OPINIÓN. El buen ciudadano. Por Rafael Yus Ramos
Coordinador del Gabinete de Estudios de la Naturaleza de la Axarquía06/02/19. Opinión. El coordinador del Gabinete de Estudios de la Naturaleza de la Axarquía, Rafael Yus, habla en su nuevo artículo para EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com sobre los pozos que llenan los campos tras el reciente accidente en el que Julen, un niño de dos años, cayó en un estrecho pozo ilegal en Totalán, Málaga. “No nos engañemos, este interés por los pozos ilegales no reside tanto...
...en la situación de ‘ilegalidad’, como en la situación de ‘peligrosidad’. Da igual que sea legal o ilegal, lo importante es que no constituya una trampa. Da igual que un pozo ilegal esté extrayendo agua sin concesión, el asunto es si está tapado o no. Da igual que se sobreexplote un recurso natural tan escaso como el agua. Da igual que esa explotación provoque la destrucción de ecosistemas naturales y su biodiversidad. Tampoco importa si son legales o ilegales. No, no nos confundamos, los ayuntamientos no han declarado la guerra a los pozos ilegales, sino a los pozos abiertos que equivalen a trampas mortales, incluyendo hasta los pozos abiertos y legales”, indica Yus. Que intenta responder a la pregunta de cuántos pozos ilegales hay en la Axarquía malagueña.
A la caza del pozo ilegal... ¿solo los que son peligrosos?
EL pasado 1 de febrero, pocos días después de encontrarse, sin vida, el cuerpo del pequeño Julen, precipitado por un pozo de sondeo de agua de no más de 30 centímetros de diámetro, que tuvo en vilo a toda España y parte del extranjero, y de un extraordinario esfuerzo por parte de numerosos especialistas convocados para un rescate inaudito (Fig.1), se empezó a hablar de los pozos ilegales. Estado en el que estaba el pozo donde se produjo este siniestro, en la ladera del Cerro Corona de Totalán.
EL Ayuntamiento de Rincón de la Victoria, en sesión plenaria, aprobó una propuesta para “adoptar las medidas necesarias para localizar, señalizar y sellar los pozos abiertos, aljibes y elementos similares, con total garantía de seguridad, en las zonas del término municipal, no competencia de la Administración autonómica o del Estado, a través de los servicios municipales correspondientes”, con colaboración de la Junta y del Seprona de la Guardia Civil. Poco antes, y en sólo 48 horas, la Policía Local de Vélez-Málaga precintó ocho pozos en este municipio, y así sucesivamente, se han ido sumando ayuntamientos en esta labor de urgencia. Lo mismo se empezó a hacer en otros municipios de Málaga. Los medios de comunicación contribuyeron a crear un estado de opinión contra los pozos ilegales, máxime cuando, al poco tiempo de hallarse el cadáver del pequeño Julen en Totalán, se encontró otro cadáver de un hombre y su perro en un pozo de Villanueva del Trabuco. La impresión psicosociológica fue que la gente estaba en peligro con tanto pozo abierto así que se emprendió una cruzada bajo el lema ‘¡a la caza del pozo ilegal!’.
PERO, no nos engañemos, este interés por los pozos ilegales no reside tanto en la situación de “ilegalidad”, como en la situación de “peligrosidad”. Da igual que sea legal o ilegal, lo importante es que no constituya una trampa. Da igual que un pozo ilegal esté extrayendo agua sin concesión, el asunto es si está tapado o no. Da igual que se sobreexplote un recurso natural tan escaso como el agua. Da igual que esa explotación provoque la destrucción de ecosistemas naturales y su biodiversidad. Tampoco importa si son legales o ilegales. No, no nos confundamos, los ayuntamientos no han declarado la guerra a los pozos ilegales, sino a los pozos abiertos que equivalen a trampas mortales, incluyendo hasta los pozos abiertos y legales que, como el de Villanueva del Trabuco, no constituyen un peligro porque, aunque estaba abierto, tenía un muro de casi un metro de altura alrededor, de modo que para caer dentro hay que hacerlo a propósito.
