OPINIÓN. ¿Me quieren oír? Por Dardo Gómez
Periodista

13/07/16. Opinión. La última colaboración de la temporada del periodista Dardo Gómez con EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com reseña la entrega del premio Mejor Investigación del Año al portal civio.es, para hacer así un alegato a favor de las pequeñas redacciones al margen de los grandes medios que sí pueden tratar temas que afectan a los poderosos precisamente por la libertad que hay en ellas. “Los del portal Civio, con...

...justificado orgullo, revindican que ‘también es posible realizar grandes investigaciones con un impacto global fuera de los grandes medios’. Me permito rectificar a estos colegas, creo que este tipo de indagaciones solo pueden hacerse desde fuera de esos grandes medios”.

De investigadores, mamporreros y alcahuetes

LA reciente filtración de unas conversaciones del ministro del Interior en funciones muestra que los grandes medios de comunicación son una de las principales herramientas de las cloacas del poder para arrojar mierda sobre la ciudadanía.

UN equipo de periodistas del portal de investigación “civio.es” ha recibido recientemente el premio a la Mejor Investigación del Año en la categoría de “redacción pequeña” que concede la Global Editors Network.

ESTOS colegas recabaron datos, durante meses y en decenas de países, hasta comprobar como ellos señalan que “los costes de crear un fármaco no eran transparentes, y que resulta imposible tener un debate objetivo basado en esos datos. También revelamos cómo, aunque existen alternativas a la protección intelectual en medicamentos, el sistema de patentes sigue siendo innegociable para la industria”. Y no menos importante, que en más de medio centenar de países esos medicamentos esenciales son inasequibles para sus pobladores.

LOS del portal Civio, con justificado orgullo, revindican que “también es posible realizar grandes investigaciones con un impacto global fuera de los grandes medios”. Me permito rectificar a estos colegas, creo que este tipo de indagaciones solo pueden hacerse desde fuera de esos grandes medios.

NADIE se imagina, ni harto de vino, que alguno de nuestros grandes medios sea capaz de publicar nada que pueda molestar a los laboratorios farmacéuticos. Su dependencia de las grandes corporaciones lo hace inviable.

SIN embargo, estos grandes medios, dependientes, son proclives a publicar como supuestas investigaciones lo que suelen ser filtraciones interesadas de personas de dudosa decencia y menos honrosas intenciones.

ESTAS herramientas de desinformación se suelen presentar como entrevistas propias o estudios a los que han accedido sus periodistas; aunque en verdad llegan de gabinetes de corporaciones y son pagadas por quienes quieren generar opinión desinformada sobre temas básicos para la ciudadanía como la alimentación, los medicamentos, el medio ambiente o el transporte.

TEMAS de inmensa importancia que estos corruptos ni se ruborizan cuando los publican ya que no les importa o carecen de conciencia del tremendo daño que pueden estar causando a la sociedad.

El huevo y la gallina

BIEN es cierto que esto no es nuevo, hace años que venimos sufriendo esta prevaricación del deber de informar; pero, esos medios han ido profundizando en la indecencia al mismo tiempo que la practicaban.

POCO después de la proclamada “transición ejemplar”, en la cual estos medios perversos afirman haber participado, llegó el desmadre prepotente de quienes se creen capacitados para controlar desde los medios los poderes de la democracia y que se animan a complotar contra ella bajo la antojadiza aberración de que su misión es vigilar al poder. No al económico, claro…

CONVIENE recordar que en 1994 fue presentada en sociedad la llamada “Asociación de Escritores y Periodistas Independientes” (AEPI); luego rebautizada como “sindicato del crimen” por Juan Luis Cebrián; un personaje tan poco fiable como los metidos en ese sindicato. Sin ningún pudor y a cara descubierta este grupo, en el que figuraban directores de varios medios “grandes”, iban al asalto de la presidencia de Felipe González, como si ellos hubieran sido elegidos por alguien para intervenir en nuestros conflictos.

