OPINIÓN. El buen ciudadano. Por Rafael Yus Ramos
Coordinador del Gabinete de Estudios de la Naturaleza de la Axarquía


13/11/19. 
Opinión. El coordinador del Gabinete de Estudios de la Naturaleza de la Axarquía (GENA), Rafael Yus, reflexiona en su nueva colaboración para EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com sobre el río Chíllar y su masificación: “El río Chíllar tenía todas las papeletas para convertirse en un “parque acuático” natural, gratuito y nada peligroso. Ahí es donde reside precisamente su popularidad, cada vez...

...más ampliamente conocida tanto a nivel local, como nacional e incluso internacionalmente, y por tanto ahí es donde reside también su principal problema”.

El río Chíllar de Nerja, agujero negro para endemismos y trampa mortal para veraneantes

Los
parques naturales son espacios públicos en los que, tal como señala la legislación, se crean para proteger sus valores naturales y paisajísticos, y el disfrute de la población, entre otros usos. Esto está muy bien, siempre que esos “usos” con contravengan esos valores naturales que motivaron su protección, y precisamente por ello, los parques naturales tienen un órgano de dirección (la Junta Rectora) y una reglamentación (el Plan Rector de Uso y Gestión o PRUG). Pero, una vez más, del dicho (la teoría) al hecho (la práctica), hay un gran trecho.


Hace siete años (25 y 26/9/2012), tras comprobar personalmente los desastres que estaba produciendo la masiva afluencia de público al río Chíllar, decidimos denunciarlo públicamente en esta misma revista con un artículo titulado: “¿Parques Naturales o parques temáticos? Sobre la masificación del turismo de naturaleza”, que puede ver AQUÍ.


Obviamente, el problema no sólo no se resolvió (sería mucho pedir a un simple artículo), sino que, por la tendencia sociológica de la población, el afán de emociones fuertes y de descubrir cosas diferentes, el problema se ha ido acentuando, y seguirá esta dinámica si antes no toman conciencia los responsables de la administración de estos espacios naturales. Y aquí hablaremos de una de sus peores consecuencias: la extinción de una especie vegetal endémica. Pero antes de abordar este problema describiremos este lugar y sus valores.

El río Chíllar como parque acuático

El río Chíllar es un curso fluvial de aguas permanentes que apenas sufre disminución de caudal en verano, debido al fenómeno de la regularización kárstica, según la cual durante el verano, a pesar de que no llueve, sigue saliendo agua de sus manantiales, porque durante la época de lluvias el agua se filtró en la cuenca (las rocas son dolomías donde el agua se filtra a través de las numerosas fracturas) y va saliendo lenta pero constantemente hasta el próximo periodo de lluvias. Una cosa que llama la atención de este río es que el agua tiene un color blanquecino, como si estuviera turbia, lo cual obedece a la cantidad de carbonatos que lleva en suspensión. El río no tiene un caudal muy alto y nunca y su nivel nunca llega a las rodillas, salvo en las presas o azudes que se han hecho a lo largo del río, hecho muy agradecido por los visitantes, que no ven con ello peligro alguno y, al contrario produce una sensación refrescante en los tórridos meses de verano, e incluso usar las zonas represadas como piscinas naturales. En resumidas cuentas, el río Chíllar tenía todas las papeletas para convertirse en un “parque acuático” natural, gratuito y nada peligroso. Ahí es donde reside precisamente su popularidad, cada vez más ampliamente conocida tanto a nivel local, como nacional e incluso internacionalmente, y por tanto ahí es donde reside también su principal problema. En efecto, el río es visitado diariamente por una masa imponente de personas, durante los meses cálidos, a veces en grandes oleadas, producto de excursiones organizadas por diversas instancias, que “vuelcan” al río Chíllar medio centenar de personas de una vez. Innecesario es decir que esta masificación en un espacio tan estrecho no desalienta a la gente, puesto que es evidente que se pierde así muchas de las excepcionales sensaciones del contacto directo con la naturaleza, sino que lo soportan como lo harían en plena calle Larios de Málaga, con la única diferencia de que el suelo es más húmedo y en vez de tiendas tienen árboles y en vez de tapear en los bares tapean sentados en una piedra en la orilla. Pero allí se cruzan incluso gente que se conoce, se dan los buenos días, es un lugar de encuentro más, algo retirado de la urbe, pero reconfortante. No hay urinarios, peo no importan ahí están los arbustos de las riberas que darán la necesaria intimidad a los evacuadores. Y para remate, ahí están los cables de luz y teléfono para colgar unas zapatillas destrozadas en el trayecto para colgarlas a la vista de todos, como testimonio gráfico de su huella en el lugar. Y todo gratis, que se aprecia mucho ahora, como la morcilla de Canillas de Aceituno o las migas de Torrox.

PUEDE seguir leyendo el artículo completo AQUÍ.

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