DESDE el ecologismo celebramos este inusitado interés por perseguir a los pozos ilegales, puesto que llevamos decenios denunciándolos en distintos puntos de España, siendo el entorno del Parque Nacional de Doñana el que más denuncias ha cosechado. La razón es sencilla de comprender si se recuerda que Doñana es, ante todo, un humedal, cuyas marismas se nutren de las aguas subválveas de la cuenca del Guadalquivir en su último tramo. La condición de tierras encharcadas ha permitido, durante mucho tiempo, el cultivo del arroz, y esta actividad ha sido compatible con la estabilidad de los ecosistemas de Doñana hasta que un importante contingente de agricultores ha ido sumándose esta vez para los más rentables cultivos de fresa, muy exigentes de agua, como otros de regadío. La misma Junta de Andalucía reconocía que más de 850 pozos ilegales (Fig.2), todos en un mismo acuífero (Acuífero 27) bombeando agua continuamente, han ido secando las marismas de Doñana y con ello la biodiversidad de este espacio natural. Nuestras denuncias han ido cayendo en saco roto, a pesar de la importante labor del Seprona de la Guardia Civil, que ha sido clave en muchas denuncias. Pero desde la Junta de Andalucía nunca se tomó una decisión drástica, por políticamente perjudicial, sobre este problema. Recientemente, ha sido la Comisión Europea la que ha tomado las riendas, llevando a España ante el Tribunal de Justicia de la Unión Europea, por su desidia en la protección de este parque nacional, que hoy día es ya Reserva de la Biosfera.
Y ahora volvemos a los pozos ilegales de la Axarquía ¿cuántos pozos ilegales hay en la Axarquía? Esta pregunta nos la han hecho numerosos medios de comunicación en estos días, e incluso desde medios policiales. Lamentablemente, pero comprensiblemente también, no tenemos un inventario de pozos ilegales de la Axarquía, ni creemos que, por razones que más adelante detallamos, lo pueda tener actualmente ninguna institución, incluidas las directamente implicadas en su control. Veamos con detalle la casuística:
1. Un minifundio, un pozo
LA comarca de la Axarquía tiene un régimen de propiedad de carácter minifundista. Una gran cantidad de parcelas tiene una superficie media inferior a una hectárea. Estos minifundios se han ido originando a lo largo de siglos de explotación del suelo de esta abrupta comarca, en la que la mayoría de las parcelas se encuentran en laderas de pendientes a veces próximas a la vertical.
ANTIGUAMENTE, estas pequeñas parcelas eran explotadas de forma familiar para desarrollar una agricultura y/o ganadería de supervivencia en régimen de secano. Es decir, contando únicamente con el agua que las lluvias ofrecían (que como sabemos no son abundantes y menos aún en los intermitentes periodos de sequía). Era una “propiedad”, aunque paupérrima, que permitía, al menos, sobrevivir a una familia.
LUEGO, esa parcela la heredaban los herederos naturales y se fraccionaba, y así sucesivamente estos minifundios se iban haciendo cada vez más pequeños, llegando a ser simples “microfundios”. En años más recientes en la historia, la Axarquía ya había claudicado en la agricultura de secano, salvo en los puntos en los que la viña y el olivo todavía daban algún rendimiento, pero en su mayor parte no eran lo suficientemente rentables como para vivir de ello con una dedicación exclusiva, quedando como una actividad secundaria, de fines de semana o de últimas horas de la tarde.
UN minifundio de secano no es rentable, al menos en la forma tradicional de explotación, pero un minifundio con agua tiene más expectativas. En el horizonte se abren nuevas posibilidades para los herederos que tenían tierras totalmente abandonadas cuando irrumpe en el escenario la figura del pocero. Un profesional con maquinaria y experiencia para hacer sondeos y, en muchos casos, encontrar el preciado líquido y, por increíble que pueda parecer, con la contribución de la figura del zahorí. Un individuo, sin cualificación alguna, que basa su capacidad de predecir dónde hay agua con tan sólo unos “poderes” especiales que Dios le ha dado (Fig.3).
EL hallazgo de este preciado líquido abre las puertas a nuevas posibilidades de explotación de esta paupérrima herencia. De este modo, en la Axarquía, al menos por encima de la cota de riego del Embalse de la Viñuela (Plan Guaro de regadío) se puede afirmar que cada minifundio en explotación agrícola o inmobiliaria tiene, al menos, un pozo. Por ahí podemos empezar a hacer estimaciones.
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