Arquitecto urbanista

Arquitecto urbanista

Yemas del Tajo
YO había jurado que jamás en la vida haría otro Plan General de Ordenación Urbana, aunque estuviera en estado de necesidad, cosa que no he cumplido, y por eso la necesidad va camino de ser extrema. Con todas las complicaciones propias de un menester tan interdisciplinar, y con tan azarosas repercusiones, hubo una época en la que todavía la planificación urbana pretendía encerrar una indisimulada utopía de alcance político y social, a la manera de los viejos reformistas del XIX y principios del XX. Detrás de cada urbanista había un Fourier, un Unwin, un Howard o un Le Corbusier, más o menos ingenuo, más o menos prepotente, pero nunca lo suficiente como para proclamar en sus justificaciones públicas que lo que estaba exponiendo era "un modelo de ciudad", pues esa memez sólo eran capaces de hacerla suya los políticos. (Miren alrededor y díganme si, en el escenario fractal de las corrientes que zigzaguean por el mundo algunos de los políticos que dicen eso tan bonito del modelo tienen la más mínima posibilidad de inducir un cambio en su entorno en el que, además, ni creen ni les conviene que se produzca).
PERO últimamente, ya ni eso. Ni utopías, ni modelo, ni racionalidad, ni leches. El urbanismo oficial se ha convertido en un reptilario de gremios advenedizos cuya única misión es garantizar a salivazos sus pequeños territorios de poder retroalimentando un sistema parasitario.
PARA esos burócratas, mantener el puesto en medio del actual tsunami bien merece la molestia de un recorte salarial. Las ideas urbanísticas, el bienestar de la población, la racionalidad de los flujos cotidianos, el estímulo para nuevos recursos productivos, el descubrimiento de prometedoras y estratégicas funciones para una ciudad y un territorio... todo lo que se supone debe integrar el vademécum de la perfecta planificación urbana le importa al urbanismo oficial exactamente un carajo. Lo que verdaderamente importa es que el Plan General haya podido hacer los necesarios encajes de bolillos para cumplir con ese marco normativo inextricable, superfluo y contradictorio que nutre el superglú con que la burocracia municipal y autonómica pega hoy el culo a su silla. No, decididamente, hoy el planeamiento urbano tiene con el urbanismo la misma relación que la guía telefónica con la literatura.
PUES bien, a pesar de toda esta declaración de principios, dos buenos amigos míos, el

ingeniero José Alba y el arquitecto Luis Machuca me invitaron, hace unos seis años, a formar equipo para concursar en la redacción del PGOU de Ronda. Solo una maravillosa ciudad como Ronda te puede hacer dudar de tus convicciones, y por eso -no sin cierta desgana, a pesar de todo- allá que fuimos al ayuntamiento, perfumados y con traje limpio, para pasar un examen que acreditara nuestra buena presencia, nuestras aptitudes profesionales y nuestros puntos de vista urbanísticos de cara a la posible redacción del Plan General, en el que competíamos con otros dos equipos. El tribunal estaba compuesto por el alcalde, el Sr. Marín Lara, del PA, y un miembro de cada partido, PP, PSOE e IU.
LA primera pregunta obligada era qué pensábamos de Ronda y qué nos movía a presentarnos a esa convocatoria. Respondimos lo más objetivamente que podrían hacerlo quienes sentimos una entregada admiración por una de las capitales referentes del romanticismo mundial y de la tauromaquia, destino preferente de los viajeros del Grand Tour cuyos epítomes podían ser, claro está, Rilke y Pedro Romero. Huyendo del tópico manifestamos nuestro convencimiento de que el paisaje rondeño era su principal patrimonio de cara a la formulación de una oferta turística distintiva, y que esa exclusividad, junto con la aportación de los maravillosos pueblos de la comarca, era, precisamente, su nicho de competitividad: el castañar de Igualeja, las chacinas de Benaoján, el pinsapar de la vecina Sierra de las Nieves, las rutas del valle del Genal, el emplazamiento mágico de Gaucín, la creciente actividad universitaria camino de emular a la Menéndez Pelayo, la mitología taurina en torno a la época dorada de Ordóñez, Hemingway y Orson Welles, la infinitud monumental de la propia Ronda capital... todo, en definitiva, se concitaba para hacer de Ronda un destino turístico mundial en su ejemplaridad y exclusividad, un lugar que ahí estaba, redimiendo a Málaga y a su Costa del Sol de tantas barbaridades cometidas.
ESTÁBAMOS contentos con esta exposición, en cuya suerte nos habíamos recreado como ante un toro pastueño. Pero en ese momento vi con inquietud que el representante del PSOE, Juan Fraile -que hasta el momento había asentido en todo con reconfortantes muestras de aprobación- se tuvo que ausentar. Aquella ausencia me recordó la escena de El Padrino 2 en la que, en un peaje de carretera, todo el mundo se quita de en medio de repente dejando el terreno libre para que unos sicarios pudieran acribillar a Santino, el hijo mayor de Don Corleone. Instintivamente nos pusimos en guardia con recelo de gatos escaldados.
EL primer disparo corrió a cargo del Alcalde. Harto de la perorata culterana, cargó la escopeta de cañones recortados y descerrajó la primera pregunta clave: “Todo eso está muy bien pero, ¿qué opinan ustedes de los campos de golf?”. No había que ser un

