Librero y ecologista

OPINIÓN. Lecturas impertinentes. Por Paco Puche
Librero
y ecologista
05/03/10. Opinión. Tras demostrar con datos oficiales
de los inventarios forestales que en la provincia de Málaga “no se
ha hecho nada, en términos netos, que incremente la superficie
reforestada en el último medio siglo”, y a raíz de los efectos devastadores que
están teniendo las abundantes precipitaciones de las últimas semanas, el
colaborador de EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com
Paco Puche insiste en este artículo en que plantar “no es algo interesante
ni una solución alternativa, es, se quiera o no, la solución”.
Nada
nuevo bajo la lluvia
ESTO es el cambio climático: varios años
seguidos de sequías y de pronto unas lluvias que doblan las de un año normal. Y
si algún escéptico no lo termina creyendo del todo, se puede argüir que si no
está ya aquí ese cambio, así será cuando se implante. Es, pues, pedagogía del
temido cambio climático que nos espera, que será más extremo cuanto más sigamos
viviendo como si nada pasara.
AHORA se descubre, tras años de deforestación
de los montes, que las lluvias retiran tierra fértil que tarda cientos de años
en regenerarse. Un centímetro al año, más de 60 en otros tantos años, que es lo
que llevamos sin plantar un árbol en Málaga. ¡Que exageración! Oigo decir al
fondo a algunos, pero no, esas son justamente las cuentas.
Una breve historia de
nuestro esfuerzo reforestador
POR hacer un poco de historia, en todo el siglo XX en Málaga se han reforestado unas 105.000 hectáreas, unas mil hectáreas por año de media, con el agravante que en los últimos diez años sólo se han plantado 1.200 hectáreas.
ESTE panorama de los últimos años se da a pesar de que el Plan Forestal Andaluz, que se proponía
actuar desde 1988, tenía los loables objetivos de reforestar 225.000 hectáreas
para el 2048, reconvirtiendo 110.139 hectáreas dedicadas actualmente a cultivos
agrícolas marginales y 103.176 hectáreas que son de matorral.
HAY que
advertir que una cosa es que un suelo tenga vocación forestal y otra que esté
arbolado efectivamente. El caso de nuestra provincia es ilustrativo: tenemos
301.626 hectáreas de suelo forestal (potencialmente) y en 1995 sólo había
arbolado en 115.728 hectáreas,
según reza en el Segundo Inventario Forestal Nacional (1986-1995). Este
Inventario nos ha desvelado, de camino, que en 1995, en comparación con el año
1975, hemos perdido 6.597 hectáreas
de arbolado, con lo que ahora solo tenemos 23 millones de árboles de píes mayores (con diámetros a 1,30 metros
del suelo superiores a 75 milímetros).
DE estos 23 millones de píes mayores, el 55 por ciento son distintas clases de pinos (halepensis y pinaster, principalmente), 36 por ciento son distintas especies de quercus y un 10 por ciento es matorral ralo. La preferencia por el pino viene, más que de una necesidad silvícola, de una tendencia histórica de nuestro país a convertir el bosque en factorías de madera.
ESTA práctica tiene sus graves inconvenientes ya que muchos de estos pinos, al no ser autóctonos, están mal adaptados al fuego, lo que ha llevado a una borrachera de incendios forestales de nuestros montes, de la que dan fe las siguientes cifras: Desde 1968 al año 2004 se han quemado en nuestra provincia 123.386 hectáreas, con una superficie arbolada de 50.502 hectáreas.
COMPARANDO las cifras de reforestación en el siglo XX (1.000 por año de media) y las quemadas en los últimos 40 años (50.502 hectáreas arboladas) el saldo es negativo, lo que concuerda con los resultados del segundo Inventario arriba descritos (menos 6.597 hectáreas en 20 años). Por término medio no se ha hecho nada, en términos netos, que incremente la superficie reforestada en el último medio siglo.
Y todo esto explica muy bien los peligros de desertificación de nuestra provincia y los derrames de tierras fértiles por esos montes “descolinizados”.
