Reseña del libro de Rosa Burgos ‘Las muertes de García Caparrós’, editado por la revista EL OBSERVADOR

OPINIÓN. Tribuna Abierta
Por Ángeles García-Fresneda.  Profesora de Lengua y Literatura en Granada y escritora

07/12/17. Opinión. La profesora de Lengua y Literatura y escritora Ángeles García-Fresnada escribe una reseña del libro de Rosa Burgos, Las muertes de García Caparrós editado por EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com. Valora la importancia de los documentos publicados en la edición, el sumario judicial y la Comisión de Encuesta, y la destreza de la autora para “traducirlo” al lenguaje común. “Parece mentira...

...que de la frialdad del lenguaje técnico de los expedientes, los sumarios, las actas, los informes  y un certificado de defunción pueda el lector, de la mano de la autora -a veces también narradora e, incluso, personaje- llegar a ese final abierto en el costado de la tragedia de Manuel José García Caparrós como se llega al final de un poema épico” afirma la autora del texto.

Caso cerrado, final abierto

¿CUÁNTAS
veces puede un hombre volver su cabeza / fingiendo simplemente que no ve? es uno de los versos de Bob Dylan citados a lo largo del libro Las muertes de García Caparrós,  de Rosa Burgos, publicado recientemente por la revista El Observador, en Málaga. Cada libro debe tener su propia música y, en este ensayo, la canción tiene letra comprometida. Esto, junto a la inteligencia deductiva para cerrar el cerco en torno a unas siglas, es casi el único rasgo de subjetividad que se permite Burgos.


AFIRMA la autora que la culpa de que ella haya dedicado diez años a la investigación del homicidio de García Caparrós es del cantante norteamericano: el cuatro de diciembre de 1977 ella participó en la manifestación pro autonomía andaluza en Granada, donde estudiaba Derecho; volvió a casa por la tarde y se enteró de que el joven había sido asesinado en Málaga, en la manifestación por la misma causa; entonces se puso a escuchar el Blowin´in the wind. Quién le iba a decir a Rosa Burgos que, casi treinta años después, pasaría cada mañana frente a la puerta cerrada del archivo del Palacio Judicial de Málaga donde dormía el expediente cerrado en falso de García Caparrós. Y que redactaría una obra tan rica y tan compleja que puede ser leída como obra histórica sobre la Transición, como material didáctico para estudios jurídicos o políticos o, también, como una novela de la estirpe de Crónica de una muerte anunciada o La verdad sobre el caso Savolta. Es desde su vertiente literaria desde la que deseo añadir algún matiz a lo ya dicho estos días en la prensa.

PARECE mentira que de la frialdad del lenguaje técnico de los expedientes, los sumarios, las actas, los informes  y un certificado de defunción pueda el lector, de la mano de la autora —a veces también narradora e, incluso, personaje— llegar a ese final abierto en el costado de la tragedia de Manuel José García Caparrós como se llega al final de un poema épico. Tenía dieciocho años, era hijo predilecto de pescador y ama de casa —muertos prematuramente—, y el día de autos vestía  una camisa verde y cazadora de escay, que el padre ocultó en una bolsa detrás del frigorífico para que la madre no viera la sangre. Su antagonista es algo más que unas siglas, es un ser humano al que la autora comprende, aunque no justifique.

LA utilización de este ingente material entraña un punto de vista heterogéneo, como no podía ser de otra manera por la complejidad de la época en que ocurren los hechos (cuántos nombres, cuántos lugares olvidados aparecen). Especialmente en las actas de comparecencia de los testigos y en las entrevistas actuales es donde se expresa el perspectivismo que de los sucesos presentan las ideologías enfrentadas de cuyos acuerdos, renuncias y cambalaches saldría la Constitución del 78 y que puede llegar a ser hasta surrealista; así para el maestro de FN al que cargaron con el muerto, la izquierda ‹‹necesitaba un mártir››, por tanto ‹‹pudo ser obra incluso de la KGB›› y M. Teresa Campos su estratega. No falta, desde luego, el humor negro. Ni el rojo: ‹‹Mojar el churro, ya está el café. Viva el PCE››, rezaba una pintada en la avenida del Generalísimo. (¡Sería por churros para mojar, sería por banderas para encauzar el hambre de siglos!)

EN fin, un relato bien organizado, donde el tema se va analizando minuciosamente con gran despliegue de pruebas. Un relato que es alegoría de nuestra condición, del fin de la dictadura y el trabajoso inicio de una ruptura democrática que como afirma Rafael Escuredo en el prólogo ‹‹fue más otorgada por los poderes fácticos que conquistada››.

Y nos ofrece la ambientación y los sueños de los que teníamos más o menos la edad de García Caparrós en aquel tiempo y corríamos delante de los grises, día sí y otro también, con la alegría que el idealismo y la inconsciencia procuran. Tuvimos mejor suerte que él; hemos podido vivir nuestra vida, aunque sintamos el verso de Adam Zagajewski como propio: Mi país se liberó de un mal. Quisiera / que le siguiera aún otra liberación.

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