“Ninguna guerra tiene la honestidad de confesar: 'yo mato para robar'. Las guerras siempre invocan nobles motivos: matan en nombre de la paz, en nombre de Dios, en nombre de la civilización, en nombre del progreso, en nombre de la democracia”

OPINIÓN.
¿Me quieren oír? Por Dardo Gómez

Periodista

10/03/22. Opinión. El conocido periodista Dardo Gómez reflexiona en su colaboración para EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com sobre la guerra: “Las guerras sirven para matar, para robar, para ejercer la crueldad y también -como un daño colateral no menor- para que algunos profesionales de la comunicación divulguen su ignorancia sobre temas que deberían conocer y expongan sus filias y fobias”...

Cuando se desata una guerra, las cloacas rebozan de idiotas y patriotas

“La primera víctima cuando llega la guerra es la verdad.” Ésta frase es atribuida al senador estadounidense Hiram Johnson, un político poco amante de las libertades, pero que acertó de pleno en este caso. La pronunció en 1917, defendiendo su oposición a la entrada de su país en lo que hoy recordamos como Primera Guerra Mundial.


De esto hace más de cien años en los cuales, de manera casi continua, hemos ido repitiendo el absurdo de lanzarnos unos contra otros con saña en una segunda contienda global, en Vietnam, en Irak y en todos los trágicos escenarios que están en la memoria de todos. Los horrores de los campos de concentración o exterminio inaugurados por la Alemania nazi motivaron que nos juntáramos para lanzar una Declaración Universal de los Derechos Humanos; un documento sabio que, por desgracia, está siendo cuestionado por los que jalean las nuevas guerras. Guerras que no hallan justificación alguna en los pretextos al uso, ya que todo es maquillaje del odio o máscaras de intereses que nadie se atreve a confesar. Patria y/o libertad suelen ser las mentiras más frecuentes.

El notable escritor uruguayo Eduardo Galeano, que nos ha plagado de lecciones de humanidad y que sufrió el exilio que le aplicaron esos defensores de la patria de su país señalaba: “Las guerras mienten. Ninguna guerra tiene la honestidad de confesar: 'yo mato para robar'. Las guerras siempre invocan nobles motivos: matan en nombre de la paz, en nombre de Dios, en nombre de la civilización, en nombre del progreso, en nombre de la democracia. Y si por las dudas, si tanta mentira no alcanzara, ahí están los grandes medios de comunicación dispuestos a inventar enemigos imaginarios para justificar la conversión del mundo en un gran manicomio y un inmenso matadero”.

Galeano, que era un estudioso de la comunicación, no podía dejar de señalar la responsabilidad directa que cabe a los medios en todas las guerras desde que los magnates de la prensa estadounidense William Randolph Hearst y Joseph Pulitzer, lanzaron a sus respectivos New York Journal y New York World, para justificar la Guerra de Cuba que el presidente Theodore Roosevelt necesitaba.

Fueron las primeras fake news y consiguieron que el pueblo de Estados Unidos viviera la guerra como una necesidad y sintiera que tenían la obligación de liberar a Cuba, para liberar a los cubanos de España y ganarlos para la democracia. Nada se dijo de que los millonarios de Nueva York llevaban años ofertando la compra de la isla ante la negativa de los españoles.


Se ha documentado que Frederic Remington, un dibujante de sucesos que el New York Journal había enviado a cubrir la guerra que no terminaba de comenzar, solicitó a Hearst volver a su casa ante la inacción en el conflicto inexistente.

-Todo está tranquilo. No hay problemas. No habrá guerra. Deseo volver.
Hearts le respondió:
- Por favor, manténgase allí. Usted proporcione las imágenes y yo proporcionaré la guerra... Y la proporcionó.

La mentira, venga de donde viniere, es mentira

El dibujante de Hearts iba a ser esencial para que se diera como verdadera la guerra contra España y, después, la conquista de Filipinas. Hoy, las cosas han cambiado mucho y las tecnologías de la comunicación deberían hacer imposible estas manipulaciones. Deberían y pueden hacerlo; por lo mismo la orden en la nueva guerra que nos han generado es silenciar la información de los que están del otro lado; digo del otro lado porque me repudia la palabra enemigo y no siento que los rusos ni los ucranianos sean mis enemigos. Así como Putin y Zelenski no me han demostrado que sean menos fiables que Trump, Macron o Boris Johnson. Que los españoles tengamos como compañeros de ruta a los jeques de los Emiratos Árabes y de la Arabia Saudí tampoco me permite confiar en que sea leal nuestra defensa de los derechos humanos en Ucrania.

