“Tanto criticar la religión y la farándula de este tipo de celebraciones (tanto las pres -que no los pros-, como las posts) y de repente a algún iluminado agnóstico se le ocurre que su hija/o también tiene «derecho» y se sube al carro de lo que está harto de criticar…”
OPINIÓN. Por Ana Lucas
Escribir desde el corazón
27/09/23. Opinión. Ana Lucas continúa con su colaboración con EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com con un artículo sobre las ‘comuniones y bautizos civiles’: “El tema y el enfoque son similares puesto que el bautismo es otro de los sacramentos de la iglesia, de hecho, el primero. Seguimos dando a un acto religioso un enfoque puramente civil y festivo; no hay motivo ni argumento alguno que pueda justificar...
...ante mis incrédulos y escépticos pareceres propios (valga la redundancia para que se entienda mejor mi desconcierto) el hecho de convertir un sacramento en farándula”.
Hacer las cosas como Dios manda
Siguiendo un poco la base y el tema de mi primera colaboración en esta revista hace un par de semanas, una de las cosas que se empiezan a preparar también con inmensa atención y especial ahínco en muchas familias con la vuelta al cole son las primeras comuniones de las quintas a las que les toque pasar por ese “trámite” (y las que quieran, claro está).
El primer punto a saber es que la duración de esas “clases” obligatorias que empiezan en octubre, a las que tienen que asistir de forma simultánea o alterna tanto niños como progenitores, varía según la comunidad autónoma en la que vaya a celebrarse el acto, en unas todavía son dos años, Madrid por ejemplo, y en otras como Aragón, Murcia o Andalucía ya están implantados los tres. Esto significa que en algunos lugares los niños empiezan a asistir a esas “sesiones” con siete años, en segundo de primaria y otros con ocho en tercero… sea como fuere, y no queriendo entrar en polémicas desde este primer párrafo del artículo, es bien fácil darse cuenta que esta iniciación se hace por decisión de los padres y dudando mucho que sea a petición del propio niño/a: no se trata de saber si quiere apuntarse a clases de tenis o prefiere baloncesto, o si quiere baile, ajedrez o idiomas para sus actividades extra-escolares, que aquí el extra habría que ponerlo en mayúsculas porque esas ayudas/obligaciones de las tardes darían para otro artículo muuuy largo, estudiado y probablemente controvertido para muchos.
Por lo tanto, además de comenzar o retomar las clases de Catequesis - padres e hijos - hay que empezar a preparar de forma inevitable todo lo que rodeará a dicho acontecimiento; y ese todo vuelve a estar en mayúsculas sólo porque esta entrada no me deja ponerle luces de neón y música de fanfarria.
Precisamente uno de los puntos más criticados al respecto es que a lo largo de los años hemos ido convirtiendo este tema en lugar de en un asunto puramente religioso en una celebración eminentemente comercial, lúdica y festiva en el que se ha dado más importancia a la indumentaria del niño/a, el lugar del convite y los regalos que al acto de la Eucaristía en sí… una de las frases más repetidas en las familias es: ¡pero tú tienes que querer hacer la Comunión por lo que representa y no por la fiesta y los regalos! (en su infinidad de versiones) -recordad, a un niños de siete u ocho años- mientras buscamos desesperados un salón de banquetes, hacemos fotos de recordatorio para los invitados, compramos bagatelas que servirán de obsequios para los comensales -y que terminarán más pronto que tarde en el fondo de algún cajón, usando benevolencia en el tipo de “contenedor” indicado-, e intentamos reservar el viaje a Disney en el mejor hotel y con la mayor oferta posible. Todo eso sin perder de vista que el vestido de nuestra niña o el traje de marinero del niño sea el más exclusivo y original del grupo porque ese día nuestro vástago tiene que ser el que más brille en el altar. Y que conste que no es una impresión sólo de este lado de la barrera porque las palabras del conocido sacerdote jesuita José María Rodríguez Olaizola al respecto son muy similares «las comuniones religiosas se han convertido –en un porcentaje muy alto de los casos– en una celebración de tontería paterna y exaltación al menor, agasajado con infinidad de regalos y arrumacos; una celebración donde se está a todo menos a lo que de verdad se celebra, y, para muchos, la primera comunión es la última”.
Por lo tanto, partimos de la base que en estos próximos siete u ocho meses uno de los temas de los que más se va a hablar en las familias españolas a lo largo y ancho de nuestra querida España, peninsular e isleña, es de las comuniones, que se celebran por antonomasia entre abril y junio -principalmente mayo- y como para todo en esta vida cada uno tiene una explicación del porqué: que si es el mes de la Virgen, el mes de las flores y un largo etcétera la mayoría de las veces basado en el desconocimiento y el boca a boca. Sin embargo, si nos atenemos a lo que de verdad explica la religión cristiana sobre el tema nos quedaremos con la explicación de que en esas fechas tiene lugar el tiempo de Pascua de acuerdo con el calendario cristiano y es cuando se deben practicar las celebraciones sacramentales. Ese tiempo de Pascua dura 50 días y es un periodo de tiempo litúrgico comprendido entre el domingo de Resurrección y el domingo de Pentecostés. Es interesante saber que la fecha de la Pascua varía por el nexo entre la cristiana y la judía por lo que la Iglesia cada año tiene que indicar en qué fecha exacta se celebra teniendo en cuenta que el calendario judío es lunar y cuenta con 354 días mientras que el cristiano es solar.
