OPINIÓN. El buen ciudadano. Por Rafael Yus Ramos
Coordinador del Gabinete de Estudios de la Naturaleza de la Axarquía03/05/19. Opinión. El coordinador del Gabinete de Estudios de la Naturaleza de la Axarquía, Rafael Yus, recoge en su nueva colaboración para EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com la tercera parte de una serie de artículos en los que reflexiona sobre “la dimensión psicosocial de la percepción del riesgo, para intentar comprender cómo un fenómeno, a todas luces catastrófico para la humanidad, como es...
...el cambio climático, apenas crea preocupación en la sociedad y, por lo tanto, tampoco al estamento político, que a fin de cuentas responde a las inquietudes sociales”. Yus recoge una clasificación sobre las diferentes actitudes de los ciudadanos frente al cambio climático, que va desde los ‘desinteresados’ hasta los ‘alarmados’ pasando por los ‘dudosos’. Y también ofrece datos sobre qué piensan los españoles acerca de este problema.
Por qué no tememos al cambio climático (parte 3). Las actitudes ante lo que es un problema de la humanidad
EN anteriores artículos hemos iniciado un hilo argumental sobre la importancia de lo que se conoce como dimensión humana de la problemática del cambio climático, es decir aquellos aspectos psicosociales y cognitivos que hay tras una evidente indolencia frente a las calamidades que se avecinan a causa del cambio climático. En realidad, la dimensión humana es el aspecto principal y singular, porque más que un problema ambiental, el actual cambio climático es un problema que ha provocado la humanidad. Recordemos, como bien resumen Huertas y Corraliza (2016), que el cambio climático es un fenómeno real, con consecuencias potenciales devastadoras. Y sobre ello existe un acuerdo científico abrumador. El World Economic Forum (WEF) lo ha identificado en 2016 como el mayor riesgo para la humanidad. Y existe un consenso científico generalizado sobre el hecho de que la dimensión actual de los problemas ligados al cambio climático no surge como consecuencia de dinámicas autónomas de la naturaleza. Por el contrario, desde los primeros informes del Panel Intergubernamental del Cambio Climático se muestra que el cambio climático es claramente antropogénico.
RECIENTEMENTE, se ha confirmado que, con un 95% de probabilidad, el ser humano es agente responsable del proceso de cambio climático que se está viviendo en la actualidad. Y en el año 2009, una revisión de la literatura científica sobre el cambio climático concluía que el 97% de los investigadores en este campo climático están de acuerdo en que es la actividad humana la causa más importante de las alteraciones climáticas. Precisamente por esta última razón, resulta falaz definir el cambio climático simplemente como un problema ambiental o como un mero indicador de la denominada cuestión ambiental. En realidad, el cambio climático de nuestra historia, que en otras eras geológicas se produjo por fenómenos naturales como las erupciones volcánicas, ahora está estrechamente relacionado con los modos de vida, la organización social y el comportamiento humano. Por eso, el cambio climático es un buen ejemplo de la máxima, defendida desde hace tiempo en el ámbito de la Psicología Ambiental, según la cual algunos problemas ambientales no tienen una solución meramente técnica, y requieren estrategias y soluciones para promover cambios en el comportamiento humano, personal y colectivo.
Las actitudes frente al cambio climático
EL problema que hemos planteado, la aparente indolencia de una parte importante de la población, incluso bien informada, sobre las causas y consecuencias del cambio climático, y de ello, la disposición o actitud a implicarse personalmente en la mitigación y adaptación de esta calamidad, ha inquietado a numerosos científicos implicados en la investigación sobre el cambio climático, de lo que queda constancia en una innumerable cantidad de estudios psicosociológicos. Uno de tantos, el acometido por la Universidad de Yale, tras una encuesta sobre miles de estadounidenses, encontró una diversidad de actitudes que fueron agrupadas en seis categorías:
1. LOS DESINTERESADOS: este grupo no sabe mucho sobre el tema ni está interesado en investigar y mucho menos se encuentra preocupado por las repercusiones que les pueda acarrear en el futuro.
2. LOS DESPRECIATIVOS: este grupo niega completamente la realidad del cambio climático y creen que existe demasiado desacuerdo en la comunidad científica como para aceptar este fenómeno. Más que confiar en los medios de comunicación para formar su opinión, ellos confían en la información que les dan familiares y amigos.
3. LOS DUDOSOS: personas en esta categoría piensan que el cambio climático es debido a cambios naturales y que no tiene nada que ver con la actividad humana. La mitad de ellos cree que es una realidad pero se declaran ignorantes al respecto y por lo tanto no están preocupados.
