OPINIÓN. Lecturas impertinentes. Por Paco Puche
Librero y ecologista
16/05/12. Opinión. El colaborador de EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com, Paco Puche, entrevista a Ernest Cañada, uno de los ponentes de las jornadas ‘Otras miradas, otros turismos’ celebradas los pasados 7 y 8 de mayo en Málaga. “Cañada es un investigador y activista, dirige una ONG, Alba Sud, que trabaja en Centroamérica y tiene más de diez años de experiencia en el terreno”, informa Puche.
Otros turismos, otras
miradas
LA crisis
golpea y en esta tierra todo el mundo pone su mirada hacia el turismo como
fuente de riqueza y de creación de empleo. Se supone que hacer turismo, o tener
una industria de este tipo, es algo que fastidia poco al medio ambiente, que
está al alcance de casi todos (incluso en forma de cruceros, antes reservados a
los más ricos) que beneficia a las poblaciones que reciben a los turistas y que
es hasta bueno culturalmente. Es como poder tocar el paraíso con los dedos de
las manos.
EN tiempo de crisis, también la gente se indigna por el descaro de los ricos (personas, clases y países) en salir a la búsqueda de más beneficios aún si cabe, y por eso aparecen los 15-M en todo el mundo, al modo hispánico, que antes se animó e inspiró en la primavera árabe. Por ello, también, salen las gentes a las calles y plazas y por eso se buscan miradas alternativas a este desastre.
EN este contexto, la Facultad de Turismo de la Universidad de Málaga acaba de celebrar (7 y 8 de mayo) un seminario titulado “Otras miradas, otros turismos” organizado por los propios estudiantes y profesores.
ALLÍ nos enteramos que nuestros tópicos arriba mencionados sobre las bondades del turismo había que matizarlos y mucho. Por ejemplo, que menos del dos por ciento (2 por ciento), de la población viaja allende sus fronteras estatales, es decir poco más de 130 millones de los 7.000 millones que pueblan actualmente el mundo; que si hacemos bien las cuentas energéticas, el turismo mundial contribuye con un 18 por ciento de emisión de gases invernaderos, o sea al calentamiento global; que en los países del Sur los éxitos macroeconómicos del turismo no se corresponden con los índices de bienestar de la mayoría; que culturalmente, las poblaciones terminan siendo colonizadas por costumbres y valores distantes de los propios, entre otros perjuicios. No es, por tanto, oro todo lo que reluce.
ERNEST Cañada, uno de los ponentes a las jornadas citadas, es un investigador y activista, dirige una ONG, Alba Sud, que trabaja en Centroamérica y tiene más de diez años de experiencia en el terreno.
TENIENDO la izquierda en Andalucía la
cartera de Turismo, nada más oportuno que indagar en alternativas al turismo
depredador que hemos mencionado y que ha sido calificado como “la horda
dorada”. No debemos caer en los mismos errores del neoliberalismo.
POR eso esta entrevista que trascribo a continuación:
- AMIGO Ernest ¿Otro turismo
es posible? Haznos una síntesis de lo que se entiende por “turismo comunitario”.
El turismo comunitario
es un tipo de actividad turística desarrollada principalmente en zonas rurales
y en el que la población local (en especial pueblos indígenas y familias campesinas
si nos referimos a América Latina que es donde trabajo) a través de sus
distintas estructuras organizativas de carácter colectivo, ejerce un papel
preponderante en el control de su ejecución, gestión y distribución de
beneficios. La lógica no es sustituir a las actividades agropecuarias
tradicionales (agricultura, ganadería, pesca, producción artesanal…) más bien
se concibe como una forma de diversificar y complementar las economías de base
familiar campesina y comunitaria. Su principal atractivo es que ofrece un
espacio de encuentro y acercamiento a la gente que vive y trabaja en el campo. El
turismo comunitario adopta formas muy distintas en función de cómo funciona la
comunidad en cada contexto. Pero lo que está claro es que no hay turismo comunitario
sin comunidad organizada. Visto desde Málaga, o desde Andalucía, estamos en un
contexto muy distinto, pero creo que hay elementos de esta experiencia que
merecen ser rescatados pensando en nuestro desarrollo turístico. Lo principal
que habría que tomar en cuenta es esta aspiración de las poblaciones locales,
de gente sencilla, trabajadora, por controlar lo que ocurre en sus territorios
y con sus recursos, y ejercer un claro protagonismo en la puesta en marcha y
gestión de una actividad económica como es el turismo. También destacaría la
prudencia de entender que el turismo no puede ser el elemento central de la
economía de una determinada región, si no un complemento, una forma de diversificar.
Necesitamos este tipo de equilibrio entre distintas actividades, y huir de las
especializaciones territoriales en función de lógicas globales, que lo único
que logran es que perdamos soberanía y nos volvamos más vulnerables.
- SÓLO el 2% de la población
mundial hace viajes fuera de su país ¿Significa eso que el futuro de un turismo
alternativo está en la proximidad, igual que pasa con los alimentos?
Sin duda.