PERO ahora se nos trata de seducir diciendo que se cambian bosques por territorio para chalés de lujo por encima de las Rondas, y se argumenta que el necesario intercambio es porque no hay un ‘duro’ y que encima los terrenos son privados. Sobre este último particular hay que decirles a las gentes que esto ya no es problema. Antes lo era porque la expropiación de este tipo de terrenos se pagada al precio de las expectativas urbanizadoras, pero después de la aprobación del nuevo estatuto de Andalucía ya no es así (ver el artículo 46, punto 3 apartado b), por tanto los terrenos salen baratos y más en tiempos de crisis.
EL
utilizar la satisfacción de necesidades básicas, como es la necesaria
protección del suelo y la defensa de la población ante avenidas, como moneda de
cambio no es presentable. Qué dirían los ciudadanos si para construirles su
centro de salud primaria se condicionase a la recalificación de un suelo para
urbanizar. Pues esa es la analogía que se está proponiendo. Pero no nos coge de
sorpresa, es proverbial que el capitalismo haga negocios con todo, incluidas
las desgracias. Para quién tenga curiosidad de ilustrarse en esta afirmación
puede leer el reciente libro de Naomi Klein titulado La doctrina del schok. El capitalismo del desastre. Y hay que
decirlo en voz muy alta: la política de urbanismo difuso y de pelotazo han
fracasado y tienen postrado al país. No se puede permitir que siga la fiesta
especuladora, con millones de viviendas vacías, ni poniendo por delante todo el
aval de los varones ilustres de la villa.
DECÍAMOS que no hay nada nuevo bajo el sol ni bajo la lluvia. Eso viene a cuento de un trabajo que realicé hace ya unos diez años sobre el agua y la ciudad y que resulta interesante rescatar porque, salvando algunos anacronismos evidentes, puede aplicarse a lo que está pasando en estos días.
LO que habría que añadir a ese trabajo es que la situación actual está dejando al descubierto el peligro de las presas, como el caso del Guadalete y la presa de Bornos, cuyos desembalses hace que al día de hoy, viviendas y urbanizaciones que están a más de dos kilómetros de distancia del río está sufriendo anegaciones importantes y hayan obligado a desalojar a sus inquilinos.
EL artículo al que me he referido es el que sigue:
Malas noticias
EL río Guadalhorce ha hecho correr ríos de tinta, y, si Dios no lo remedia, hará correr ríos de oro, con objeto de ensanchar su cauce para solventar los daños de sus avenidas periódicas. (Esto ya se ha hecho)
SOSTENGO que lo que es menester hacer es encauzar la ciudad.
EN
el III Curso de Avenidas, organizado en 1992, por el Colegio y la Escuela de Ingenieros de
Caminos de Cataluña, se ponía de manifiesto que las pérdidas ocasionadas por
las crecidas en EEUU en los últimos 100 años, habían pasado de 100 a 10.000 millones de
dólares (habían multiplicado por 100 sus efectos) y las muertes por millón de
habitantes, de 5 a
10 personas (o sea por un factor 2); y estas tendencias se daban “a pesar del
importante esfuerzo inversor realizado en obras de defensa (diques,
encauzamientos, embalses de laminación etc.); constatándose a nivel nacional y
mundial que los daños ocasionados por inundaciones siguen creciendo, y que
nuevos problemas aparecen a un ritmo superior a aquel con que los antiguos se
van resolviendo”.
SE recomendaba que las edificaciones residenciales, debieran tener la planta baja a una cota tal que no se viesen afectadas por avenidas de 100 años (periodo de recurrencia), y en la de 500 no hubiese una inundación peligrosa. Para las industrias y almacenaje situarlos a una cota por encima de la avenida centenaria; y por encima de la de 500, las instalaciones vitales en caso de catástrofe.
EN 1972, en Dakota del Sur (EEUU), una avenida, de las que ocurren una vez cada 100 años, mató a 238 personas y produjo daños por valor de 20.000 millones de pesetas. Los técnicos encargados de estudiar el tema rechazaron la construcción de una gran presa aguas arriba, para controlar futuras avenidas, y recomendaron un programa que puesto en marcha significó que “todas las casas y hoteles, incluso aquellas que resistieron a la inundación de 1972, fueran trasladadas” (MOPU, Avenidas e inundaciones, 1987).
