La plaga de “falsos autónomos” en el periodismo es consecuencia de la histórica obsecuencia de muchos profesionales, de la mayoría de los comités de empresa, de las asociaciones de la prensa y de los sindicatos generalistas

OPINIÓN. ¿Me quieren oír? Por Dardo Gómez
Periodista


09/07/18. Opinión. El periodista Dardo Gómez reflexiona en su colaboración para EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com sobre la situación de la profesión periodística en la que muchos de los redactores son “falsos autónomos” y de la pasividad de las asociaciones de la prensa y de los sindicatos, entre otros, por impedir esta situación. “Conviene saber por qué las empresas periodísticas se arriesgan a defraudar a la Seguridad Social...

...de forma permanente; pues, por dinero. El inspector de Trabajo Fermín Yébenes, portavoz de la Unión Progresista de Inspectores de Trabajo (UPIT), explica que con estos trabajadores “las empresas se ahorran el 35% del sueldo” ya que son los trabajadores los que se hacen cargo de los cerca de trescientos euros de la tasa usual de autónomos”.

Los colaboradores solos murieron y entre todos los mataron…

La plaga de “falsos autónomos” en el periodismo es consecuencia de la histórica
obsecuencia de muchos profesionales, de la mayoría de los comités de empresa,
de las asociaciones de la prensa y de los sindicatos generalistas.

HACE unos meses un juzgado de Madrid condenó a una entidad a pagar una suma importante a la Seguridad Social por no haber cotizado los últimos cuatro años por cinco trabajadores empleados como falsos autónomos. En la misma semana un juez de Valencia había fallado contra una empresa de distribución de comida a domicilio al reconocer que uno de sus trabajadores no podía ser considerado autónomo. El relieve social de ambas empresas -RACE y Deliveroo, respectivamente- hizo que muchos medios se hicieran eco de esos fallos.

LAS empresas, jaleadas por algunos ideólogos liberales que ponderan las virtudes de la falsa emprendeduría, utilizan la figura del empleado autónomo para evitarse contratar trabajadores por cuenta ajena, ahorrando así costes a sus empresas. Unos y otros, asesores y gestores, más los propios empleadores y trabajadores saben que eso es mentira; aunque mientras los primeros utilizan esta falacia para medrar en la ilegalidad, los últimos lo aceptan a regañadientes porque les va el sueldo en ello. O se hace el autónomo o el “emperdedor” -como dice un amigo mío- o no trabaja. No hay opción.

ESTA maniobra infame se ha extendido de tal manera que los sindicatos han asegurado que es muy difícil de cuantificar; aunque según cálculos de la Unión de Asociaciones de Trabajadores Autónomos y Emprendedores, los falsos autónomos han defraudado a la Seguridad Social, solo el año pasado, unos 560 millones de euros.

ME atrevo a afirmar que más de uno de los periodistas que pueden haber participado en la elaboración de esas informaciones es un falso autónomo. No en vano la Asociación de Trabajadores Autónomos, estima que el 25% de los falsos autónomos están en empresas de comunicación y que desde la crisis se han duplicado.

LO que es una auténtico disparate, dado que por la estructura de producción de los medios y la dinámica de nuestro trabajo serían muy pocos, acaso algunos columnistas, los que cumplan con las características que la ley exige a los trabajadores autónomos.

Los periodistas que llaman “autónomos”

CASI coincidente en el tiempo, la Unió de Periodistes Valencians (UPV) ha presentado la Guía para el profesional autónomo, de la que es autora la periodista Lorena Ortega y que indaga en las razones y situación legal de los que ella reconoce como “falsos autónomos” en el ámbito de las empresas de información.

EN el capítulo “Qué significa ser freelance” la autora aporta esta información de singular valor: “La jurisprudencia advierte, además, que la relación no es la que se define en un contrato o documento, sino lo que es en la práctica. Por ejemplo, un periodista puede firmar un contrato mercantil para la prestación de servicios como las retransmisiones deportivas en radio, pero ello no quita que lo que realmente se esté dando sea una relación laboral y no mercantil si el periodista está realmente integrado dentro del ámbito organizativo y productivo de la emisora.

