Insistimos en los riesgos de las “fake news” para la democracia; aunque existen otras formas de mentira, no menos peligrosas, que nos cuelan cada día mediante la  utilización de anglicismos o de frases hechas que solo sirven para engañarnos sobre sus reales significados o su perversa proyección social

OPINIÓN. ¿Me quieren oír? Por Dardo Gómez
Periodista


14/12/18. Opinión. El conocido periodista Dardo Gómez reflexiona de nuevo en su colaboración para EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com sobre las ‘fake news’ o noticias falsas. “Puede ser verdad en algunos casos, los menos, pero, en la mayoría se trata de una preocupante mala praxis profesional y otras veces, las más, de clara  prevaricación informativa. En ninguno de ambos casos se puede aplicar la disculpa...

...del error y si ese periodista y/o medio no rectifica a la brevedad y pide disculpas a sus consumidores y a las personas que pudieran haberse visto afectadas por sus mentiras es por una negligencia prepotente, en el mejor de los casos”, señala Gómez.

Las perversiones de la prensa eufemística

EN mi última entrega para estas páginas recogía cómo el uso popular del término “fake news” había dado carta de legitimidad o impunidad social a una actividad interesada y, en gran parte, perfectamente orquestada y con responsables identificados.

COMO
si las “falsas noticias” fueran otra variante de noticias asimilables a los paquetes informativos y los consumidores de comunicación no debieran percibirlas como simples “fallos de fábrica” o un “defectos del material”.

ESTO
nos lleva a minimizarlos y condescender que, finalmente, “los periodistas también son humanos y se equivocan” o que esto pasa porque “con la crisis hay menos personal” y que estas mentiras se cuelan por necesidad.

PUEDE
ser verdad en algunos casos, los menos, pero, en la mayoría se trata de una preocupante mala praxis profesional y otras veces, las más, de clara  prevaricación informativa. En ninguno de ambos casos se puede aplicar la disculpa del error y si ese periodista y/o medio no rectifica a la brevedad y pide disculpas a sus consumidores y a las personas que pudieran haberse visto afectadas por sus mentiras es por una negligencia prepotente, en el mejor de los casos.

SIN
embargo, existen otras formas no menos peligrosas, también de dudosa inocencia, que nos cuelan los medios cada día mediante las distorsiones del lenguaje como la utilización de anglicismos (u otros) o de frases hechas que solo sirven para engañarnos sobre sus reales significados o su proyección social.

ENTRE
las interesantes recomendaciones que sobre el uso correcto del idioma difunde la “fundéu” (Fundación del español urgente) hace unos días recogía que el uso de los términos ingleses charger, juicer o hunter podían/debieran ser reemplazados por los de cargador o recargador que es lo que, de verdad son las personas que recargan los patinetes eléctricos de alquiler.

ESTA
tarea es una de las nuevas y perversas formas con que los “listos” se aprovechan de la necesidad económica en la que nos han hundido y consiguen que supuestos  “emprendedores” se lleven esos patinetes a recargarlos en su casa por unos céntimos de miseria.

Términos para ocultar la maldad

TODOS
sabemos que hay países pobres, que es un eufemismo para decir que muchas personas en muchos lugares del planeta son pobres. Seguramente, esto debe lesionar algunas conciencias, porque ya desde hace decenios en todos los discursos de las organizaciones internacionales y en los medios de comunicación ya no son pobres sino “países en vías de desarrollo” o “en desarrollo”.

ESTAS
frases hechas intentan que el público desprevenido entienda que las personas que viven en ellos son temporalmente pobres, que ya están encaminados en esas “vías” para salir de ese entorno de miseria o que se está haciendo cosas para fomentar su desarrollo. Si lo están haciendo, debe ser muy lento porque esta gente pobre lleva largos decenios sin desarrollarse y en vías muertas.

ESTA
es una de las tantas formas de colaboración de los periodistas y de sus medios con las infamias del sistema y que tienen el efecto de actuar como narcotizantes de las reivindicaciones sociales.

SEGURAMENTE
, no genera mayor inquietud que haya chicos que hacen de riders o bikers, también glovers o mamashoppers; todos ellos son chavales y algunos no tantos que son utilizados por empresas de distribución para hacer de repartidores de cosas. Los emplean como supuestos trabajadores autónomos; montados en motos, bicicletas o patinetes prestan sus servicios sin horarios y bajo cualquier condición climática sin contrato alguno y por un sueldo de miseria. A estos damnificados de la crisis/estafa es posible que también se los incluya en la lista de emprendedores.


EN una entrevista reciente David Gallego, miembro de la Fundéu, decía "lo que se esconde detrás de muchos anglicismos es un eufemismo: no querer decir la cruda y descarnada realidad en español. Tú dices repartidor o mensajero y te suena de andar por casa, pero rider es en inglés y suena mejor. Te llaman 'juicer' y vas tan contento porque es en inglés. Pero lo que te están diciendo es que te están exprimiendo”.

EN
el mismo reportaje Manuel Tomillo, responsable de acción sindical de CNT Prensa y Medios lo explicaba así: "Adoptamos términos que no existen en español porque ese tipo de economía es la dominante. Antes usábamos mileurista; ahora ni siquiera lo somos. Este uso del lenguaje refleja quién manda y en qué modelo vivimos".

NO
puedo evitar preguntarme si un periodismo responsable debería cuestionarse si, por dejadez profesional, puede contribuir con toda esta infamia.

