“El periodismo no se puede dejar doblegar. Sin un periodismo de régimen una dictadura no puede sobrevivir. Sin un periodismo que acepta ser censurado y a la vez se autocensura, las dictaduras no existirían

OPINIÓN. ¿Me quieren oír? Por Dardo Gómez

Periodista

10/03/20. Opinión. El conocido periodista Dardo Gómez reflexiona en su colaboración para EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com sobre la colaboración de parte de la prensa con las dictaduras: “Varios periodistas tuvieron que sentarse en el banquillo de los acusados por esa colaboración con los genocidas o por sus tareas para blanquearlo. Uno de los casos más sonados fue el del procesamiento de varios periodistas de...

...la Editorial Atlántida por haber publicado una entrevista falsa con la madre de un guerrillero, mientras ésta estaba secuestrada por el gobierno de la dictadura cívico militar (Argentina)”.

También deberíamos abrir las fosas del periodismo

El 20 de julio de 1949 los representantes de la prensa española ungieron a Francisco Franco como "Primer Periodista de España". Nadie ha pedido disculpas por ese blanqueo del dictador. Sin un periodismo de régimen una dictadura no puede sobrevivir. Sin un periodismo que acepta ser censurado y se autocensura, las dictaduras no existirían.


En una mañana de julio de 1983, en el Instituto Italiano de Cultura de Buenos Aires, la periodista Oriana Fallaci ofreció una rueda de prensa. Era su segunda visita a la Argentina; la primera había sido para entrevistar al general Leopoldo Galtieri, uno de los presidentes de la dictadura genocida que asoló aquel país entre 1976 y 1982, con la secuela de 300.000 desaparecidos.

El encuentro de la periodista italiana con sus colegas fue tenso y término en escándalo; el que provocó Fallaci cuando señaló a los informadores presentes como colaboradores de los militares.

Esa misma noche el periodista Bernardo Neustadt, que había dirigido un “prime time” con la dictadura y lo seguía haciendo, le recordó que también hubo periodistas desaparecidos (más de ochenta), a lo que ella le respondió que los presentes en la sala durante la mañana "no eran muertos ni desaparecidos", sino "los que han colaborado con el régimen".

De hecho, quien la estaba entrevistando era uno de los periodistas colaboradores con ese régimen y que, en ese momento, propugnaba una magna amnistía y postulaba que todo lo sufrido en aquel país era consecuencia de una guerra fraticida entre “dos males”.

Fallaci, decía: "He venido a dar la voz de alarma, ya que en este país puede pasar lo de Grecia, si aceptan la amnistía" y pronosticó que "si no se castiga a los torturadores... a los asesinos, nunca podrán llegar adonde quieren llegar".

En la misma entrevista Neustadt preguntó: ¿realmente piensa que el periodismo argentino es cobarde?
Respuesta: El periodismo no se puede dejar doblegar. Sin un periodismo de régimen una dictadura no puede sobrevivir. Sin un periodismo que acepta ser censurado y a la vez se autocensura, las dictaduras no existirían. Lo mismo pasa con la televisión, sin una TV que acepta ser censurada, o que se autocensura, en fin, sin una televisión de régimen, las dictaduras no sobrevivirían.

También periodistas en el banquillo

Sin embargo esa amnistía prosperó, los reclamos de responsabilidades por las iniquidades cometidas por los militares y civiles argentinos y que estaban plenamente comprobadas y que constituían delitos de lesa humanidad no fueron escuchadas. El recurso fue una ley llamada de “obediencia debida” que exoneró a todos los subordinados que alegaban haber matado o torturado por órdenes de sus superiores. Estos superiores no fueron juzgados.

Es que lo implicados y responsables de la dictadura cívico militar argentina seguían mandando en todos los estamentos del Estado y, por lo mismo, eran temidos.

Detrás de esa amnistía se refugiaron, también los directivos de medios y los periodistas de confianza que habían servido a los genocidas en el intento de blanquear sus crímenes. Muchos de ellos siguieron trabajando varios años más, pero… Esa impunidad duró lo que duró el temor y lo que tardaron en conocerse los detalles de la feroz represión y las actuaciones de los implicados en ella.

La Ley de “obediencia debida” se hizo añicos por insostenible y la amplia amnistía que refugiaba a los cómplices del genocidio se vio reemplazada a principios del 2000 por tribunales especiales para juzgar esos delitos.

Esos tribunales aún hoy siguen funcionando, no pueden dar por finalizada su labor ya que hay investigaciones abiertas, prófugos pendientes de extradición y testigos que más de cuarenta años después, ahora, se animan a denunciar o dar testimonio.

Los investigadores se preocuparon de investigar en la trama civil, que fue necesaria para sostener la dictadura y muchas miradas se dirigieron a ese mundo de la comunicación que Oriana Fallaci había definido como colaboracionista.

Varios periodistas tuvieron que sentarse en el banquillo de los acusados por esa colaboración con los genocidas o por sus tareas para blanquearlo. Uno de los casos más sonados fue el del procesamiento de varios periodistas de la Editorial Atlántida por haber publicado una entrevista falsa con la madre de un guerrillero, mientras ésta estaba secuestrada por el gobierno de la dictadura cívico militar en un centro de torturas de la marina argentina. La entrevista fue publicada con el título de Habla la madre de un subversivo muerto.