EL Tribunal Supremo sostiene: ‘La calificación de los contratos no depende de cómo hayan sido denominados por las partes contratantes, sino de la configuración efectiva de las obligaciones asumidas en el acuerdo contractual y de las prestaciones que constituyen su objeto’. Así que, aunque se haya firmado un contrato con una cláusula que indique que no existe ninguna relación laboral entre el ‘freelance’ y la empresa, lo que acaba por definir esta relación son otros factores”.

POR otro lado una reciente encuesta del Sindicat de Periodistes de les Illes Balears (SPIB) aportaba que la cifra de autónomos en esas islas se ha duplicado y que ya representan el 10,6 % los trabajadores que no conocen las horas extra ni complemento alguno por trabajar los fines de semana. Un caso especial es el de los fotoperiodistas, supuestamente autónomos, que deben aportar sus propios equipos.

CONVIENE saber por qué las empresas periodísticas se arriesgan a defraudar a la Seguridad Social de forma permanente; pues, por dinero. El inspector de Trabajo Fermín Yébenes, portavoz de la Unión Progresista de Inspectores de Trabajo (UPIT), explica que con estos trabajadores “las empresas se ahorran el 35% del sueldo” ya que son los trabajadores los que se hacen cargo de los cerca de trescientos euros de la tasa usual de autónomos.

ESTE inspector tiene claro que el 80% de los casos de fraude desvelados lo son por las denuncias de los propios trabajadores ya que, lamenta, “no hay una estrategia definida para adelantarse a las demandas e investigar los lugares y sectores donde sabemos que ocurre y al final son los empleados los que se tienen que jugar su medio de vida para poner estas irregularidades en conocimiento de las autoridades”.

EL 35% de los sueldos de miles de periodistas a lo largo de casi cincuenta años, por contar desde la transición política, puede convertir al sector de los medios de comunicación en uno de los más grandes defraudadores a la Hacienda española.

Una larga historia de obsecuencias

SI la solución a este fraude está en la denuncia de los periodistas, por propia experiencia digo que vamos apañados: el miedo ata las voluntades. Además, es injusto y casi miserable que se pida un esfuerzo de reivindicación a los más débiles.

EN nuestro sector los “falsos autónomos” no son una novedad ni una consecuencia de la crisis ni de la reforma laboral. Que estos últimos desmanes hayan aumentado la disposición de los periodistas a soportar esta situación y alentado a los directivos en su infamia, es verdad; pero una verdad que no sirve para disimular, a lo largo de decenios, la obsecuencia de muchos colegas, de la mayoría de los comités de empresa, de las asociaciones de la prensa y de los sindicatos generalistas.

ALGUNA vez, hace ya veinticinco años, me tocó estar a cargo de la Sección de colaboradores del Sindicat de Periodistes de Catalunya (SPC) y comprobar cómo ya entonces esta barbaridad laboral era aceptada en casi todas las redacciones, aunque no era admitida en ninguno de los talleres de impresión de esas mismas empresas. En estos, hasta las suplencias de fin de semana estaban respaldadas por algún tipo de contrato laboral.

LOS inspectores de trabajo ya habían podido constatar que en las redacciones, ante una inspección sorpresiva, bastaba una mirada del jefe para que algunos periodistas con toda la barba declararan “yo estoy de visita”, bajaran a tomar café o, incluso, se dejaran encerrar en el cuarto de los enseres de limpieza hasta que se marchara el inspector. Da vergüenza y dolor recordarlo…

EN ese mismo tiempo, principio de los noventa, los sindicatos de periodistas comprobaron que en países como Francia o Argentina existía la figura del “pigisti” o del “colaborador fijo” que rebautizaron como “periodista a la pieza”. Era la misma figura de nuestro colaborador periodístico, pero en esos países están amparados por la Seguridad Social y con derechos laborales similares a los de los trabajadores de plantilla.

ESTA comprobación fue alentadora; además, algunos especialistas como la profesora Carolina Blasco Jover, del Departamento de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social de la Universidad de Alicante por entonces, elaboró un argumentado artículo en el que demostraba que había (hay) probadas razones, para reconocer la relación laboral de los colaboradores.

