OPINIÓN. Despacho abierto. Por Encarnación Páez
Alcaldesa de Villanueva de Tapia
25/11/14. Opinión. Con motivo del 25-N, la alcaldesa de Villanueva de Tapia, Encarnación Páez, dedica este artículo en EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com a la “violencia social” que sufren las mujeres y recuerda que aunque las lapidaciones o quemaduras con ácido nos resulten lejanas, esas acciones ocurren en nuestro mismo sistema, el mismo que “permite que despidan o no contraten a mujeres jóvenes en edad fértil para no perder rentabilidad; permisivo con las diferencias salariales entre hombres y mujeres cuando se desarrolla el mismo trabajo; tolerante con un culto al cuerpo agresivo e inductor a la anorexia; cómplice con el trabajo gratuito de las amas de casa”.
Amas de casa a palos
EN estas fechas se dan varias efemérides que inducen a la reflexión: el 20 de noviembre que con la muerte del casi eterno dictador supuso el inicio de una nueva era en nuestro país, y el 25 de noviembre, Día Internacional contra al Violencia de Género. Cuando conmemoramos algún acontecimiento o nos centramos en la concienciación sobre algún fenómeno nos invade a todos una especie de espíritu navideño que tiene mucho de hipocresía y fugacidad. Asistimos a veces impasibles a una lacra social que es uno de los máximos exponentes de la desigualdad: la violencia que se ejerce sobre las mujeres.
VOY a dejar a un lado, por ser las más comentadas, la violencia física y la psicológica, círculos viciosos de posesión y miedo que tienen secuestradas desde el silencio y el dolor a muchas mujeres, privadas de su autoestima y dignidad, atrapadas en una trampa emocional que requiere mucha valentía y ayuda para liberarse, dejando cicatrices imborrables en sus almas y en sus cuerpos.
ME quiero referir hoy a la violencia social, la que es ejercida por el sistema directamente, sistema que pare a los monstruos que maltratan a las mujeres; un sistema patriarcal, capitalista e inhumano que se ensaña con el más débil para fortalecer aún más a los poderosos; un sistema que permite ablaciones de clítoris, lapidaciones, quemaduras con ácido… lo vemos bárbaro y lejano, pero ese sistema también es el nuestro: el que permite que despidan o no contraten a mujeres jóvenes en edad fértil para no perder rentabilidad; permisivo con las diferencias salariales entre hombres y mujeres cuando se desarrolla el mismo trabajo; tolerante con un culto al cuerpo agresivo e inductor a la anorexia; cómplice con el trabajo gratuito de las amas de casa.
COMPAÑERAS, cuidado, existe una reacción muy poderosa del patriarcado frente a las conquistas de los últimos años. No hay que cejar en la lucha, pues tenemos que ser conscientes de que seguimos atrapadas, esclavizadas sutilmente en nuestros hogares, rodeadas de ropa, cepillos, fregonas y utensilios de cocina. Nunca nos jubilamos, nunca descansamos realmente sin un sentimiento de culpa que nos atenaza pues siempre hay faenas por realizar. Soñábamos y luchábamos por un mundo igualitario de reparto de responsabilidades y placeres, pero queda mucho por hacer. Las que trabajamos fuera de casa hacemos encajes de bolillos para poder sobrevivir en el día a día, presas del estrés, pues aparte de tener que demostrar todavía con un plus añadido nuestra valía profesional, la comida no se hace sola, la casa todos los días requiere un repaso, los hijos necesitan nuestra atención, en definitiva, no damos abasto.
NECESITAMOS urgentemente un cambio de tendencia, reclamamos que lo cotidiano y rutinario no tenga cara de mujer. Es un gran esfuerzo diario, sin recompensa, sin valoración, y no pocas veces denostado. Sostenemos el sistema cual Atlas que sujeta el universo. ¡Cuánto dinero ahorramos con nuestro trabajo!
PERO no queremos ser amas de casa a palos, a palos de una sociedad desigual que nos esclaviza.
PUEDE ver aquí anteriores artículos de opinión de Encarnación Páez:
- 06/11/14 Marinero de rayas
- 27/10/14 Protocolos
- 26/09/14 Hacer gala
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- 03/01/14 Fascismo puro
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- 08/04/13 Ciudadana Cristina
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- 18/12/12 La ratonera
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