“Cuando no podamos atravesar la ciudad, dependeremos de un transporte público que en muchos casos también es muy contaminante e insuficiente para cubrir muchas necesidades”
OPINIÓN. El Blues de la señora Celie. Por Ainhoa Martín Rosas
Licenciada en Sociología y diseñadora, @aimaro6
07/01/25. Opinión. Ainhoa Martín, socióloga y diseñadora (AQUÍ), en esta colaboración para EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com escribe sobre el transporte público en la provincia de Málaga: “En esta fantástica Mágala bombonera y reonda, próxima a acoger un Mundial de fútbol masculino (como paso previo habrá que pensar a dónde se traslada el mercadillo de pedigüeños locales que se celebra con gran éxito...
...de público en el backstage de la Rosaleda, pero eso será otro artículo), en esta Mágala, digo, escucho una cuña publicitaria radiofónica que asegura que “la vivienda ya no es problema” y por 204.000€ te puedes comprar un chalet adosado en Álora, con jacuzzi en la terraza y todo”.
Seguimos para bingo
Estas fiestas, he vuelto a ver “Super Ocho”, y me ha emocionado de nuevo. Sí, ya sé que es un cocktail perfecto del más clásico Spielberg con sus ingredientes infalibles: críos desubicados ante un evento familiar traumático, rodaje de peli casera de zombies en urbanización típica americana de cualquier pueblecito, el ejército Yankee asaltando la población a la Bastilla, fenómenos paranormales relacionados con extraterrestres… en fin, el Área 51 extended version, dejando volar un poco la imaginación. El protagonista, Joe Lamb, es un chico que acaba de perder a su madre y está obsesionado con las maquetas de tren.
Cuando yo era pequeña, los trenes eran importantes, pero fueron desbancados por el Scalextric, aunque yo pedí el Ibertren más de una vez, animada por mi abuelo, que siempre soñó con tener uno siendo chico y, por desgracia, la Guerra Civil y el hambre lo habían impedido. Un año me llegó un sucedáneo de otra marca, más baratillo, y más pequeño, pero no me importó demasiado porque por fin podía ponerlo a dar vueltas en torno a una columna del salón de su casa, cargado de muñecas y alguna que otra chuchería…
En mi memoria permanecen también los viajes noventeros a Córdoba, cuando el tren era barato e íbamos muchos amigos sentados en el suelo del vagón de carga, tocando la guitarra y cantando, cuando era más joven, como dice la canción de Sabina… El tren era asequible y no importaba ni la decrepitud de los vagones, ni la incomodidad de los sillones, ni la falta de extras, como películas o cafetería. Nos lo tomábamos como un rato largo y a disfrutar del paisaje y de la conversación. No había quejas por la calidad de los auriculares (porque no existían) ni te devolvían el dinero si no se llegaba a tiempo y, es más, a menudo, había grandes retrasos. Pero era otra vida y nos la tomábamos con mucha más filosofía. Y lo importante es que podías ir a los sitios en tren y no te costaba un riñón.
Tuve una época también de coger mucho el cercanías (C1) a Torremolinos, cuando mis abuelos vendieron su casa de la calle Gordon y se fueron allí a vivir. Hace muchos años que no cojo esa línea, pero confieso que me da un poco de reparo, ya que las noticias que se ven en prensa sobre ella, últimamente, no son muy positivas: sobrecarga de viajeros, retrasos, cortes, horarios reducidos… Da pereza solo de oírlo.
En esta fantástica Mágala bombonera y reonda, próxima a acoger un Mundial de fútbol masculino (como paso previo habrá que pensar a dónde se traslada el mercadillo de pedigüeños locales que se celebra con gran éxito de público en el backstage de la Rosaleda, pero eso será otro artículo), en esta Mágala, digo, escucho una cuña publicitaria radiofónica que asegura que “la vivienda ya no es problema” y por 204.000€ te puedes comprar un chalet adosado en Álora, con jacuzzi en la terraza y todo.
Una, que es curiosa, corre a preguntarle a San Google, el santo al que se ha encomendado la ciudad de mis amores en los últimos tiempos, cuánto se tardaría en llegar en transporte público desde Álora al Palo, por plantearse un poner, y el resultado que arroja el Maps es que, cogiendo el Cercanías C2 y algún autobús de la EMT, necesitaría invertir en total una hora y tres cuartos. Es decir, si decidiera exiliarme voluntariamente de mi barrio de toda la vida a Álora, cosa que al señor alcalde no le parece un drama, tardaría más en regresar a mi barrio que en llegar en coche a Granada, solo por plantearme un poner…
Ahora que muchos vehículos van a ser excluidos de la tan cacareada Zona de Bajas Emisiones, reclamo que nos permitan declarar a los barrios Zona de Bajos Derechos, puesto que los vecinos de toda la vida, con coches que apenas logran pasar la ITV, y sin garaje donde enchufar vehículos eléctricos o híbridos, que tampoco podemos comprar, vamos parcheando los antiguos, que circulan por la ciudad con parachoques y retrovisores de colores variopintos, emitiendo partículas que, por otra parte, también emite en abundancia nuestra entrañable cementera, por ejemplo. Es decir, ni podremos entrar en la zona con nuestros vehículos tarde o temprano, ni somos tampoco dignos del aire puro de la misma. Y así, en una suerte de Apartheid climático, cuando no podamos atravesar la ciudad, dependeremos de un transporte público que en muchos casos también es muy contaminante e insuficiente para cubrir muchas necesidades, especialmente en los barrios sin metro.
Así que este año, volví a pedirle a los Reyes Magos un tren, pero esta vez, que atravesara toda la costa, de Nerja a Estepona, y, aunque no ha llegado, el Ministro antes conocido por escupir sapos y culebras en las Red por eXcelencia, y ahora redimido como súper héroe reparador de infraestructuras, me ha prometido que lo va a estudiar. Aunque pronto ha comprobado que es una tarea titánica dada la especulación urbanística y la sobreconstrucción, y rápidamente ha explicado que es un proyecto muy complicado. Imaginemos la cantidad de años necesarios para negociar expropiaciones y expedientes y poder poner, simplemente, un tren elevado sobre pilotes, ningún político quiere reconocer la verdad, ¿quién le pone el cascabel al gato?
Empieza mi año, por tanto, con la desilusión de los Reyes Magos. Tampoco me ha tocado el gordo de la lotería, así que la única esperanza que me queda es que nos toque el bingo del Mundial de Fútbol y nos construyan un Ibertren Litoral para poder transportar a los ultras de una población a otra. Así, al menos, no destrozarán siempre las mismas plazas… Han cantado línea, luego seguimos para bingo, pues. Feliz año a todas y todos, menos a los que hicieron negocio con los terrenos para el tren.