Coordinador del Gabinete de Estudios de la Naturaleza de la Axarquía
24/05/11. Opinión. “Si en sus inicios tuvo una raíz en la gente joven, que protestaba por la mala gestión de los políticos y por la falsa democracia que se basa únicamente en el depósito cuatrienial del voto, con el castigo del injusto sistema de d’Hont, inmediatamente después se fue agregando...
OPINIÓN. El buen ciudadano. Por Rafael Yus
Ramos
Coordinador
del Gabinete de Estudios de la Naturaleza de la Axarquía
24/05/11. Opinión. “Si en sus inicios tuvo una
raíz en la gente joven, que protestaba por la mala gestión de los políticos y
por la falsa democracia que se basa únicamente en el depósito cuatrienial del
voto, con el castigo del injusto sistema de d’Hont, inmediatamente después se
fue agregando gente de todas las edades, indignados de todo tipo y condición”. El colaborador de EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com Rafael
Yus dedica este artículo al Movimiento 15-M, recordando que tanto este
colectivo como los ecologistas son, a pesar de las connotaciones negativas que
tiene este adjetivo, antisistema “porque no estamos de
acuerdo con el sistema que origina los problemas denunciados y queremos
cambiarlo por otro que los solucione”.
#spanishrevolution
versus #spanishcorruption
EL título de este artículo era el de mi particular cartulina el día en que tuve tiempo para acercarme para mostrar mi solidaridad con los ‘emplazados’ de Málaga. Cualquiera que eche un vistazo a esta sección, que titulé en su día El Buen Ciudadano, admitirá que llevo muchos años ‘indignado’ por la corrupción política. No hay que estar en paro y tener menos de 30 años para sentirse unido a esta corriente heterogénea en composición, homogénea en sentimientos, que se ha venido llamando ‘movimiento del 15-M’. Muchos españoles, yo diría que la inmensa mayoría, lleva indignada con el sistema político desde hace mucho tiempo. Por ello, no creo que escribir sobre lo que está sucediendo, justamente el día de reflexión anterior al 22-M, pueda ser interpretado como una opinión ‘desde fuera’ de lo que está ocurriendo durante estos días en las plazas de las principales ciudades españolas. Lo que sigue deben interpretarse como apuntes y reflexiones personales que deben tomarse como provisionales, porque nadie puede saber con toda certeza lo que está sucediendo. Huyo de los aspectos más notables y sobre los que se ha derramado más tinta: la poética del movimiento, esa especie de concurso de eslóganes, a cuál más ingenioso, al que han pretendido reducir muchos medios a esta movida, como si de una extensión del mayo francés se tratara. Lo que sigue intenta abordar otras cuestiones de mayor interés.
1.- Una primera cuestión que llama la atención es la forma en que se ha producido el movimiento del 15-M. Algunos comentaristas han intentado encontrar respuestas en unos ‘cabecillas’, como si la cuestión importante es quién tira la primera piedra. La cuestión no es quién es el primero sino que cada día se añaden ingentes cantidades de personas al último. Sin duda existía en España, creo que desde hace mucho tiempo, una ‘indignación latente’, canalizada de forma espontánea en pintadas, cartas al director, y discusiones de bares, o bien reprimida. Uno de los objetos recurrentes de esa indignación colectiva es lo que se ha venido en llamar, con razón, ‘clase política’, porque ciertamente es una clase, una casta, que se autoperpetúa en las instituciones sostenidas por todos los españoles. De hecho, todos conocemos, con nombres y apellidos a políticos destronados de sus cargos por las urnas y ‘reubicados’ inmediatamente por sus partidos políticos en otras instituciones (ej. Diputación Provincial, delegaciones provinciales de la Junta de Andalucía, o incluso Direcciones Generales, etc.). Es decir, lo que la democracia elimina lo restituye el partido, todo gracias a esa inexpugnable coraza de la clase política para los que son de su clase.