YA desde el primer pero nos dimos cuenta de que aquella no era la respuesta correcta y de que la habíamos cagado en toda regla. Estábamos sentenciados porque el asunto de Los Merinos exigía la fe inquebrantable de una falange romana, la disposición a pringarse de un mujaidín, hasta la muerte, e incluso un paso más. Nada de tibiezas con Los Merinos. Estábamos muertos, pero el representante del PP todavía nos reservaba el tiro de gracia. Dirigiéndose despectivamente a la representante de Izquierda Unida nos dijo, apuntándonos en la nuca: “¡Y ésta, ahora, os va a preguntar qué opináis de eso del desarrollo sostenible!” Efectivamente, estábamos ya desenmascarados y todo lo que pudiéramos haber dicho en adelante sólo hubiera servido para arrojarnos al Tajo convertidos en una yema pastosa de urbanistas ingenuos.
AL interrogatorio le siguieron unos minutos de desolación, pero empezamos a venirnos arriba valorando de la que nos habíamos librado y, sobre todo, por el hambre, que cuando se tiene una prometedora posibilidad de saciarlo, es algo que pone siempre de buen humor. Así que nos fuimos a almorzar al restaurante Pedro Romero-sopa de almendras y conejo a la rondeña- pero antes pasamos por el Tragabuches siguiendo algún inexplicable instinto detectivesco y allí, en una mesa algo apartada, un exconsejero de Economía y Hacienda de la Junta de Andalucía, que antes ya lo había sido de la cartera de Obras Públicas, departía amigablemente con los propietarios de Los Merinos sobre la redacción del Plan Parcial de la finca.
REALMENTE había que estar muy loco para presentarse a ese concurso sin saber las respuestas. Realmente hay que estar muy loco o desesperado para presentarse a cualquier concurso porque, como es de general conocimiento, todos los concursos del mundo están dados de antemano, y si no, es que no son trigo limpio y más vale desconfiar. Finalmente el Plan General de Ronda se lo llevó uno que se sabía las respuestas, todas las respuestas.
PUEDE ver aquí anteriores colaboraciones de Salvador Moreno Peralta:
- 29//06/11 La noria andaluza
- 10/03/11 Trinidad-Perchel: Éxito residencial, fracaso urbano
- 27/01/11 La función pública. El arquitecto municipal
- 20/01/11 Sobre ‘Ciudades contra burbujas’
PUEDE consultar aquí una entrevista a Salvador Moreno Peralta:
- 02/06/10 “El verdadero pecado original del Puerto de Málaga es la concesión del concurso de explotación del muelle 1 a Udisa”
- 01/06/10 “La Gerencia Municipal de Urbanismo de Málaga se ha convertido en un monstruo ingobernable, hay que hacer una auditoría de gestión”