El concejal de Urbanismo, Francisco Pomares, no ve inconveniente en la operación mientras no se construyan edificios fijos

11/12/13. Opinión. El Ayuntamiento de Málaga cedió un solar a la comunidad judía local para que levantara una sinagoga. Los problemas económicos lo han impedido hasta la fecha, por lo cual, la comunidad judía ha decidido ceder el local durante cinco años. En concreto, al bar El Pimpi, para que se extienda y gane más dinero. Ni la comunidad judía ni El Pimpi creen que estén haciendo un uso privado del terreno público, ni tampoco que tengan que pedir permiso a nadie. Tampoco el concejal de Urbanismo, Francisco Pomares, que lo ve de lo más normal.

EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com no lo ve normal, por muy habitual que sea este tipo de cambalaches en la Málaga que Francisco de la Torre desgobierna.

LA información saltó la semana pasada, y ha pasado desapercibida, seguramente por ese frenesí de acontecimientos simpar que hay a diario en la ciudad. En esquema: una organización local que había recibido del Ayuntamiento la cesión de un espacio público, lo ha cedido a su vez a una empresa privada para que lo use con fines lucrativos. O sea, que ha diferido la cesión haciendo uso de un privilegio que no le corresponde. Esto no ha supuesto un escándalo, no ha suscitado ninguna crítica en esos medios de comunicación tan defensores de lo malagueño, ni ha generado ninguna intervención del Ayuntamiento. Esto último quizás no sea del todo cierto: ha sido el propio concejal Pomares quien ha presentado este supremo acontecimiento en sociedad, con el consiguiente entusiasmo del Diario Sur: "La comunidad judía cede el espacio de su sinagoga para crear un patio andaluz", titula a cuatro columnas.

EL embrollo se remonta a diez años atrás. Había un denominado "Plan de la Judería", redactado, cómo no, por Iñaki Pérez de la Fuente, arquitecto estrella de la Málaga delatorriana (suficiente indicador de su nivel). Como es norma en Málaga, los planes oficiales se diseñan para no cumplirlos, sean buenos o malos, porque en realidad hay otro que es el que se va a llevar a cabo, y que si se hiciera público en calidad de proyecto causaría una rebelión incluso en esta ciudad de pulso social catatónico y contestatariograma plano. El resultado es que nada de lo que se ha hecho tiene que ver con lo que se dijo que se pensaba hacer. Sorpresa.

PERO hubo una conclusión. Después de tirar abajo el Mesón Juan Palomo, en calle Zegrí, junto a Alcazabilla, quedó un solar, y 450 m2 de su superficie se cedieron a la comunidad judía local, que destinaría el suelo a la construcción de una sinagoga y, según se comprometió, para ningún otro fin. Pasados tres años desde la demolición del mesón, la comunidad judía ha desistido, al menos temporalmente, de construir su templo, por una razón que se comprende: su economía no permite determinados gastos en estos tiempos de tribulación.



ES aquí donde surge la idea. La Comunidad Judía ha decidido ceder ese espacio público que la ciudad le cedió -por decisión del Ayuntamiento que preside Francisco de la Torre- gratuitamente y con el compromiso de levantar allí una sinagoga. Y su solución es pasarlo a sus vecinos de al lado, o sea, el bar bodega El Pimpi, para que instale allí un "patio andaluz" durante los próximos cinco años.


HABRÁ quien no entienda la expresión "patio andaluz". La idea no es crear allí un espacio interior para uso doméstico, reuniones familiares entre paredes encaladas y macetas de geranios. No. Aquí esa locución quiere decir: El Pimpi va a poner una nueva terraza de su bar en un suelo que la ciudad destinaba a una de sus comunidades religiosas para construir un templo. O sea, que pasamos de la orientación espiritual a la más terrenal: El Pimpi va a ampliar su negocio dentro de un acuerdo privado celebrado sobre un suelo público.

EL concejal Francisco Pomares no piensa oponerse mientras no se construyan instalaciones permanentes. Sobre esto
siempre queda la incógnita. El concejal Pomares no defiende lo público por ser patrimonio de la ciudad en su calidad de concejal. ¿A qué se debe, si es que se debe algo? Puede que, encerrado en las cuatro paredes de su cráneo, su cerebro sea incapaz de procesar la idea de que su función aquí hubiese sido denegar el permiso a la comunidad judía, recordar a los dueños de El Pimpi que solo lo son del bar de ese bonito nombre, y no del resto de la calle ni de la ciudad, y, después de asegurar a la comunidad judía que ese solar seguiría cedido para esa futura sinagoga durante un tiempo, otros cinco años, por ejemplo, y, finalmente, que en cualquier caso sería el Ayuntamiento la entidad que decidiera lo que se iba a hacer en ese tiempo de pausa.

PERO para eso hace falta, de un lado tener un cerebro adiestrado en el pensamiento en general. Del otro, conciencia de lo público. Es decir, que el concejal Pomares debería saber que ese terreno es de toda la ciudad y que no es su destino natural entregarlo a una empresa para que saque beneficio de él a costa de todos los demás. Se trata de un razonamiento sencillo. Aunque para la gente del PP también lo es: si esto existe y se puede sacar provecho económico de ello, se entrega a una empresa. Si es de un amigo, un primo, un allegado, mejor. O sea, que habrá que preguntar a Pomares si El Pimpi va a pagar impuestos por usar un solar público al que no tiene derecho con fines lucrativos.

VENDRÁN a contarnos que allí se van a hacer actividades con la Universidad de Málaga, que habrá jornadas culinarias de homenaje permanente a la herencia sefardí y que habrá lecturas de textos de Kafka, Wittgenstein y Hoffmansthal, conciertos de Arnold Schönberg y de Robert Zimmerman, proyecciones de películas de Spielberg... y no habrá un solo día en que no se venda cerveza, vino, gambas y caldillo de pintarroja.

EL tratado de no intervención que el Ayuntamiento de Francisco de la Torre mantiene con todas las empresas ha llegado a estos extremos de preocupante ridículo. Ya ni siquiera se trata, como con la recogida de basuras, que se privatice el servicio, sino la injustificable dejadez en las cuestiones de mero trámite. Según informaba el Diario Sur: "Así lo confirmaron a este periódico desde el citado establecimiento y desde la comunidad judía. Responsables de ambas partes mantendrán hoy un encuentro para terminar de perfilar los puntos del acuerdo para la cesión del espacio, que se hará por un periodo de cinco años". No hace falta ni el concejal. Se reúnen, deciden y acuerdan. Se habla del uso de un terreno público y queda para que una de las partes haga su negocio privado. Ni un papel municipal. Ellos pueden.

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