COMO la ilusión se alienta con poco, las organizaciones que estaban preparando el primer proyecto de Estatuto del Periodista (que eran todas las que conocemos) no dudaron en insertar en ese documento un artículo en el que se señalaba: “Los periodistas a la pieza tienen los mismos derechos y deberes que el resto de los profesionales. Son periodistas a la pieza aquellos profesionales cuya ocupación principal y remunerada consiste en la obtención, elaboración, tratamiento y difusión por cualquier medio de informaciones de actualidad, en formato literario, gráfico, audiovisual o multimedia, en virtud del encargo regular de una o varias empresas informativas y siguiendo las instrucciones básicas de las mismas”.

SE separaba de estos los periodistas por libre (freelance) que se entendía que trabajaban “por su propia cuenta”, pero que gozarían “de los mismos derechos que el resto de los profesionales, excluidos los de cláusula de conciencia y participación en los Comités de Redacción”.

Ella sola se murió, y…

COMO se hubiera podido prever, la unidad de las organizaciones periodísticas duró poco y es, precisamente, esta reivindicación que afectaba a los bolsillos de las empresas la que terminó con esa unidad.

CON el borrador ya aprobado, el entonces presidente de la FAPE dijo que había que quitar ese artículo porque “las empresas esto no lo van a aceptar”.

CUANDO este proyecto fue admitido a trámite por el pleno del Congreso de los Diputados su organización se inventó torpes excusas para rechazar un proyecto que ya había aprobado, pero en el fondo estaba esa resistencia de las empresas. En el posterior proyecto propio de estatuto de esta organización profesionalista, esta referencia a los colaboradores desapareció y se decía que eran periodistas “por cuenta propia”. Vaya cara…

EN esta actitud encontraron su pretexto los parlamentarios del PSOE para no avanzar en el proyecto (los del PP habían votado en contra), alegando que no podían hacerlo sin contar con la unidad del sector. La excusa perfecta para evitar enfrentarse con una patronal de prensa que, poco después, castigaría con furor la gestión de Rodríguez Zapatero y trabajaría para el regreso del PP al poder.

DE forma independiente al proyecto torpedeado, los sindicatos, incluidos los de periodistas, apelaron a las autoridades de trabajo para tratar de hallar otra alternativa legal al fraude de los autónomos. A los técnicos del Ministerio de Trabajo se les aportaron todos los antecedentes internacionales al respecto y todos ellos coincidieron en que la solución estaba en incluir dentro del Estatuto de los Trabajadores la labor de los colaboradores como una relación laboral especial.

ESTA vez, el cubo de agua fría llegó de manos de los sindicatos generalistas que no admitieron que se incluyera un “régimen especial” más sin el acuerdo de los empresarios y que no estaban dispuestos a “abrir el melón del estatuto por esto” (textual). Ellos también temían enemistarse con los mismos propietarios de los medios que luego les machacarían hasta someterlos a su progresiva desaparición actual.

EN aquellos momentos un estudio realizado en base a los datos oficiales de las empresas periodísticas (que elaboraba anualmente el periodista Antonio Petit, expresidente de la FAPE), demostraba que casi un tercio de la producción de los medios de prensa diaria era elaborado por periodistas sin contrato; en las revistas semanales o mensuales este fraude podía llegar a más de dos tercios de lo que publicaban.

DESDE el sindicato catalán y también desde otros se ha instado siempre a denunciar estas anomalías. Cuando se conseguido convencer al damnificado de hacerlo, el reconocimiento de la relación laboral prosperaba en la gran mayoría en los casos. Los jueces casi nunca dudaban en condenar a las empresas; los que dudaban eran los trabajadores que sabían que las empresas, obligados por el fallo a readmitirlos como personal de plantilla y pagar los atrasos a la Seguridad Social, no dudarían en despedirlo y no volvería a ser contratado por ninguno de los medios de ese grupo. En el más puro estilo mafioso.

ESAS dudas se han convertido en miedo real merced a la reforma laboral de Rajoy pero, antes que este personaje, hubo muchos que a lo largo de estos decenios hicieron méritos para llegar a esta situación. Que esta profesión “ella sola se murió y entre todos la mataron…”.

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