OPINIÓN. El buen ciudadano. Por Rafael Yus Ramos
Coordinador del Gabinete de Estudios de la Naturaleza de la Axarquía28/06/19. Opinión. El coordinador del Gabinete de Estudios de la Naturaleza de la Axarquía (GENA), Rafael Yus, reflexiona en su nueva colaboración para EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com sobre la festividad de la Noche de San Juan y las toneladas de residuos que se amontonan en las playas de la capital y de la provincia, sobre todo envases de plástico. “Es bueno que los pueblos tengan sus tradiciones, pero...
...se olvida que estamos en un medio físico, la playa, muy frágil y muy martirizado con las continuas operaciones de limpieza. A esto añadimos ahora la libertad de hacer fogatas de todo tipo y llenar la playa de cenizas. Además el Ayuntamiento correspondiente se afana por darle al festejo mayor notoriedad, como la organización de festivales de música. Esto es especialmente notorio en la playa de La Malagueta, donde año tras año se organiza un evento llamado ‘El Fiestazo’. Contaminación acústica a raudales para los afortunados ciudadanos que un día creyeron que vivir cerca de la playa era el máximo placer. Aunque no quieran tendrán que ‘disfrutar’ del ‘fiestazo’ que la concejalía de festejos organiza, recordémoslo, con los impuestos que todos pagamos”, señala Yus. Que añade que “la tendencia (considerada incuestionable) del ayuntamiento de dejar que la gente arroje basura en las playas y limitarse a limpiarla posteriormente es una mala praxis que conduce a la validación o refuerzo del mal comportamiento de los fiesteros año tras año. Es necesario un cambio de actitud que implica una presión educativa”.
Por San Juan una marranada más nos mostrarán (y los ayuntamientos la limpiarán)
TODOS los años, en el día de San Juan, nos desayunamos (aquellos que leemos el periódico durante ese primer ingreso nutritivo del día), con una portada con un título del tipo “Así amanecen las playas tras la fiesta de San Juan”. El titular encabeza una fotografía con una playa (Fig.1), siempre La Malagueta, densamente cubierta de todo tipo de residuos, principalmente envases de plástico. Siempre me ha parecido un hecho deplorable, incongruente con nuestro supuesta civilización, pero hoy he decidido extender un poco más ampliamente mi queja y, de paso, hacer alguna propuesta para afro ntar esta marranada, porque no tiene otro nombre.
ES, como decíamos, un fenómeno que ocurre todos los años, y por tanto es completamente previsible. Nadie se puede sorprender ya de que se produzcan este tipo de hechos. Se da por descontado. Es “normal”, es decir, sigue la “norma”, según la cual, por alguna suerte de transmutación, una persona, de vida normal, aparentemente civilizada, e incluso cívica, de pronto se transforma en una máquina de tragar líquidos de contenido alcohólico, grita como un berraco en celo, empieza a hacer y decir toda clase de tonterías que en circunstancias normales sentiría vergüenza, con tal de ser el centro de atención y jolgorio de sus congéneres. Y finalmente, alcanzados los límites que impone su fisiología, acaba tumbado, inconsciente, ebrio y con un rosario de botellas, bolsas, vasitos, todo de la tecnología de la era del plástico, rodeando su cuerpo. Sí es normal que algún ciudadano se comporte así pero ¿no hay nada que hacer para remediarlo? Demos un repaso a la cuestión.
¿Qué hacen los ayuntamientos?
LO que describo, que como toda generalidad tiene sus dignas excepciones, es algo que todo el mundo sabe que va a ocurrir. El primero que lo sabe es el Ayuntamiento correspondiente o su empresa pública de limpieza. ¿Qué es lo que hacen ante tan sabio conocimiento? Es evidente: laissez faire, laissez passer, le monde va de lui même, una conocida expresión francesa, pero más practicada por nuestros gobernantes (que aspiran ser revalidados por esforzarse en no cumplir este precepto liberal, haciéndose el “bueno”). La expresión francesa “dejen hacer, dejen pasar”, significa literalmente que no se intervenga ni prohíba nada que afecte al libre albedrío de la gente, aunque se comporte como energúmenos redomados, porque no hace falta dirigir el mundo, ya que “el mundo va por sí solo”, según el citado dogma liberal francés.
ESTA política explica que cada año se bata el récord de basura vertida el día de San Juan. Así, si en el año 2017 se recogieron 20.000 kilos de residuos (principalmente plásticos) en las playas de la capital malagueña, al año siguiente se recogió casi 40.000 kilogramos, prácticamente el doble del año anterior. Explica también que, como respuesta a tal barbarie, lo único que se hace es organizar, a través de la empresa municipal de limpieza, una operación intensiva de recogida de basura, para que los señores bañistas no hagan asco a estas playas al día siguiente.
LUEGO no es cierto, “el mundo no va por sí solo”, somos todos los contribuyentes los que, con cargo a los impuestos que pagamos, los que nos encargamos de limpiar lo que esa panda de niños mimados deja por el solar playero. Si no fuera así, hace tiempo que la playa estaría cerrada y la mítica Costa del Sol se habría venido abajo. Solo hay que examinar la legión de operarios y maquinaria pesada (Fig.2) para que en un tiempo récord de tres o cuatro horas las playas estén listas para otear la bandera azul. El esfuerzo ha sido tremendo, y seguramente los usuarios de las playas estarán eternamente agradecidos por tal dispendio, pero no nos engañemos, las cosas podrían ser de otra manera y emplear los impuestos para otras cosas más necesarias. El hecho de no colocar contenedores en número y capacidad suficiente (Fig.3) ya nos está indicando la indolencia del ayuntamiento respecto a la colaboración ciudadana, apostando más por la vía segura de las batidas de limpieza.