En cambio, todos me demuestran sus intenciones de que yo en particular y mis conciudadanos, en general, no nos enteramos de las tripas verdaderas de esta nueva sangría que no hemos votado; salvo que se aplique para esta ocasión nuestra adhesión a la OTAN; que es de cuando aún existía la URSS. Aunque algunos analfabetos de la ultraderecha, entre ellos algunos periodistas, atribuyan al actual jerarca ruso una supuesta filiación comunista. Vaya tontería...

Entre los que han desenfundado en esta guerra paralela de ocultación de información está la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, al anunciar que los medios Russia Today y Sputnik quedaban prohibidos en la UE. Lo hizo bajo el argumento de que Putin ha implantado, lo que es verdad, una férrea censura en su país y el nunca comprobado de interferencias en las redes sociales. Si él fastidia, yo más.

Hasta ahora, la única en reaccionar ante esto ha sido la Federación Europea de Periodistas (FEP) que denunció de inmediato: “cabe recordar que la regulación de los medios no es competencia de la Unión Europea. Creemos que la UE no tiene derecho a otorgar o retirar licencias de transmisión. Esta es una competencia exclusiva de los estados. En segundo lugar, el cierre total de un medio de comunicación no parece la mejor manera de combatir la desinformación o la propaganda”. Ricardo Gutiérrez, secretario general de la FEP, añadía: “Este acto de censura puede tener un efecto totalmente contraproducente para los ciudadanos que siguen los medios prohibidos. En nuestra opinión, siempre es mejor contrarrestar la desinformación de los medios propagandísticos o supuestamente propagandísticos denunciando sus errores fácticos o mal periodismo, demostrando su falta de independencia financiera u operativa, destacando su lealtad a los intereses gubernamentales y su desprecio por el público”.


Este despropósito de la UE compite en estupidez con el cierre dispuesto por Moscú de los últimos medios independientes que eran críticos con el gobierno: Ekho Moskvy y Dozhd TV ya no están disponibles para los rusos. Al mismo tiempo, Putin advertía al resto de medios y a los periodistas de medios extranjeros en Rusia que no podían difundir "información falsa" sobre el conflicto y que el avance de las fuerzas por él enviadas a Ucrania no debía ser descrito como "ataque, invasión o declaración de guerra" so pena de sanciones. El acceso a las redes sociales también ha sido restringido, y se ha anunciado que la distribución de información "no oficial" podría conllevar prisión de hasta 15 años. La torre de televisión de Kiev, claro está, fue bombardeada.

Estas medidas represoras de la información han provocado que empresas como EFE, RTVE, la catalana TV3 o la británica BBC ordenaran la retirada de sus corresponsales para no exponerlos a las consecuencias de ellas. Es decir, que en la era de la información estaremos muy desinformados.

La hora de la estupidez ha llegado

A la estupidez ya mencionada de calificar al actual Gobierno moscovita de comunista hay que sumar la campaña de cortina de humo de las grandes corporaciones mediáticas de atribuir la invasión de Ucrania a la megalomanía de Vladimir Putin y a su posible alteración mental. Estas vulgaridades se han dicho de Napoleón tanto como de Hitler y sirven para evitar explicar que detrás de cualquiera de ellos hay otros factores e intereses que ayudaron a blanquearon sus acciones anteriores e, incluso, alabaron sus decisiones. Hasta no hace mucho varios gobernantes y políticos europeos jaleaban a Putin cuando ya perseguía con mano durísima toda crítica democrática de sus conciudadanos. Convendría saber las razones de aquellos elogios.

Conocer este tipo de antecedentes, en todos los conflictos, permitiría fijar criterios razonables en la opinión pública y no guiarla hacia reacciones puramente temperamentales o emotivas que terminan, siempre, reclamando el exterminio de personas que, por el odio desatado, dejan de ser deportistas, profesores o artistas, para convertirse en “el enemigo”.

Esta percepción deleznable del conflicto ha llevado, por ejemplo, al Comité Paralímpico Internacional (IPC) a prohibir la participación de atletas de Rusia y Bielorusia en los Juegos que se disputan en Beijing. Lo ha hecho presionado por los comités nacionales que han manifestado junto a sus equipos y atletas, que se niegan a competir junto a sus colegas de esos países.

La tontería nacionalista también ha llegado a alguna universidad como la italiana Universidad de Milán-Bicocca que propuso suspender un curso sobre Fiódor Dostoyevski, porque el legendario escritor era ruso. Por suerte, se impuso la razón y se desestimó la medida; pero el profesor Paolo Nori, quien imparte el curso, comentó en redes sociales que el vicerrector le dijo que era “para evitar cualquier controversia, especialmente a nivel interno, en un momento de fuertes tensiones” y que sería bueno que incluyera algún escritor ucraniano. “Desgraciadamente, no conozco autores ucranianos, así que os libraré del compromiso que han tomado y el curso que debería haber hecho en Bicocca lo haré en otro lugar”, respondió el profesor Nori. De vergüenza, aunque la universidad luego se retractó.