COMO se sabe, acaba de terminarse la cumbre de Kioto sobre el cambio climático (ahora hablaríamos de Copenhague) y todos los expertos afirman que lo que se ha acordado es totalmente insuficiente para detener el proceso de cambio en el que nos hayamos embarcados. La reducción acordada ha sido del 5,2 por ciento para el año 2012, respecto a los niveles de 1990, y la comunidad científica aconseja el 60 por ciento.
DE producirse el cambio climático los expertos del Instituto Nacional de Meteorología anuncian, en la cuenca Mediterránea, mayor frecuencia e intensidad de las lluvias torrenciales, y la intensificación de las olas de los temporales. (ABC, 10-6-92).
PARTE de estos efectos ya han empezado a manifestarse. Así, en 1993, la gran
inundación del Oeste medio americano se considera la mayor y la más destructiva
de EEUU. Se batieron todos los records de precipitaciones, duración de la
crecida, superficie inundada y pérdidas económicas. Casi los 3.782 kilómetros
del Mississipi fluye por canales artificiales; paradójicamente, estas
modificaciones del funcionamiento natural del río han incrementado la
frecuencia, severidad y coste de las inundaciones. “Los datos históricos
demuestran que las inundaciones de 1973, 1982 y 1993 fueron de mucha mayor
magnitud de lo que hubiesen sido antes de empezar a gran escala las estructuras
hidráulicas de sometimiento de inundaciones de 1927” (Worldwath Institute,
1997). Los daños materiales de la gran inundación del 93 se calculan del orden
de dos billones de pesetas.
IGUALMENTE se puede decir del Rhin y las inundaciones de 1995: se evacuaron 250.000 en los Países Bajos, sólo en Alemania las pérdidas eran sobre 150.000 millones de pesetas y se ha podido comprobar que las inundaciones han sido más frecuentes y graves en los últimos 20 años, entre otras razones por la deficiente gestión de las llanuras fluviales, a pesar de ser un rió totalmente encauzado por macroproyectos de ingeniería.
LAS causas de estos agravamientos de las inundaciones y sus efectos en todo el mundo son diversos: básicamente habrían de señalarse la confianza que las gentes depositan en las obras de infraestructura que hace tomarse menos precauciones; los cálculos erráticos de los técnicos que no cuentan con variables poco probables -esas probabilidades que no deberían modificarse, pero que terminaron llamándose Tous, Biescas, Badajoz, etc.; las modificaciones climáticas en curso , las series estadísticas tan cortas que manejan los modelos hidráulicos, que en materia de clima son absolutamente insuficientes, y los motivos económicos y políticos que ocultan los datos.
ANTE este panorama ya se puede imaginar que la propuesta que sostengo de encauzar la ciudad se refiere a retirarse de la llanura de inundación de la avenida de 100 años y de la 500, y algo más, dado lo errático de las predicciones climáticas. Hacer como en Dakota del Sur, trasladando incluso, los no afectados.
POR mucho que esto cueste, a largo plazo, nos costaría más su mantenimiento: en obras de encauzamiento y en posteriores de reparación de daños. Y todos pagamos, no lo olviden los principales afectados, que evidentemente pagan dos veces.
MIENTRAS tanto van llegando los necesarios traslados se deberán hacer dos cosas básicamente: 1ª) Reforestar. Quisiera recordar al malogrado Rafael González Andréu. El 27 de diciembre del 89, en el diario Sur, exclamaba “la reforestación no es algo interesante ni una solución alternativa, es, se quiera o no, la solución”. Hablaba después de las trágicas avenidas del 89. Pero la reforestación sólo atenúa entre el 15 y el 40 por ciento de los efectos. 2ª) Palafitar el Polígono Industrial y los establecimientos que permitan esta solución provisional. Se trata de subir bancadas y lugares de almacenaje por encima de las avenidas de 100 y 500 años de periodos de recurrencia.
NO recomendamos ninguna medida correctora del río que sirva a corto plazo para, digamos, avenidas decenales (cada 10 años), porque, como dicen los expertos, “cuanto mayor sea el factor sorpresa más riesgo hay que las gentes vivan haciendo caso omiso del río e invadan temerariamente sus planas de inundación..., y las medidas estructurales de defensa contra las crecidas decenales incrementan dicho factor”, (III curso avenidas, 1992).
ESTA
opinión que sostengo no es grata para los principales afectados, es más bien
una muy mala noticia: pero no la emprendan con el mensajero.
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