerdas ver a gente enterrando algún que otro plato en la arena (cosas de la picaresca malagueña). También recuerdas haberte bañado en aguas llenas de detritus para luego salir a secarte al sol sobre un pedregal, entre las manchas de alquitrán y el olor de los pozos ciegos de la playa, antes de regeneraciones, espigones y colectores… Incluso, por ser malagueño, recuerdas haber sobrevivido a la ola del Melillero, no así tu toalla ni tus chanclas.

Eres de Málaga si en tu memoria existe algún recuerdo de hogueras en San Juan, de Júas quemados, de baños veraniegos a la hora en que salen los vampiros, de regresar a casa feliz de haber incinerado tus apuntes del instituto para no volver a estudiarlos jamás…

Y, eres de Málaga también, si alguna vez has pasado por el Tívoli y te has paseado en sus coches Ford, como si de la atracción más novedosa del mundo se tratase. Si te has subido al barco Mississipi, si te has mareado dando vueltas en su tiovivo o, más viejunamente, si alguna vez te caíste al suelo en su extinto Cinema 180 en ese momento en que el camión se arrojaba a un acantilado de enormes dimensiones… también eres de Málaga. ¡Qué tiempos aquellos!, ¿verdad?

Los malagueños estamos hechos de recuerdos, y es su conjunto el que nos dio una identidad propia en aquellos años en que veíamos con cierta envidia a las ciudades y pueblos de nuestra costa, donde “había turistas y movimiento”, e incluso un parque de atracciones al que todos peregrinamos anualmente con devoción. Pero en algún momento de nuestra historia reciente alguien pensó que, quizás, deberíamos imitar ese modelo económico y social, y nos fuimos olvidando poco a poco de todo ese potaje de identidad cultural propia que nos definía. Así que nos hemos ido aculturando hacia el Capitalismo y, a falta de montaña rusa, hemos ido haciendo acopio de grandes atracciones y casetas en el casco urbano, para solaz de los turistas y nómadas que nos visitan.


De hecho, llegamos a tener una noria en pleno puerto y contra el deseo manifiesto de los vecinos de la zona (y de la Ley, y eso es aún más grave). En nuestras calles, ahora, podemos encontrar todo tipo de restaurantes y servicios que, como en el mejor parque temático, imitan lugares del mundo o momentos del espacio tiempo: Se puede degustar una cerveza negra y templada en una taberna irlandesa, o comer un típico bowl hawaiano, todo muy de aquí. Mi favorita es la caseta de los piratas que vende chucherías a precio de Eurodisney... bueno, las casetas (porque son varias). Y es un misterio para mí que, vendiendo chucherías, se prospere tanto, cuando en Málaga, de toda la vida, los quiosqueros han sido gente humilde y, precisamente ahora, andan los pobres de capa caída. Quizás, los kioscos, son nuestros coches Ford... o, a lo peor, nuestro Cinema 180.

Cabe señalar que en nuestro Malaland particular ha sucedido como en el entrañable parque de atracciones: Cuando yo era chiquitita se pagaba la entrada y ya, pero en sus últimos tiempos, era necesario adquirir un Supertivolino o pase VIP extra para poder acceder a determinadas atracciones y no tener que esperar colas. En el centro de Málaga, ahora también, si queremos contemplar ciertos eventos en nuestra Semana más señalada, tenemos que sacar la pulserita previamente, como si de un festival de primavera se tratara. Otro tanto para poder ver el espectáculo especial de calle Larios. Suerte que todavía podemos acudir al anfiteatro de la Tribuna de los Pobres sin pagar, pero tranquilos, que todo se andará… (lo de las luces de navidad sospecho que se está esbozando).

Este fin de semana muchos jóvenes se han manifestado por el derecho (¿Constitucional?) a una vivienda digna y decía una chavala a los medios: “han convertido las ciudades en parques temáticos”. Pues sí, “disneyficación” es el término más acertado, creo yo. Y resulta que, mientras parece imposible reabrir nuestro parque de atracciones más querido, se da la paradoja de que la ciudad se ha convertido en un Tívoli impostor sin comerlo ni beberlo, así que sólo nos queda sacar entradas y asistir a nuestro propio espectáculo intentando revivir aquella ilusión de la foto del burrito :-( Contradicciones, ya saben: “Revivir momentos que jamás pensó que volvieran a pasar…junto al mar en la Costa del Sol allí le espera Málaga”...