El modelo turístico basado en transporte aéreo masivo es insostenible. El
incremento del precio de los combustibles (que puede oscilar, pero su tendencia
a largo plazo es claramente al alza porque estamos entrando en la etapa de pico
del petróleo barato) y la fiscalidad ambiental (que empieza ya aplicarse en
distintos lugares de Europa) harán subir los costes del transporte de tal modo
que será difícil seguir manteniendo este tipo de desplazamientos. Además su
impacto ambiental por contribución al cambio climático, como bien decías, es
altísimo, mucho más de lo que se ha querido reconocer. Por otra parte, este
esquema de desplazamientos se ha vinculado fuertemente al turismo residencial,
que nos ha llevado al desastre, y de cuyos impactos sobre el territorio y la
economía tardaremos mucho en recuperarnos. Entonces, lo mires por donde lo mires, necesitamos
un cambio de modelo, y reequilibrar la actividad turística. Y esto significa
reducir su peso relativo en la economía de los distintos territorios, y luego
fortalecer mucho más el turismo de proximidad, arraigado en el territorio y
vinculado a otras actividades productivas. Lógicamente esto implica un proceso,
y saber jugar con los tiempos, pero deberíamos caminar en esa dirección.
¿PODEMOS hablar de un turismo
de izquierdas y otro que no lo es?
Desde la
izquierda lo que más me preocupa es la poca capacidad de análisis y propuesta
que tenemos ante una actividad como el turismo que, nos guste más o menos,
tiene cada vez más peso en nuestra economía. Siento que nos movemos entre la
minusvaloración, y no le damos a suficiente importancia, y un cierto complejo,
por el que parece que dedicarse a este sector fuera una cuestión menor. Desde
la izquierda debemos pensar en el turismo, del mismo modo que lo hacemos con la
agricultura, la industria o las actividades extractivas. Esto implica un doble
esfuerzo. Por una parte hay hacer frente a los impactos más negativos que tiene
la industria turística en el ambiente, el territorio, la economía, las finanzas
públicas, las condiciones de trabajo, etc. Pero por otra parte, hay que dar
nueva forma a un sector que genere ocupación, que dé servicio a la mayoría de
la gente, etc. Sobre esto pienso que necesitamos potenciar un ‘turismo de base
amplia’. Esto es un modelo turístico que centra su atención en la mayoría de la
población, no únicamente en los que tienen más poder adquisitivo, en una
población que mayoritariamente está ubicada relativamente cerca. Amplio también
por cuanto la estructura empresarial que da servicio y atención a esta
clientela está formada por un gran conglomerado de iniciativas de la micro, pequeña
y mediana empresa, incluyendo las estructuras asociativas y comunitarias, y por
tanto reduce el peso de las grandes corporaciones. Aquí la cuestión de la
defensa del trabajo decente es también clave. Y finalmente, como tercer vector
de este modelo, vemos que también es amplio en su integración en un determinado
territorio, con otras actividades, reduciendo así la especialización y la
concentración turística, así como sus impactos ambientales más negativos. Esta
es la base sobre la que pienso que podemos empezar a defender un modelo
distinto de actividad turística.
CON la crisis muchas
gentes vuelve a sus tierras y trata de obtener algunos ingresos o al menos
tener alimentos. ¿Puede el turismo en el interior ayudar a complementar esos
ingresos?
Estos procesos son fundamentales. Recuperar el territorio agrícola y
capitalizar el campo en manos de la gente trabajadora es clave para poder salir
del atolladero en el que estamos metidos. La soberanía alimentaria es el
camino. Y en este proceso un turismo controlado y gestionado por las gentes del
campo puede ser un apoyo importante. Creo que un turismo de estas
características puede tener un papel educativo, de mediación cultural, de
acercamiento entre el poblador y consumidor urbano cercano con el productor. Ayuda,
por tanto, en la construcción de alianzas campo-ciudad. Para el productor,
además de fortalecer su mercado urbano, puede ser una fuente de ingresos
complementaria, que le ayude a sostener las explotaciones agrarias, y que
además le permita agregar valor a su producción comercializada directamente en
sus fincas. Es un lugar común entre los estudiosos del turismo alternativo que
los procesos de turismo masivo mercantil (con resorts, segundas viviendas,
campos de golf…) equivale a lo que en su día Francisco Jurdao llamó “España en
venta”, es decir un nuevo colonialismo en donde se termina desposeyendo a la
gentes de sus aguas, lugares naturales, formas de vida. En Málaga ese es el
caso de lo que llamamos urbanización de Merinos, en Ronda. ¿Cómo hacer un turismo
que respete los bienes comunes y las culturas autóctonas? Creo que esto queda
respondido en otras partes, pero sí conviene rescatar los análisis que hizo
Jurdao para Mijas, en los años setenta, que se están repitiendo en otros
territorios
POR último, ¿qué
recomendarías al Consejero de Turismo de la Junta de Andalucía, de IU, para que hiciese una
política emancipadora teniendo el turismo como instrumento?
Con mucho
respeto y precaución, y sabiendo que no es nada fácil lo que le toca gestionar,
creo que hay que tomar en cuenta el contexto tan grave que estamos viviendo.
Tanto Rafael Rodríguez como Comisiones Obreras planteaban que la principal
prioridad es mantener el empleo y reducir la precariedad. Esto es fundamental,
defender el trabajo decente. La crisis está siendo aprovechada por el sector
empresarial para imponer una regresión brutal en condiciones y derechos
laborales. En este contexto, lo primero es evitar que se crucen determinadas
líneas rojas. A su vez, hay que avanzar en esta dirección de los ‘turismos de
base amplia’, con calma pero con una dirección clara. Habrá que saber
administrar bien los tiempos y las formas para ir reordenando el sector. Desde
la administración pública no se puede hacer todo, pero si tenemos en mira un
horizonte de lo que se trataría es de ir
apoyando todo este tejido micro, pequeño, mediano, asociativo, que puede
generar empleo y reequilibrar una oferta turística reequilibrada en el
territorio y entre sectores económicos. Desde diversas dinámicas hay que
contribuir en este proceso de empoderamiento económico de una amplia base
social que redefina la estructura turística, y también desde la Administración.
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