SI
el parasitismo de la clase política estaba ahí desde hace años ¿porqué no
protestamos antes? Es cierto que mucha gente canalizaba sus iras de diversas
maneras, nosotros los ecologistas lo venimos haciendo desde hace mucho tiempo,
pues somos ‘indignados’ permanentes contra instituciones, grupos y personas que
dilapidan los recursos y deterioran nuestra calidad ambiental. Pero somos
conscientes de que nuestras manifestaciones nunca alcanzaron el nivel de
convocatoria que ha tenido el movimiento 15-M. La explicación a la primera
pregunta posiblemente tenga que ver con una vieja idea marxiana: “Toda
revolución comienza cuando se acentúan las contradicciones”. Pienso que uno de
los desastrosos efectos de la pasada burbuja inmobiliaria fue la de diluir
estas percepciones en el caldo del consumo, en la vorágine de una aparente
sociedad próspera, donde todos tenían alguna tajada del pastel. El pinchazo de
la burbuja fue desconcertante, cierto, pero no produjo reacción, ni tan
siquiera a nivel sindical, cuyas convocatorias de huelga estuvieron
descafeinadas por la falta de participación, posiblemente porque los sindicatos
también pueden estar siendo vistos como instituciones necrosadas por la clase
política. De hecho, muchos nos preguntamos cómo era posible que después de
tantos meses de inactividad económica y creciente paro la gente no salía
espontáneamente a la calle a protestar por la situación.
¿POR qué ahora, entonces? Adelanto una mera hipótesis. Pienso que esto ha sido posible porque han confluido varias cosas en el mismo tiempo. En primer lugar, la percepción social de la crisis y la convicción de que ésta ha sido producida por la mala gestión de una clase política (tanto gobierno como oposición), lo que no deja de ser un ‘chivo expiatorio’ si contemplamos el problema de la crisis con una perspectiva más amplia (ej. el capitalismo financiero internacional). El descontento de amplias clases sociales, trabajadores en paro, trabajadores en activo pero ‘quemados’, funcionarios asqueados de sus jefes políticos, y, sobre todo, una gran masa de gente joven que ni tan siquiera han podido oler un puesto de trabajo y que para colmo se les regala una Ley Sinde que les cierra la posibilidad de adquirir artículos apreciados de ese gran supermercado ‘todogratis’ que es Internet, y con ello el desencanto de una izquierda que esta crisis ha puesto al mismo nivel que otras opciones políticas. Toda esta masa social descontenta podría ser el caldo de cultivo para las primeras iniciativas, anteriores a la movilización. La inminencia de unas elecciones, justo en el tercer año de crisis, fue un detonante para algunos precedentes de este movimiento, tales como ‘Ciudadanos en blanco’, ‘Voto en blanco’, ‘No les votes’, ‘No a los privilegios de los Políticos’, etc. El denominador común de todos ellos es el desprecio hacia la clase (o casta) política, tratando de aprovechar el sistema electoral para canalizar este sentimiento y esta protesta por el funcionamiento de los partidos políticos.
PERO estas primeras iniciativas no abandonaron nunca los canales del propio sistema. A diferencia de éstos, el movimiento ‘Democracia Real Ya’ llevó esta indignación al terreno de la juventud en las plazas de varias ciudades españolas. Inicialmente fue un movimiento joven, con sus coordenadas, inspiradas en sus formas habituales de autoconvocatoria: citas a través del móvil y redes sociales de Internet. Utilizar una plaza para manifestarse tiene varias interpretaciones: a) Las formas utilizadas recientemente por los países en la llamada ‘Primavera Árabe’: tomar una plaza y aguantar allí para manifestarse pacíficamente, una idea gandhiana que ya se había utilizado anteriormente; b) La gente joven suele quedar (‘quedada’) en plazas para sus encuentros, sea con o sin ‘botellón’. Pero esto solo explica el estilo, no la finalidad de la revuelta, puesto que si algo ha quedado perfectamente deslegitimado con los hechos es la malévola asociación de este movimiento con un ‘macrobotellón’ por parte de algunos comentaristas. Por otra parte, si en sus inicios tuvo una raíz en la gente joven, que protestaba por la mala gestión de los políticos y por la falsa democracia que se basa únicamente en el depósito cuatrienial del voto, con el castigo del injusto sistema de d’Hont, inmediatamente después se fue agregando gente de todas las edades, indignados de todo tipo y condición, incluidos los que preconizaban el voto en blanco, el voto nulo o la anulación de los privilegios de los políticos. Por este motivo ahora ya no es cosa de unas siglas, ni tan siquiera ‘Democracia Real Ya’, ahora ya es una cosa más compleja, la manifestación de la indignación popular, un movimiento heterogéneo de descontento, sano para nuestra joven democracia, el ‘Movimiento del 15-M’.
