OPINIÓN. El buen ciudadano. Por Rafael Yus Ramos
Coordinador del Gabinete de Estudios de la Naturaleza de la Axarquía


03/04/19. 
Opinión. El coordinador del Gabinete de Estudios de la Naturaleza de la Axarquía, Rafael Yus, recoge en su nueva colaboración para EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com  la segunda parte de una serie de artículos en los que reflexiona sobre “la dimensión psicosocial de la percepción del riesgo, para intentar comprender cómo un fenómeno, a todas luces catastrófico para la humanidad, como es el cambio...

...climático, apenas crea preocupación en la sociedad y, por lo tanto, tampoco al estamento político, que a fin de cuentas responde a las inquietudes sociales”. Yus asegura que “tenemos que ser contundentes con la información. Debemos decirlo de forma clara y sin rodeos: el cambio climático será (empieza a ser) la peor calamidad que ha padecido la humanidad en toda su corta historia. Es momento de hablar claro y sin mojigatería, sin llegar a ser apocalípticos, para que la población se vaya preparando para los terribles escenarios que vienen. Se trata simplemente de contar la pura verdad. Una verdad ‘incómoda’, pero testaruda”.

Por qué no tememos al cambio climático (parte 2). La información no se entiende o es mojigata

EN un artículo anterior planteábamos la problemática que supone el hecho de una parte considerable de la población muestre una preocupante pasividad frente a los escenarios que los científicos pronostican ante las evidencias del cambio climático en este siglo. Y no es por falta de información, porque hoy día todos los medios de comunicación se hacen eco de las noticias que van produciéndose desde el Panel Intergubernamental Contra el Cambio Climático (IPCC) de la ONU desde hace ya decenios. Se pone en evidencia que desde la información a la implicación o adaptación, hay un recorrido lleno de obstáculos, en gran parte procedente de los aspectos psicosociales de la población, la también llamada dimensión humana (Fig.1).


EN efecto, por más ilógico que nos parezca, una misma información se entiende de manera diferente por distintas personas, como resultado del procesamiento mental que hace cada una de ellas, de ahí la diversidad de respuestas elaboradas. En el proceso de elaboración de una respuesta ante la información recibida, las personas realizamos operaciones cognitivas mediante las que vamos asimilando la información, influyendo en nuestra percepción personal del riesgo, aspectos como las emociones, las ideas previas o preconcepciones que tenemos sobre la temática y nuestra escala de valores. De esta compleja interacción nacen nuestras actitudes o disposición a la acción o respuesta, que puede traducirse en la negación de la información (negacionismo), la duda sobre la veracidad de esa información o parte de ella (escepticismo), y, solo en caso de que esa información haya sido significativa, se traduce en una respuesta consecuente con la misma, en cuyo caso estamos dispuestos a actuar frente al riesgo que anuncia dicha información (adaptación).

LUEGO, si se pretende que la información produzca respuestas adecuadas, es importante que dicha información se presente de forma que produzca significados en las personas. Por ejemplo, algunos autores consideran que esta información sobre el cambio climático no se presenta con la verdadera crudeza de las consecuencias pronosticadas sobre el cambio climático. Decir, por ejemplo, que la temperatura media aumentará 3ºC a finales del siglo XXI, no produce alarma ninguna, ya que todo el mundo acepta como normal lo que considera un pequeño aumento de la temperatura, como de hecho ha tenido ocasión de comprobar durante sus vidas actuales en alguna “ola de calor”. El hecho de que actualmente ya se aprecia esta elevación, simplemente comparándola con la vivida en años anteriores, ha sido explicado como una las primeras consecuencias perceptibles del cambio climático, pero para la población estos pequeños aumentos de temperatura son soportables y se consideran “normales” en nuestra climatología.

LUEGO si las evidencias perceptibles sobre el cambio climático no son significativas para la mayor parte de la población, habrá que recurrir a mostrar sus efectos futuros. Pero algunos autores consideran que se debería presentar esta información con la crudeza real de lo que se avecina, pese al riesgo de ser tachado de apocalípticos. Es la línea adoptada, exitosamente, por David Wallace-Wells (2017) en su artículo del New York Times Magazin, titulado “¿Cuándo el cambio climático hará que la Tierra sea demasiado cálida para los seres humanos?”, que ha dado la vuelta al mundo.

Hablando en plata sobre el cambio climático


TENEMOS que ser contundentes con la información. Debemos decirlo de forma clara y sin rodeos: el cambio climático será (empieza a ser) la peor calamidad que ha padecido la humanidad en toda su corta historia. Es momento de hablar claro y sin mojigatería, sin llegar a ser apocalípticos, para que la población se vaya preparando para los terribles escenarios que vienen. Se trata simplemente de contar la pura verdad. Una verdad “incómoda”, pero testaruda. Lo que sigue es un relato apoyado por numerosas entrevistas a los climatólogos más eminentes que actualmente están estudiando el cambio climático. Sabemos que esto no es suficiente para lograr una implicación social en la lucha contra el cambio climático, que la población reacciona de forma diversa a esta información, pero jamás se debe ocultar la realidad que se nos avecina. Resumimos a continuación algunos de los puntos fuertes de David Wallace-Wells, adaptándolos a la realidad europea y española, como ejemplo de la crudeza con que se debe presentar esta realidad.


1. Entramos en un futuro atroz

TODO parece indicar que el futuro próximo será peor de lo que podríamos pensar. Si nuestra ansiedad por el calentamiento global está dominada por los temores del aumento del nivel del mar, apenas estamos arañando la superficie de los terrores que traerá el cambio climático. A pesar de lo cual es cierto que el dato que más ha impresionado hasta ahora sobre los pronósticos del cambio climático ha sido simplemente éste, el que los mares se inflarán y que las ciudades costeras como todas las de la Costa del Sol se ahogarán, ocultando así nuestra percepción de otras amenazas mucho más cercanas. Es verdad que la elevación del nivel del mar nos tiñe de negro el futuro, pero no crean que se va a solucionar el problema simplemente huyendo de la costa.


NO hay escapatoria. Además del problema del ajuste de la vida de miles de millones de seres humanos que viven en la costa, estamos olvidando que otra gran cantidad de personas no podrán vivir en zonas no costeras que el cambio climático hará casi inhabitables, y en otras partes horriblemente inhóspitas, apenas finalizado este siglo. Incluso entrenando nuestros ojos sobre el cambio climático, somos incapaces de comprender su alcance. Los inviernos ya están siendo lo suficientemente cálidos como para calentar el Polo Norte, y derretir el permafrost (suelo helado desde hace centenares de miles de años) en el que se encajaba la bóveda global de semillas de Svalbard en Noruega, un banco global de semillas de todo el mundo, apodado “Doomsday” (Día del Juicio Final), diseñado para garantizar que nuestra agricultura sobreviva a cualquier  catástrofe, y que parece haber sido inundada por el cambio climático menos de diez años después de su construcción.

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PUEDE leer aquí anteriores artículos de Rafael Yus:
- 22/03/19 Por qué no tememos al cambio climático (parte 1). Aproximación a la dimensión psicosocial frente al riesgo
- 06/02/19 A la caza del pozo ilegal... ¿solo los que son peligrosos?
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