Sacó el mismo sobre que Victoria había vislumbrado minutos antes y lo abrió con ansiedad. En el membrete ponía: Centro de Estudios Genéticos”

OPINIÓN. Crónicas malacitanas
Por Augusto López y Daniel Henares. Ilustración: Fgpaez

14/05/25. Opinión. El escritor y profesor de escritura, Augusto López, junto con el también escritor, Daniel Henares, continúan con su sección semanal en EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com, ‘Crónicas malacitanas II’ https://linktr.ee/cronicasmalacitanas, la segunda temporada del folletín cómico cósmico malaguita, que recupera el espíritu de los folletines del siglo XIX, donde los autores hacen crítica social...

...Cada capítulo trae consigo además un dibujo del ilustrador Fgpaez.

Capítulo 24


Victoria y Hans entraron en el bar y se sentaron.

—¿Qué es eso? —dijo Hans señalando el plato que llevaba el camarero. —Parece un platillo volante.
—Como colofón a la visita guiada de hoy te haré probar algo que llevará tu estómago a otra dimensión. —dijo Victoria riendo. —¡Camarero, dos camperos!

Victoria observaba cómo Hans engullía el segundo campero de pollo cuando le llamó la atención la conversación de cuatro ancianos en la mesa de al lado.

—Esto se tiene que acabar. Tenemos que hacer algo.
—¿Qué podemos hacer? La ley es la ley, y hay que cumplirla.
—¿No se dan cuenta de que están echando a los malagueños de su ciudad?
—Mi nieto y su novia se han tenido que ir a vivir a un pueblo, a una hora, porque no tienen dinero para el alquiler, ¡y los dos están trabajando!

Hans se volvió hacia donde Victoria estaba mirando.

—¿De qué hablan?
—Del problema de la vivienda en Málaga. Muchos de los pisos piden la licencia de alquiler vacacional y los pocos que quedan disponibles están por las nubes.
—¿Y qué dicen de una ley? – Dijo Hans con un extraño brillo en los ojos.
—Disculpen señores. —dijo Victoria al grupo de ancianos. —¿De qué ley están hablando?
—Señorita, el ayuntamiento había frenado la concesión de licencias alquileres vacacionales, y esto nos había dado un respiro, pero nos hemos enterado de que preparan una nueva ordenanza que volverá a permitirlo. —dijo uno de ellos.
—Caballeros, discúlpenme. —dijo Hans. —¿Pueden facilitarme esas ordenansas?
—Es abogado. —dijo Victoria a los ancianos.
—¡Claro! Os pondremos en contacto con la Plataforma.


Hans le pidió un par de días para estudiar las ordenansas. Cuando apareció, Victoria no podía salir de su asombro cuando lo vio aparecer con traje, corbata y maletín. Habían quedado con los miembros de la Plataforma para una Vivienda Digna.

—Revísenlo por favor. —dijo Hans, entregándoles un documento. —Mi español no es perfecto y puede haber algún error.
—¡Está perfecto! —dijo Victoria tras revisarlo. —¡Muchas gracias! —Y, sin pensarlo le propinó un sonoro beso.

Por un momento ambos se quedaron en silencio.

—Señor Mercier. —dijo el agente judicial, mientras le ponía un papel en la cara. —Esta es una orden del juez para el cese inmediato de la actividad de alquiler vacacional en este edificio.
—¡Ce n’est pas possible! —dijo el francés con cara de asombro. – Cumplimos todas las leyes.
—Todas, excepto una ordenanza de 1724 que aquel señor ha encontrado… —dijo, señalando a Hans, en la calle.

Desde la calle, Victoria y Hans saludaron al francés y no pudieron evitar hacerle la peseta.

—Muchas gracias Hans. Sin tu ayuda habría sido imposible conseguirlo. —dijo Victoria, cogiendo a Hans de las manos.
—Tú hiciste los contactos y finalmente presentaste la denuncia. ¡Todo lo has hecho tú! Muchas gracias a ti Victoria, por demostrarme todo lo que se puede hacer con voluntad.
—¡Parejita! —Sus amigos de la Plataforma se acercaron. —Hemos ganado una batalla, pero no la guerra ¿Venís a la manifestación? ¡Va a ser histórica!
—¡Claro! —Dijo Hans. —¡Esto sí que es una inmersión en la cultura malagueña!
—¿Me disculpáis un momento? —Dijo Victoria, mientras echaba una furtiva mirada al ático misterioso.

Entró en el portal del edificio y se acercó a los buzones. En el buzón del ático no había nombre alguno, pero Victoria encendió la linterna del móvil y pudo ver el inicio de un sobre que había en el interior. Lo suficiente para poder leer: Sr. D. Euristeo…

—Así que usándome para tu beneficio personal ¿Verdad, Euristeo? - Pensó mientras salía del portal y cogía la mano de Hans.

Momentos más tarde, cuando comprobó desde las sombras de su ático que Victoria y sus amigos se habían marchado, Euristeo bajó al portal, que, por cierto, estaba mucho más tranquilo ahora que no había guiris, y se dirigió al buzón. Sacó el mismo sobre que Victoria había vislumbrado minutos antes y lo abrió con ansiedad. En el membrete ponía: Centro de Estudios Genéticos.

—¡Lo sabía! —dijo al leer los resultados, mientras en su cara se dibujaba una amplia sonrisa.