2.- Una
segunda cuestión que me planteo es si realmente estamos ante una ‘spanish
revolution’. Es pronto para juzgar lo que está pasando. Necesitamos algo más de
distancia y sobre todo, algo más que pasión, necesitamos ideas. No es que no
hayan ideas sobre el por qué se producen estas manifestaciones y hacia dónde
deberían dirigirse nuestros pasos. El problema es que son muchas ideas,
arrojadas al modo de brainstorming, algunas contradictorias entre sí, y
diferentes no sólo en una plaza sino entre las diversas plazas españolas donde
se escenifica la protesta. Necesitamos priorizarlas y ordenarlas en un cuerpo
coherente que sirva para construir un nuevo discurso y elaborar un plan de
acción, una vez superada la etapa legítima de protesta. Para ello necesitamos
organización, no sólo en la plaza, sino entre todas las plazas, lo cual no es
difícil con las actuales tecnologías. Y desde luego, necesitamos pensar en la ‘post-plaza’,
el principal reto. Porque esto no dejará de ser una manifestación más si luego
no persistimos en las demandas hasta que éstas se cumplan.
EN esta lluvia de ideas, se han propuesto numerosas medidas que afecta a la Ley Electoral. Esto es bastante sensato, porque es evidente que nuestro sistema electoral es muy mejorable. Medidas tales como la eliminación del sistema de D’Hont, han sido largamente demandadas, especialmente por los partidos minoritarios. Otras ideas, como que no haya financiación privada dentro de los partidos políticos, que no haya imputados en las listas electorales, la reforma del Senado, que las listas sean abiertas, que haya una circunscripción única y escaños proporcionales al número de votos, etc. son razonables si queremos profundizar en la democracia y que no sea, como ahora, una mera representación estereotipada y descafeinada. Se pide un giro de la democracia representativa actual a una democracia más participativa no sólo con estos cambios sino fomentando la participación política desde los barrios. Otras ideas afectan a los privilegios de la clase política: más participación en los presupuestos, una ley de responsabilidad política y reformas de las condiciones laborales y privilegios de la clase política, derogación de la Ley de Partidos, etc.
TODAS estas cosas ya eran demandadas por grupos anteriores al movimiento 15-M, pero a éstas se añade otras más sustanciales de carácter económico y social, tales como: reforma fiscal con aumento del IRPF en función de la riqueza, aumento del salario mínimo, más control de la Banca, defensa de la educación pública y laica, derecho a una vivienda digna, eliminación de la brecha salarial de género, abolición de la ley Sinde, más acceso a los medios de comunicación, educación en igualdad de género e identidad sexual, defensa de la educación política y bilingüe, recuperación de la memoria histórica, defensa de la sanidad pública, etc. No se olvida al resto del mundo, cuando se pide más inversión en la cooperación internacional, una reforma de la ley de Extranjería ("Ningún ser humano es ilegal"). Tampoco se olvidan las cuestiones ambientales: promoción de energías renovables, cierre de las centrales nucleares, defensa de la economía sostenible, etc. Lo cierto es que poco a poco, con una amplia participación, se está concretando un auténtico programa de reformas, muchas de gran alcance y radicalidad.
INNECESARIO es decir que comparto estas demandas. Son reivindicaciones que han sido una constante y muchos grupos o asociaciones ciudadanas solidarias, feministas, ecologistas, vecinales, etc. que hemos estado trabajando a lo largo de toda nuestra joven democracia. Por eso, el que ahora estas demandas aparezcan dentro de elenco de demandas del movimiento 15-M, nos reconforta y congratula, al tiempo que nos une más, si cabe, con los que inicialmente lo protagonizaron.
AHORA bien,
considero que este movimiento debe vencer una importante miopía, que le ha imposibilitado
advertir dónde está la raíz principal de la problemática que vive actualmente
nuestro país, como el resto de muchos otros países del mundo: el sistema
económico. El movimiento 15-M es hispanocéntrico, por paradójico que pueda
parecerlo en el mundo globalizado en el que vivimos. Todas estas reformas
políticas son necesarias y urgentes, pero si no cambiamos el sistema económico,
no lograremos la base imprescindible para sostener éstas y otras propuestas
políticas. Formamos parte del club de los ricos, aunque ahora los ricos nos
llamen ‘pig’ desde que pinchó la burbuja. Este club es el del capitalismo
internacional financiero, entre cuyas leyes se encuentra la sumisión de
cualquier política a las exigencias de mantenimiento del sacrosanto Mercado.