Disparen sobre los tontos, que somos muchos

EL
nazismo hitleriano utilizó en la campaña político social, que lo llevó al poder y embelesó a la mayor parte de la sociedad alemana de los ’30,  el termino “Endlösung der Judenfrage”, es decir la “solución final del problema judío’. Así lo recogió durante años la prensa alemana y alguna conservadora internacional, sin cuestionarse cuál era ese supuesto “problema” y cerrando los ojos a una “solución” que no era sino el exterminio de seres humanos. De todos aquellos colaboracionistas del horror,  en los juicios de Nüremberg, solo se condenó a Julius Streicher, editor del periódico Der Stürmer; aunque feron casi todos los medios plegados a la propaganda contra los judíos.

EN
la prensa Argentina de hoy,  muchos medios de prensa conservadores siguen refiriéndose como “el proceso” al periodo abierto por los militares en 1976 y que dejó 30 mil muertos o desaparecidos. No es una simple cuestión de términos, sino un eufemismo empleado con la intención de justificar un genocidio y de blanquear sus crímenes.

SIN
llegar a crímenes evidentes e inocultables como estos, hay otras formas de expresión odiosas e inhumanas que tienen cabida en nuestros medios y que colaboran a que males como la xenofobia o la injusticia social aniden en nuestra sociedad.

A
pesar de todo lo que se denuncia cada día y del trabajo infatigable de muchas organizaciones defensoras de los derechos humanos, la prensa española persiste en desayunarnos con la supuesta existencia de inmigrantes irregulares o ilegales que llegan en mareas que, además, asaltan vallas.

NO
importa que todos sepamos que esas personas como cualquier otro ser humano no tiene la posibilidad de ser ilegales, en todo caso lo serían los resultados de sus hechos si los cometieran. No costaría nada decir que son indocumentados respecto al país al que llegan o, sencillamente, sin papeles, si no se quiere alargar la frase y evitar decir que carecen de permiso de residencia. Pero no, parece que es mejo seguir contribuyendo a la criminalización del inmigrante; sobre todo, si es pobre.

El periodismo obsecuente

NO
quiero recordar al primero de nuestros ministros de economía que acuñó la posibilidad del crecimiento negativo de los salarios y las finanzas; como tampoco a la ministra que calificó como movilidad exterior a la desbandada hacia el extranjero de nuestros licenciados.


MUCHOS de nuestros informadores se tragaron y adoptaron toda esa falacia indecente y, aún hoy, se sigue escribiendo sobre la supuesta crisis financiera y los rescates a la banca siguen siendo enunciados como ayudas a los bancos.

AYUDAS
que hemos sufragado cada uno de nosotros y que nunca veremos retornadas a las arcas del Estado; claro que para quienes denuncian esta miserias los falsarios de la prensa han inventado el término populista.

UN
término que se cargó de desprecio para aislar a los utópicos que rechazaban el sistema social sostenido por el bipartidismo reformista europeo que plantea el capitalismo vigente como el paradigma de nuestra sociedad.


AUNQUE esto no les resultó, porque fueron muchos los que desde las izquierdas se apuntaron a ese populismo reivindicativo de los derechos humanos.

POR lo cual, los laboratorios de la mentira no tardaron en aplicar ese término a casi todos los fenómenos políticos que, aunque no tengan nada en común en sus idearios, coinciden en estar hasta los mismísimos de la miopía social del bipartidismo.

DE esta manera, meten en el mismo saco a Donald Trump, Yanis Varoufakis, Ada Colau o Marine Le Pen; parece un disparate, pero no lo es. La maniobra lo que pretende es confundir al personal atribuyendo intereses sociales idénticos a todo aquel que no se trague el paradigma de la democracia liberal.

LA
propia Fundéu, eligió “populismo” como palabra del año 2017 y señalaba que este término se entendía como ‘tendencia política que pretende atraerse a las clases populares’, y que esta tendencia pretende “la puesta en marcha de procedimientos democráticos antielitistas, capaces de incorporar a la vida política a las masas populares que se habían sentido excluidas en etapas anteriores”.

AÑADÍA
que aquel sentido se ha perdido: “en los ejemplos que encontramos cada día en los medios, populismo parece aludir a una forma de hacer política caracterizada, al margen de la ideología que la sustente, por el intento de atraerse emocional y vehementemente el favor popular ofreciendo soluciones simples y poco fundadas a problemas reales y complejos. Así pues, populismo y populista se están convirtiendo en voces que califican más que definen, que se lanzan como armas arrojadizas a uno y otro lado del espectro político”.

YA
lo tenía claro el literato británico Charles Lutwidge Dodgson en su “Alicia en el país de las maravillas”, su crítica a la hipocresía de la sociedad de su época no ha perdido vigencia ha pesar de haber sido escrita en el XIX. Allí nos ha dejado:

“CUANDO
uso una palabra -dijo Humpty Dumpty con un tono bastante soberbio- esa palabra significa exactamente lo que yo quiero que signifique... Ni más ni menos.

EL
tema es, -dijo Alicia- si puedes hacer que las palabras signifiquen tantas cosas diferentes. El tema es, -respondió Humpty Dumpty- quién es el que maneja las palabras... nada más.”

PARA
echarse a temblar...

PUEDE
 leer aquí anteriores artículos de Dardo Gómez:
-23/11/18 ¿Por qué decimos “fake news”?, cuando son mentiras…
- 05/10/18 ¿Adónde van los colegios de periodistas?

- 17/09/18 Estos son los grandes “salvadores” del periodismo
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