4. LOS CAUTELOSOS: estos creen que aunque es una realidad, no están tan seguros y fácilmente cambiarían su percepción si se les convence de lo contrario. Algunos de ellos están preocupados pero no convencidos de que el cambio climático les afectará a ellos y su familia.
5. LOS PREOCUPADOS: son personas igualmente conscientes de la realidad y del desafío que representa el cambio climático pero, a diferencia de los alarmados, ellos no siguen tan de cerca los medios de comunicación.
6. LOS ALARMADOS: aquellos que están convencidos de que el cambio climático es una realidad causada por la actividad humana y que están convencidos de la importancia de tomar medidas al respecto. Ellos confían en que los gobiernos, los organismos internacionales y la comunidad científica pueden y deben hacer algo, por lo tanto siguen muy de cerca la información que aparece sobre este asunto en los medios de comunicación.
ANALIZANDO esta clasificación, consideramos que estas tipologías corresponden con tres de carácter general que exhiben actitudes progresivamente más propensas a la responsabilización e implicación en las medidas mitigadoras y adaptadoras, desde el grupo de negacionistas (que incluye tanto a los desinteresados como a los despreciativos), personas no informadas o bien informadas estas de forma sesgada o mal comprendida, lo que les lleva a mantener actitudes simplemente porque no creen en la veracidad de este fenómeno y por tanto no perciben el riesgo. Le siguen los escépticos, que a diferencia de los anteriores, no niegan el fenómeno del CC (cambio climático), pero mantienen cierta duda sobre aspectos como su carácter antropogénico o las consecuencias para la humanidad. Finalmente está el grupo de los conscientes, personas que admiten la veracidad del fenómeno del CC, oscilando su actitud entre la preocupación y la alarma, y en este último caso podría derivar, en cierta forma, en una actitud apocalíptica. En cualquier caso, es evidente que esta escala de actitudes nos muestra una escala de percepción del riesgo y sobre el grado de consciencia, a partir de lo cual se generan la actitud o disposición a la implicación personal en los programas de mitigación y adaptación al cambio climático.
Las actitudes de los españoles frente al cambio climático
EN España, los sondeos vienen a corroborar este espectro de actitudes frente al cambio climático (CC). En efecto, el estudio de la Fundación Mapfre de 2011 nos retrata que en España hay un sector minoritario que manifiesta sentimientos de impotencia, resignación o irrelevancia ante la magnitud y complejidad de la crisis climática, al declarar que “da igual lo que hagamos los españoles” (uno de cada cuatro) o que “no deberíamos hacer nada” (1 de cada 10). Sólo aparecen dudas significativas cuando la lucha contra el CC se contrapone a otros problemas que se pueden percibir como «más importantes».
LA mayoría de la población española descarga las responsabilidades del CC en terceros, fundamentalmente sobre empresas y gobiernos, antes que en la propia ciudadanía. La mayor responsabilidad en las causas del problema se atribuye a las grandes industrias (86,3%), los gobiernos (81,9%) y la Unión Europea (73,6%). Entre 7 y 8 de cada 10 personas entrevistadas tienden a considerar que la responsabilidad en las soluciones al CC es mucha o bastante en todos los colectivos e instituciones.
PUEDE seguir leyendo el artículo completo AQUÍ.
PUEDE leer aquí anteriores artículos de Rafael Yus:
- 11/04/19 Nerja (1995-2019). De la perla del turismo malagueño a la fama de cloaca mediterránea
- 03/04/19 Por qué no tememos al cambio climático (parte 2). La información no se entiende o es mojigata
- 22/03/19 Por qué no tememos al cambio climático (parte 1). Aproximación a la dimensión psicosocial frente al riesgo
- 06/02/19 A la caza del pozo ilegal... ¿solo los que son peligrosos?
- 14/01/19 El ‘chiringuitoceno’. La era de la mercantilización de la naturaleza del litoral
- 17/12/18 Los balates: ¿un patrimonio de la humanidad en extinción?
- 25/07/18 El ostentoso encanto de la pequeña burguesía: el impacto ambiental de imitar clases sociales altas
- 22/05/18 Los incendios forestales: nefasta gestión antes y después (y III). Sobre el “después”: la saca de la madera quemada
-25/04/18 Ildefonso Falcones ante los estertores de la tauromaquia
-09/04/18 Los incendios forestales: nefasta gestión antes y después (II). Sobre el “después”: operación limpieza del monte
-04/04/18 Los valores ambientales del Arraijanal. El peligro no es tanto la Academia como la mercantilización de la playa