Para el juez que llevó el caso, quedó demostrado que empresa y periodista fueron parte de una campaña para mejorar la imagen de la dictadura a través de editoriales y artículos que daban a los lectores “otra realidad mediante la publicación de reportajes apócrifos, entre los que se encuentra el que se le realizara a Thelma Jara de Cabezas, haciendo notas (para mostrar) que no existía la llamada represión sino que los detenidos desaparecidos eran en verdad ‘subversivos peligrosos’ o ‘subversivos en recuperación’ y que los centros clandestinos eran, por lo contrario, verdaderos centros de recuperación de detenidos subversivos”.

Y, por casa ¿cómo estamos?

La periodista italiana aseguraba: “Sin un periodismo de régimen una dictadura no puede sobrevivir”. Si aceptamos esa afirmación (yo la suscribo) había que preguntarse, tal vez indagar, cuantas colaboraciones al régimen franquista se habrán prestado desde la prensa española entre 1939 y 1975.

Un colectivo que, entre otras delicias, se ufanó en ungir al dictador español "Primer Periodista de España"; por lo menos así ha figurado, durante decenios, Francisco Franco en el Registro Oficial de Periodistas.

La periodista Silvia Cruz Lapeña en un artículo de Vanity Fair (septiembre de 2018) informa que ese nombramiento se llevó a cabo con los honores debidos en el Palacio de El Pardo el 20 de julio de 1949 para validar la Orden Ministerial aprobada el 29 de mayo de ese año. “En la portada de ABC del día siguiente la foto única, era para un grupo de directores de periódicos y presidentes de asociaciones profesionales que acudieron a El Pardo para entregarle el carné número 1 de la Asociación de Prensa”, señala la periodista.

Está documentado que asistieron a esa entrega “los directores de los periódicos madrileños ABC (Ramón Pastor), Arriba (Ismael Harraiz), El Alcázar (Franciso Lucientes) y Pueblo (Juan Aparicio)”; además de los de La Vanguardia y La Prensa, de Barcelona, de todos los diarios deportivos, de la agencia Efe y de la Escuela Oficial de Periodismo. Hubo una periodista en ese acto: Marichu de la Mora, directora de La Moda de España, que había dirigido la revista de la Sección Femenina de la Falange.

Merece una mención aparte el periodista Juan Aparicio, que fuera uno de los fundadores de las JONS y fundador de la Escuela de Periodismo en Madrid y en Barcelona -también fue profesor en ellas- y luego director del diario Pueblo.

Qué se estaba blanqueando

Cae de suyo que no se trata de actos inocentes o de simples gestos de obsecuencia hacia el dictador; paralelas a estas aberraciones estaban los litros de tinta destinados tanto a exaltar al dictador como a calumniar a todos los que pensaban distinto o a denigrar a los intelectuales opositores exiliados. Aunque, quizá más grave serían los kilómetros de columnas que nunca fueron escritas y que con su silencio ocultaron a la ciudadanía el viento de torturas y dolor que salía de las prisiones del régimen.


El catedrático Juan Antonio Ríos Carratalá en su libro Nos vemos en Chicote. Imágenes del cinismo y el silencio en la cultura franquista dedica un capítulo al Juzgado Especial de Prensa (JEP). Un espacio de terror donde “se juzgaron a periodistas y caricaturistas en muchos casos sin saber el motivo, únicamente por haber publicado en periódicos republicanos, con independencia del contenido ideológico de sus trabajos”.

Un detalle del relato, el JEP estaba situado en la plaza de Callao, “en el mismo local que habían utilizado las asociaciones de periodistas durante el período republicano", y que haber situado allí a los inquisidores "responde al objetivo de facilitar la colaboración de estas asociaciones con quienes procedieron a la represión y la depuración de los periodistas; el cinismo de los delatores estuvo muy presente y, al cabo de las décadas, permanece el silencio sobre uno de los episodios más lamentables de la profesión periodística".

Estas colaboraciones canallas hacen a esos delatores tan miserables como quienes torturaban y tan responsables de los crímenes como lo son sus ejecutores. Merecen el mismo rango de desprecio los que envilecieron sus horas de trabajo con artículos que pretendían blanquear ese gran sepulcro que era el franquismo y, al cual, ellos contribuían con sus textos.

El historiador Ángel Viñas, en su comentario sobre el libro de Ríos Carratalá señala: “Deben figurar en todo fresco de la ignominia los nombres, por ejemplo, de Francisco Casares, Juan Pujol, Víctor de la Serna, Víctor Ruiz Albéniz, César González-Ruano, etc. etc. A las nuevas generaciones no les dirán nada. Servidor todavía recuerda algunos de sus artículos.”

Sin duda el listado de la infamia debe ser mucho más largo y en el figuran nombres que aún se mencionan o que nos quieren vender como maestros de la prensa española.

Joaquín Sabina, desde su vena de poeta urbano, en su poema “De purísima y oro” rescata la miseria física y ética de aquellos años de tinieblas y recuerda, también, las miserias del periodismo en momentos en que los pelotones de fusilamiento campaban por Madrid.

Cautivo y desarmado 
El vaho de los cristales 
A la hora de la zambra, en los gabrieles, 
por Ventas madrugaba el pelotón, 
al día siguiente hablaban los papeles
de Celia, de Pemán y del bayón.
(…) 
A la hora de la conga, en los burdeles, 
por San Blas descansaba el pelotón, 
al día siguiente hablaban los papeles 
de Gilda y del Atleti de Aviación.

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