“Ciertamente un Edén de juventud y vida. Me sorprendió cierta paz, no demasiado ruido para lo habitual del lugar a esas horas. Y es que había partido de la selección”
OPINIÓN. EL OBSERVADOR COSTA del SOL
Por Petronio Vero
09/06/25. Opinión. Petronio Vero escribe en esta colaboración en el suplemento COSTA del SOL de EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com sobre una noche en Puerto Banús: “Ciertamente un Edén de juventud y vida. Me sorprendió cierta paz, no demasiado ruido para lo habitual del lugar a esas horas. Y es que había partido de la selección, y en el callejón peatonal...
...paralelo al propio Puerto y a la Avenida de Julio Iglesias, todos los garitos proyectaban el partido en grandes televisores”.
Noche en el Edén
Que por mayo era por mayo, 36 de mayo, este pasado jueves 5 de junio, cuando hacía la calor, cuando acordeme de aquella pretérita afición de ir al cine, que de súbito me recorrió el cuerpo. De aquellas películas de terror clásico en terrazas de cine de verano que ya son cosas del siglo pasado. Atraído por el estreno de una producción de Sam Raimi (en versión original se titula Locked y trabaja Anthony Hopkins, y hasta aquí el spolier), me animé a verla. Sin embargo, aquellos cortometrajes introductorios a la película que ya no los hay, los tenía en tres dimensiones. La sesión adecuada a mis intereses, se proyectaba en el cine de Puerto Banús. Puerto Banús, un hervidero petado de lujo y vanidad. Aparqué el coche algo lejos, en un lugar que siempre encuentro aparcamiento andando un par de cientos de metros. Pero el contexto de la noche, en la que a veces me confundía, como aquel Dinio de los noventa, me recordaba la época en que los enamorados (mayormente de la carne) van a servir al amor. Más que a la calandria encontreme con fragatas macho de buche rojo de encendida pasión. Cantidad de cuerpos forjados en gimnasio, tatuajes por doquier con incluso algún que otro brillo aceitoso para destacarlos. Y el personal fémino (el tiempo acompañaba) con sinuosos trajes de noche o jirones de tela elegantes y estratégicamente situados e insinuantes. Tacones de aguja marcando el paso en antros de neón con ritmos electrónicos de alto voltaje y decibelios. Ciertamente un Edén de juventud y vida. Me sorprendió cierta paz, no demasiado ruido para lo habitual del lugar a esas horas. Y es que había partido de la selección, y en el callejón peatonal paralelo al propio Puerto y a la Avenida de Julio Iglesias, todos los garitos proyectaban el partido en grandes televisores. No hay nada como pasear por una ciudad bella y hermosa, mejor histórica (centro de Sevilla o Granada por ejemplo) en una final de Champions y una semifinal como este pasado jueves, para sentirse Emir, califa o Rey, y disfrutar casi en exclusividad de la tranquilidad de las calles y del silencio que habla (en contadas ocasiones) en esas calles que rezuman historia.
Esa aparente quietud, se vio rápidamente interrumpida por el rugido de un deportivo y de una moto en competición callejera (la serie Fast and Furious ha hecho estragos), por una avenida en la que supuestamente no ha de pasarse de 30 kms hora. Pero el mercado del lujo y la exposición carnal en la primavera de los ruiseñores de la aventura del apareamiento fugaz, imponen su Ley. Puerto Banús, cuna de vicios y puerta nocturna al pecado. La vía más rápida para ir del Edén al averno a la velocidad de un Ferrari. Grupitos anglosajones buscando jugar a la Oca (de pub en pub y bebo porque me toca). Imaginarias de tez morena (como venidos del otro lado del Estrecho) ubicados en el pórtico de acceso peatonal ofreciendo sustancias “revitalizantes” para aguantar la noche. Porteros ofreciendo paso al negocio. Damas de mirada directa y trato breve; y, sobre todas las escenas de la postrera y primaveral noche, en lo alto, media luna encendida de melancolía y pasión. Privilegiada testigo que evocaba otras noches vividas, más románticas e imperecederas, que otros protagonistas sin móvil, sin fiestuquis rave, sin reggaeton, sin piel barroca filigranera, ni tanta cilindrada decibélica con ruedas, disfrutaban en aquellos modestos paraísos en torno a la terraza de un cine de verano.