19/11/13. OPINIÓN. El periodista Curro Troya recordó ayer en su columna en diario Sur que los trabajadores del Puerto de Málaga cumplieron 173 días encerrados en la sede de esta institución. EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com comparte con sus lectores esta columna, cuando los trabajadores suman un día más de encierro (174) y la ‘ley del silencio’ a la que alude Troya continúa.
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La ley del silencio
SE cumplen hoy 173 días del encierro de los trabajadores del Puerto de Málaga. Son casi seis meses de olvido y abandono. Ni el PP ha jugado el rol de oposición controlando la gestión, ni el PSOE ha querido acercarse a los encerrados más allá de lo puramente formal.
ALGUNOS interlocutores enviados por un Miguel Ángel Heredia -que no tiene tiempo ya para esto ('cosas veredes, amigo mollinato')- intentaron que los trabajadores aceptaran el desvío de responsabilidades hacia Madrid para ganar tiempo. Es decir, un 'échenle la mierda a los de enfrente'. Lo de siempre. Pero los encerrados no quisieron tragar con la mentira propuesta. Los socialistas quieren jugar un papelón imposible: nadar vendiendo que están al lado de los trabajadores y al mismo tiempo guardar la ropa sucia de una gestión que lleva su marca.
EN sus últimos coletazos desde San Telmo, Pepe Griñán 'jubiló' a Enrique Linde, sustituyéndole primero por Sánchez Maldonado y después por Paulino Plata. La misión era clara: tapar un vertedero económico que ya investigaba la fiscalía. El agradecido catedrático maniobró para colocar a su mentor 'sindicalisto' (Luciano González) al frente de Malagaport. Pero descubrió que no podía, comenzó el encierro y decidió poner pies en polvorosa alegando familia y problemas de salud. Luego llegó Susana Díaz y premió su cobardía con una consejería. Así que muchos compañeros deben pensar que para estar en el Gobierno de la rampante lideresa es mejor no resolver ningún problema y actuar cual gallina. El espanto siempre cotizó bien en Andalucía.
LAS rocambolescas licitaciones, la modificación de sus condiciones sin mediar nuevos concursos, las reclamaciones de subvenciones en obras sobrevaloradas; o personajes como Rafael Bermúdez -que pasan de la entidad pública a una contrata y de allí otra vez a la administración portuaria como si nada (luego nos escandalizamos de las puertas giratorias de Madrid)-, y así hasta un largo etcétera, podrían servir de explicación para entender 'la ley del silencio' que impera sobre el Puerto. Pero aquella era una cinta de mafiosos en los muelles neoyorquinos dirigida por Elia Kazan y lo que está pasando en Málaga no es una película, sino la realidad.
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