OPINIÓN. Lecturas impertinentes
Por Paco Puche. Librero y ecologista
28/07/16. Opinión. El ecologista Paco Puche reseña en esta colaboración para EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com el hecho de que el magnate suizo Stephan Schmidheiny vuelva a sentarse en el banquillo. Schmidheiny ya fue condenado en primera instancia en Turín por la muerte de cientos de sus trabajadores que fueron expuestos al peligroso material asbesto/amianto que inhalado causa cáncer y que...
...a cuya explotación se dedica este magnate, infiltrado entre colectivos activistas de medio mundo gracias a una fundación llamada AVINA. Schmidheiny se libró finalmente de su condena por una sentencia del Tribunal Supremo italiano, pero ahora se enfrenta a otro procedimiento legal, explica Puche.
Stephan Schmidheiny, el magnate suizo del amianto y fundador de AVINA, de nuevo en el banquillo
“Si esto queda en la impunidad van a seguir
matando a muchas más personas”
Entrevista con Bertha Zúniga, a cuatro meses del
asesinato de su madre, la dirigente indígena Berta Cáceres (AQUÍ)
STEPHAN Schmidheiny, doctor honoris causa por las Universidades de Yale, por la Católica Jesuita Andrés Bello de Caracas, por la Rollins de Florida y por la Escuela de Negocios INCAE de Costa Rica, títulos cosechados a golpe de talonario, es un criminal de altos vuelos. Indirectamente, por sus responsabilidades como directivo en la multinacional Nestlé, en la Unión de Bancos Suizos y en la multinacional ABB que fabrica tecnología nuclear y muy directamente con la empresa ETERNIT. En la Nestlé fue directivo desde 1988 a 2003, de la UBS fue desde 1978 a 1996, en ABB desde 1981 1997 y en Eternit desde 1975 a 1992, cuando vendió las fábricas en Sudáfrica, al final el apartheid. Fueron de su propiedad dedicadas a la minería e industria del amianto en el mundo. No es extraño pues que ande de banquillo en banquillo de acusados, a pesar de la legión de asesores, abogados y lavadores de imagen, a través de su fundación ad hoc denominada AVINA, que le acompañan.
DESDE ayer, de nuevo vuelve al banquillo. Es una esperanza para que la sentencia de Berta Zúniga no nos amenace de nuevo.
¿Por qué vuelve?
EN diciembre de 2004 la Asociación de Víctimas de Casale Monferrato (Italia) presenta una querella contra los propietarios de la fábrica Eternit, radicada en su pueblo desde 1907 hasta 1986, por la muerte o enfermedad de unas 3.000 personas. El fiscal inicia la investigación en 2006 y en diciembre de 2009 empieza el juicio en Turín, llamado Eternit uno, contra Schmidheiny y el barón belga de Cartier para los que piden 20 años (la máxima pena) de prisión. En febrero de 2012 son condenados “en ausencia” a 16 años; el 3 de junio de 2013 la pena en apelación la elevan a 18 años y el 19 de noviembre el Tribual Supremo en casación anula las penas por prescripción del delito, no porque no se hayan cometido los asesinatos que se juzgan. Pero como ha pasado mucho tiempo y han ido apareciendo nuevas víctimas durante los juicios, de nuevo en 2015, el fiscal Guariniello presenta una querella (Eternit bis) por 258 muertos, ahora por homicidio doloso (voluntario) para no correr con el riesgo de la prescripción. La jueza de primera instancia que toma el caso eleva al Tribunal Supremo, en julio de 2015, la cuestión que le plantean los abogados del Schmidheiny de que se trata de cosa ya juzgada. Justamente al año, el pasado 21 de julio, el T. Supremo ha dado vía libre a Eternit bis. Al menos 78 muertos son “nuevos” y sobre el resto se abre la posibilidad de revisión.
DE nuevo Schmidheiny en el banquillo. Es un alivio. Este “terrorista” y “homicida en serie” como le llamaron los fiscales del juicio de Turín, debe pisar la cárcel para bien de la humanidad, pues sus crímenes han sido contra ella. Y su fundación AVINA debe ser requisada para aliviar los sufrimientos de sus múltiples víctimas.
¿Por qué vuelve?
EN otros trabajos (AQUÍ) hemos aproximado un cálculo de este siniestro asunto. Podemos decir por la posesión del negocio por el mundo en las épocas más prósperas que, aproximadamente, la familia Schmidheiny, y especialmente Stephan (que se hizo cargo del negocio en 1975 y dirigió los años más productivos), son (es) responsables de entre 360.000 y 450.000 muertes en todo el mundo hasta 2030, distribuidas según la geografía de las empresas Eternit. Una barbaridad. Y todo con conocimiento de causa, de forma dolosa como rezaban las condenas de Turín.
PERO no solo ha cometido estos crímenes de lesa humanidad si no que ha creado la fundación filantrópica AVINA, que en 2003 la ha dotado de un patrimonio de más de mil millones de dólares americanos, segregando de su patrimonio unos bienes que deberían ser requisados en favor de las víctimas. Lo hizo, además, en unas fechas que ya se veía venir el juicio de Turín y otros juicios (en 1993 se inicia un proceso penal en Italia contra dirigentes de ETERNIT, Y en propio juicio se descubrió que el magnate, entre 2001 y 2005, había pagado un millón de euros a la agencia MS&L Bellodi de Milán para que organizase una red de informadores capaces de manipular información sobre el amianto. E igualmente, un periodista pagado por Bellodi había estado durante 16 años participando activamente en la asociación de víctimas de Casale Monferrato).
PUSO pies en polvorosa y adornó el generoso acto de “alzamiento de bienes” con un encuentro en Costa Rica, plagado de magnates y de socios-líderes de AVINA, para que proclamaran por el mundo la buena nueva. Pudimos comprobar el entusiasmo con que había sido acogido el acto en propias carnes cuando recién llegado del evento, el flamante diputado podemita Pedro Arrojo, especialmente invitado al solmene acto, nos informaba de la valentía y creatividad del magnate asesino. Esta legión de líderes cooptados por la fundación AVINA para, entre otras cosas, lavar imposiblemente la imagen de Schmidheiny lo tienen cada vez peor, pero como tienen compromisos contractuales con la entidad de callar conviven malamente con su responsabilidad de haber estado (y posiblemente de seguir en ello) aliados a AVINA. Ninguno que sepamos se ha retractado públicamente, ni ha devuelto el dinero recibido a las víctimas, ni ha denunciado a su patrono criminal.
Coda
ESPECIALMENTE a Schmidheiny, pero también a sus colaboradores, socios-líderes, líderes cooptados y otros palmeros hay que recordarles que pesa sobre ellos la maldición de Macbeth, cuando se mira hacia dentro y se interroga:
“¿Todo el océano inmenso de Neptuno
podría lavar esta sangre de mis manos?
¡No! Más bien mis manos colorearían
la multitudinosa mar,
volviendo rojo lo verde!”
(Macbeth: Acto II, escena II)
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