Muchas iras sobre el estado actual de nuestro país se han dirigido al gobierno
de la nación, y a su presidente, José Luis Rodríguez Zapatero. Sin embargo, la
crisis no la provocó este señor, ni el gobierno, a los que se quieren derribar,
como si fueran auténticos ‘chivos expiatorios’. Es una visión miope porque hoy
sabemos que esta crisis la provocó la especulación financiera internacional, de
la que son partícipes y víctimas las propias entidades bancarias de nuestro
país. Un país que creyó ser rico, porque aumentaba PIB anual, cuando en
realidad estaba en una burbuja inmobiliaria alimentada por el capital
financiero. Y no es malo que reconozcamos la parte alícuota de culpa que todos
los españoles tenemos en esta situación. Todos habíamos creído o queríamos
creer que aquello era válido porque nos daba prosperidad, por lo que entre
todos lo hemos sostenido y alimentado. Es una responsabilidad colectiva, pues,
reflexionar ahora sobre si queremos recorrer el mismo camino equivocado que nos
llevó a este batacazo, un camino que, además, está precarizando cada vez más
las posibilidades de supervivencia de generaciones futuras y de otros países
menos o nada desarrollados. Porque este club de ricos hace tiempo que ha
sobrepasado la capacidad de carga del planeta tanto para renovar los recursos
como para reciclar sus desechos.
Y, lo siento, porque pese a mis simpatías y solidaridad hacia el movimiento 15-M, no estoy encontrando ni planteamientos ni respuestas a esta importantísima cuestión. Aunque espero que pronto se empiece a abordar. Necesitamos cambiar el sistema económico para generar bienestar sin necesidad de crecimiento, sin necesidad de inversión de capital especulativo exterior, una economía más centrada en los recursos propios, gestionada de forma sostenible y un reparto más equitativo de las riquezas. Esto sí que sería una auténtica ‘spanish revolution’, aunque sin duda para lograrlo sería mejor hacerlo en un contexto territorial más amplio que nuestro propio país. Este movimiento, si aspira a ser una revolución, no sólo debe ser contra el sistema político, debe ser, sobre todo, contra el sistema económico.
3.- Una última reflexión tiene que ver con un adjetivo: ‘antisistema’. Por alguna razón, todos tendemos a ver en el calificativo de ‘antisistema’ algo peyorativo. Yo mismo lo pensaba hasta ahora, pues asociaba la expresión ‘grupo antisistema’ a una serie de personas que, por no estar de acuerdo con las leyes y estructuras del país, se mueven o conducen por encima de las mismas, sin escatimar en acciones destructivas e incívicas. Tal vez por ello, una chica entrevistada por una televisión en la Plaza del Sol, decía claramente “No somos antisistema”, o bien el cartel que decía: “No somos antisistema, el sistema es anti-nosotros”. Todos huimos de esta palabra porque no nos consideramos ni violentos ni incívicos. Por ello no sorprende que los participantes del movimiento del 15-M, pacíficos, cívicos y colaborativos, no se identifiquen con el término ‘antisistema’.
SIN embargo, he reflexionado sobre ello y he llegado a la conclusión de que es una incongruencia no denominar a esto ‘antisistema’. Etimológicamente, un grupo es ‘antisistema’ cuando está en contra del ‘sistema’. El movimiento 15-M está, como mínimo, en contra del ‘sistema político’ imperante, por lo que son claramente ‘antisistema’. En realidad somos antisistema todos los que cuestionamos algunas o todas las estructuras de que consta el actual sistema en el que vivimos. Los ecologistas, por ejemplo, estamos en contra del sistema económico y político que, como el que actualmente tenemos, promueve o consiente la destrucción de los valores naturales, y por ello proponemos un sistema alternativo (ej. el desarrollo sostenible, el decrecimiento, etc.).
ALGUNOS comentaristas creen que el término ‘antisistema’ suena a peyorativo porque fue un término que inventaron para denominar a todo tipo de actuaciones ciudadanas que se salieran de los cauces normales establecidos (ej. parlamentarios). Inicialmente se aplicó a grupos de ultraderecha, de ahí que ‘antisistema’ se identificara con el término ‘ultra’ y por extensión alcanzó a la ultraizquierda, representada principalmente por los abertzales vascos, incluso se llegó a incluir aquí a los seguidores de la Izquierda Unida de Julio Anguita. De este modo, este término periodístico, que acabó siendo acuñado por la policía, llegó a incluir a un heterogéneo grupo humano formado por okupas, altermundialistas, antiglobalización, independentistas, desobedientes, objetores al Proceso de Bolonia o gentes que alzan su voz y se manifiestan contra el sistema que origina los problemas. Una denominación que viene bien para descalificar, por un lado, y para justificar cargas policiales más o menos contundentes, después.
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