NO había recursos -como no los hay ahora- para responder a tanta osadía; antes bien, algunos personajillos de las organizaciones profesionales y politiqueros de baja estofa, que aún están en ello, les jalearon y, entre todos, propiciaron la inmundicia actual.Allí se institucionalizó el “periodismo de trinchera” (¿o de cloaca?) y ya se sabe que en todas las trincheras proliferan los parásitos y la inmundicia.

Sube el hedor de las cloacas

LA
reciente filtración de unas conversaciones entre el ministro del Interior en funciones, Jorge Fernández Díaz y el director de la Oficina Antifraude catalana, Daniel de Alfonso, muestra como una de las principales herramientas que tienen las cloacas del poder para arrojar mierda sobre la ciudadanía son los medios de comunicación.
Mamporreros de la verga de los políticos corruptos y alcahuetes al mejor postor, son muchos los que se dedican a mentir a sabiendas o revelar secretos inventados sin haber indagado lo más mínimo. Pueden publicar sin rubor los papeles falsos de cualquier cosa o agitarlos ante las cámaras como si fueran verdaderos y fruto de su investigación.

ESTE ministro, de rostro de extrema dureza, llega a delatar en una de esas escuchas a alguno de los personajes que considera afines a la corrupción informativa: “A mí me ha llamado algún periodista; Casimiro García Abadillo, que le conozco, y yo procuro con los directores de los medios mantener, aparte del de La Razón que es amigo personal mío, pues con Bieito, con El Mundo... también hablaba con Pedro J, pero ahora con Casimiro García Abadillo, yo he hablado por teléfono con él dos veces... De hecho, me ha llamado ahora y no lo he cogido”.


EN algún momento, menciona que uno de ellos, alguna vez, le había pedido carnaza porque necesitaba alguna indecencia para fabricar una exclusiva en coincidencia con el lanzamiento de una renovación de su diario.

SUENA horrorosa; pero no importa, aquí todo vale… Y seguirá valiendo para sus fines mientras la ciudadanía no disponga de alguna herramienta legal y eficaz para defenderse de esta plaga.

LOS más hipócritas ponen cara de no haber roto nunca un plato y se amparan en que los afectados “pueden recurrir a los tribunales”, una verdad mentirosa de la que se hacen coros algunos dirigentes profesionales que borrachos de falso corporativismo se suman al mamporreo.

De los corruptos y la corrupción

VARIAS de las agrupaciones políticas que han alimentado sus “cajas B” con los porcentajes de las adjudicaciones de obras públicas o de licencias urbanísticas han aceptado -¿podían hacer otra cosa?- que hay corruptos en sus filas, pero que eso no quiere decir que haya corrupción en sus partidos. Curioso ejercicio de malabares y de pirueta verbal para disimular que están de mierda hasta las narices.

ALGO parecido les ocurre a los colectivos profesionales de la comunicación que siguen mirando para otro lado ante la prevaricación informativa diaria y afirmando que tenemos un periodismo brillante. Llegando, incluso, a repartir sus premios entre los pájaros de dudosa ética que albergan entre “los suyos”.

EN Francia, sin embargo, a quienes hubiera aparecidos mencionados en grabaciones como las referidas, sus colegas ya les habrían abierto un expediente de investigación. Claro, allí estas cosas se las toman en serio; por ejemplo, retiran el carné profesional a quienes venden publicidad mientras dicen que informan o apartan de la organización a los que hacen de correveidiles de los famosillos televisivos o a los que escriben al dictado de una corporación como sus “comunicadores”.

QUIZÁ debería tomarse con cierta atención los datos de la última encuesta encargada por la ONG Transparencia Internacional y conocida este pasado enero. Allí señalan que los medios de comunicación comparten con los partidos políticos y las empresas españolas el ser apreciados como los espacios con mayor grado de corrupción. En este informe, sobre una gradación de 1 al 5, el nivel estimado de la corrupción de la prensa alcanza los 3,4 puntos.

CLARO, también puede suceder que los ciudadanos encuestados sean injustos con nuestros medios e, incluso, que estos sean unos radicales antisistema que no saben reconocer en los nombres como los mencionados en esas escuchas, a serios defensores del derecho a la información.

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