Sea por lo que sea, está claro que ya me he extendido demasiado en el prólogo de mi entrada de hoy y más de uno pensará que si he decidido hablar de comuniones para qué enredo tanto. La verdad es que el hecho de enrollarme hoy con este preámbulo ha sido un poco a conciencia y la introducción estaba pensada para que de verdad hubiera una aproximación al tema en sí y para que todos, tanto profanos como expertos en la materia, pudiéramos comprobar un punto incuestionable para ambos bandos: la Primera Comunión es uno de los sacramentos, “acto en que los creyentes exteriorizan su relación con Dios”, y por lo tanto un asunto puramente religioso. De hecho la RAE la define así: «Ceremonia, generalmente solemne, en la que una persona cristiana recibe por primera vez la eucaristía». Más claro, agua.
Y ahora sí que he llegado al punto en que quería el tema. Bien demostrada la teoría, pasamos a la práctica y al motivo real de mi entrada: Comuniones civiles… ¿¡Eso qué es!? ¿Dónde las encajamos en el prólogo y definiciones anteriores? ¿De qué estamos hablando? Pues ni idea…Tanto criticar la religión y la farándula de este tipo de celebraciones (tanto las pres -que no los pros-, como las posts) y de repente a algún iluminado agnóstico se le ocurre que su hija/o también tiene «derecho» y se sube al carro de lo que está harto de criticar… Sinceramente, la pregunta es: ¿¡Qué estáis celebrando!? ¿Qué buscáis con eso? La respuesta es bastante más clara que la pregunta: otro tipo de hostia, porque si no, no lo entiendo...
Me consta, porque ya escribí de esto en su momento en mi blog personal, que la primera comunión civil de España se ¿¡ofició?! -tendrían que buscar otro término menos religioso para la definición del acto- en 2016 en un ayuntamiento malagueño, en concreto en el de Rincón de la Victoria, a petición de Dolores, una vecina de ese municipio que “deseaba para su hija de ocho años una ceremonia y fiesta similar a la primera comunión”. Es obvio que por parte del consistorio no fue más que otra forma ridículamente fácil y pragmática de hacer caja a costa de unos cuantos vecinos carentes de fundamentos e ideas propias que serán posiblemente de los que más reniegan de lo mal que va España y de la falta de valores… en cuanto a qué mueve a los ciudadanos a tomar tal decisión no me atrevo siquiera a intentar hacer una quiniela sobre los posibles motivos porque, como las meigas, seguro que haberlos haylos, pero verlos y quererlos entender ya es harina de otro costal.
Por supuesto esto de las comuniones civiles vino precedido por otro asunto similar, el de los bautizos, que empezaron a celebrarse unos cuantos años antes, el primero en 2004 en Igualada (Barcelona), y también en nuestra provincia poco tiempo después. El tema y el enfoque son similares puesto que el bautismo es otro de los sacramentos de la iglesia, de hecho, el primero. Seguimos dando a un acto religioso un enfoque puramente civil y festivo; no hay motivo ni argumento alguno que pueda justificar ante mis incrédulos y escépticos pareceres propios (valga la redundancia para que se entienda mejor mi desconcierto) el hecho de convertir un sacramento en farándula, y eso que lo digo desde la completa ignorancia y humildad de una cristiana «bautizada y comunionada» por convencimiento paternos y con una fe religiosa y católica algo más que dudosa, ambivalente y oscilante.
Lógicamente nos podríamos remontar también al tema de las bodas civiles pero ahí juega también un rol importante el documento acreditativo de matrimonio o vida en común que luego te facilita cierto tipo de trámites burocráticos, a pesar de que muchos de los que deciden emprender ese camino dicen hacerlo también por otros motivos varios. Precisamente la comparación no es aceptable porque el matrimonio civil conlleva otro tipo de beneficios u objetivos (aunque algunos puedan verlo como inconvenientes) que van más allá del simple acto de unión en sí.
Así que poco más me queda por decir sobre el tema cuya opinión personal creo que ha quedado más que clara. De hecho más que personal puedo asegurar que es el criterio y sentir de mucha gente con la que he comentado este asunto desde el momento que nos enteramos que se celebraban este tipo de eventos. Tanto es así que, suponemos que empujados por algún tipo de presión, porque dudo que la terminología vergüenza ajena se pueda aplicar a esos estamentos (de ser así no habrían empezado con esas diligencias) las propuestas tuvieron poco éxito y un par de años después el ayuntamiento pionero las “disfrazó” bajo una nueva terminología más genérica y menos propensa a levantar sorna entre los ciudadanos: “Otras celebraciones”.
Desde luego eso no quiere decir que no respetemos las decisiones de las personas que determinan emprender este tipo de acciones, lo que nos gustaría conocer de primera mano, y de ahí lanzar al aire este artículo a ver si obtenemos respuestas, son los criterios y motivos que les conducen hasta ellos. Por supuesto, a poder ser, razonados y bien explicados y no, como he podido leer en algún sitio: «porque me da la gana… porque sí… porque mi vecina/o lo ha hecho… porque «quiero ver a mi niña disfrazada de princesa» (textual) o porque me sale de los c...». A eso sabemos jugar todos, pero esto no es un juego, sino una decisión de adultos que debe tener una base y un fundamento y no ser simples caprichos infantiles agrandados al ego de los mayores.