Sin embargo no ha surtido efecto la presión que sobre la empresa del Canal de Panamá han ejercido dirigentes perturbados de algunos países, para que esa vía que conecta Atlántico y Pacífico se cerrara al comercio ruso. Es que este canal, vital para el trafico mundial de mercancías de todo tipo, se rige por el tratado de 1977, firmado por el expresidente Jimmy Carter y el líder nacionalista panameño, Omar Torrijos, por el cual Panamá recuperó el canal de manos de Estados Unidos, y que estipula que este “es una vía acuática de tránsito internacional permanentemente neutral”. Con las cosas de comer no se juega; aunque todo puede cambiar, no se fíen...


Esta estupidez tiene preocupadas a los dirigentes de Acces Now, una organización internacional sin ánimo de lucro que, desde 2009, está dedicada a los derechos humanos de la comunicación digital, la política pública, y el activismo por la defensa del internet abierto y libre.

Su preocupación deriva de la amenaza europea de cortar ese acceso a la población rusa. “Desconectar a las personas de internet en función de su nacionalidad, especialmente durante el tiempo de conflicto, causaría un daño irreparable a la capacidad de los rusos y ucranianos para luchar y resistir la violencia del Estado ruso”, dijo Natalia Krapiva, asesora legal tecnológica de la organización.

Por su parte, Fanny Hidvegi, directora de Políticas para Europa de Access Now señaló en la BBC que “la guerra de Rusia contra Ucrania está afectando a millones de personas, y la Unión Europea tiene tanto el poder como la responsabilidad de garantizar que Internet y todas las telecomunicaciones sean accesibles para todos”.

En manos de los idiotas globales

Las guerras sirven para matar, para robar, para ejercer la crueldad y también -como un daño colateral no menor- para que algunos profesionales de la comunicación divulguen su ignorancia sobre temas que deberían conocer y expongan sus filias y fobias.

Charlie D'Agata, corresponsal de prestigio de CBS News, soltó al aire desde  Kiev,  que Ucrania “con el debido respeto, no es un lugar como Irak o Afganistán, que haya visto conflictos durante decenios. Esta es una ciudad relativamente civilizada, relativamente europea, también tengo que elegir esas palabras con cuidado, en la que no esperarías  que sucedieran estas cosas”.

David Sakvarelidze, exfiscal general adjunto de Ucrania, describió en la misma  cadena británica con gran emoción que le había conmovido ver “asesinar a niños europeos de ojos azules y cabello rubio”, en su país.

En el canal francés BFM TV, un comentarista no se cortó al explicar que “no estamos hablando de sirios que huyen de las bombas del régimen sirio respaldado por Putin, estamos hablando de europeos, que se parecen a los nuestros, y que se van en automóviles para salvar sus vivas".

En el programa de humor  Saturday Night Live de la NBC estadounidense el copresentador Michael Che, advirtió que costaba bromear sobre la cobertura mediática del conflicto: “Este es un tema difícil para hacer bromas. Quiero decir, que en mi vida he visto imágenes de ataques como este en otros países, pero nunca en uno blanco”.

Daniel Hannan, exmiembro conservador del Parlamento Europeo, publicó en el londinense The DailyTelegraph  sobre los ataques rusos contra el pueblo ucraniano: “Se parecen tanto a nosotros. Eso es lo que lo hace tan impactante. La guerra ya no es algo que afecta a las poblaciones empobrecidas y remotas. Le puede pasar a cualquiera".

Toda esta inmundicia se inspira en las mismas fuentes putrefactas de declaraciones como la del liíder de Vox Santiago Abascal, que en el pleno del Congreso de los Diputados defendió la recepción en España de quienes huyen de Ucrania con estas palabras: "Estos sí son refugiados de guerra, mujeres, niños y ancianos, esos sí deben ser acogidos en Europa, cualquiera puede entender la diferencia entre esos flujos de refugiados y las invasiones jóvenes de varones en edad militar de origen musulmán que se han lanzado a las fronteras de Europa en un intento de desestabilizarla y colonizarla".


No se puede ser más canalla o quizá sí... Cuando se desata una guerra, las cloacas suelen rebozar de idiotas e infames patriotas dispuestos a empacharnos de su despreciable ardor guerrero.

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