PERO el ayuntamiento no sólo se responsabiliza de la limpieza tras la velada de San Juan, sino que, muy a menudo, se involucra, generalmente desde la Concejalía de Fiestas o incluso la de Playas, o ambas a la vez, a potenciar (elevar a la máxima potencia posible) la grandiosidad de una fiesta que no pasa de ser “otra más” en la larga lista de festejos que, como mediterráneos, solemos glosar. He visto ayuntamientos con sus operarios construyendo “júas” que al parecer son muñecos rellenos de paja, que originariamente hacían referencia a la traición de Judas (popularmente “júa”), que se quema en hogueras en la madrugada del día de San Juan, a partir de las 00:00 horas. A esta tradición, que se hace en toda España, se ha extendido la versión marítima, del baño nocturno de San Juan o del “limpiado de cara” en la orilla del mar. Todos sabemos que son tradiciones y cuyo sentido pagano (cambio de solsticio) se ha ido desdibujando en la historia, y ahora lo único que las nuevas generaciones saben es que es una ocasión más para hacer una enorme “quedada” alcohólica, y para generaciones anteriores una ocasión de pasar un rato comiendo espetos y bebiendo cerveza en un ambiente relajado.
TODO esto está bien, es bueno que los pueblos tengan sus tradiciones, pero se olvida que estamos en un medio físico, la playa, muy frágil y muy martirizado con las continuas operaciones de limpieza. A esto añadimos ahora la libertad de hacer fogatas de todo tipo y llenar la playa de cenizas. Además el Ayuntamiento correspondiente se afana por darle al festejo mayor notoriedad, como la organización de festivales de música. Esto es especialmente notorio en la playa de La Malagueta, donde año tras año se organiza un evento llamado “El Fiestazo” (no es suficiente con una fiesta, tiene que ser una fiesta mayúscula), con actuaciones que contribuyen a “animar” a unos seres que, no lo necesitan, ya que vienen sobreestimulados. Contaminación acústica a raudales para los afortunados ciudadanos que un día creyeron que vivir cerca de la playa era el máximo placer. Aunque no quieran tendrán que “disfrutar” del ‘fiestazo’ que la concejalía de festejos organiza, recordémoslo, con los impuestos que todos pagamos.
¿Hay alguna alternativa a este desaguisado?
LOS ecologistas somos ciudadanos como cualquiera, pero estamos especialmente sensibilizados por las cuestiones ambientales. Y la fiesta de San Juan es un torbellino de desaguisados ambientales que se producen en un lugar extremadamente frágil, como son las playas, recibiendo en estos festejos agresiones que ya hemos comentado, como el vertido de residuos sólidos, la contaminación acústica, etc. Se olvida, como también se hace durante las labores de limpieza con maquinaria, que las playas son ecosistemas de interés ecológico, donde potencialmente se desarrollaría una fauna y flora específica de los arenales. Este tipo de festejos desmadrados, sin control ninguno, perjudica grave e irreversiblemente a estos ecosistemas.
EL impacto más notable y sorprendente, que cualquiera puede apreciar al final de la madrugada y primeras horas de la mañana, es el de los residuos sólidos. Una extensa capa de residuos cubre la playa, integrada principalmente por envases de plástico (bolsas, botellas, vasos, etc.) pero también de otra naturaleza, como colillas, envolturas de paquete de cigarrillos, latas de conserva, envases de plástico para comidas preparadas, vidrio y, más a menudo de lo que parece, otros objetos a veces peligrosos, como los móviles perdidos u olvidados, cuyos componentes electrónicos (ej. baterías) pueden ir despidiendo productos tóxicos en su descomposición, etc. El récord de 40.000 kilos recogidos en Málaga en el año 2018 ya nos indica la envergadura del problema, porque el plástico es una materia poco densa y por tanto de poco peso, por lo que para alcanzar esta cifra tienen que ser muchos, muchos residuos.
POR lo tanto, a los ecologistas, y creemos que también a buena parte de la población, les gustaría que estos festejos se organizaran de otra manera y ello implica cambios de actitudes tanto por parte de los protagonistas (muchedumbre fiestera) como por parte de las instituciones municipales que supuestamente organizan esta fiesta y son responsables de los impactos de esta actividad. Este cambio de actitud implica una presión educativa. Para comprenderlo tenemos que recordar que los mimos excesivos (que llevan a la tolerancia total de lo que el discípulo hace o deja de hacer) no son educativos. Todos sabemos lo tirano que es un niño mimado. Creemos que con eso nos ganamos su cariño y lo único que conseguimos es hacer un niño que además de tirano, no aprende cómo comportarse en una sociedad. Trasladando este símil al ámbito político y social, la tendencia (considerada incuestionable) del ayuntamiento de dejar que la gente arroje basura en las playas y limitarse a limpiarla posteriormente es una mala praxis que conduce a la validación o refuerzo del mal comportamiento de los fiesteros año tras año. Es preciso, pues, afrontar otra estrategia más efectiva que conduzca a una reducción progresiva de estos malos comportamientos de los fiesteros de San Juan.
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