“Sobre Arrraijanal sopesaba un hipotético proyecto constructivo y portuario, modelo Puerto Marina de Benalmádena de los años setenta del siglo pasado, afortunadamente no programado aún en sus pasos de tramitación urbanística por lo que no se hacía irreversible su realización”
OPINIÓN. Tribuna Abierta. Por Ignacio Trillo
Ex delegado de Medio Ambiente de la Junta de Andalucía en Málaga
02/04/18. Opinión. El ex delegado de Medio Ambiente de la Junta de Andalucía y exmilitante del PSOE, Ignacio Trillo, analiza en una Tribuna Abierta para EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com los antecedentes del actual proyecto de la Academia del Málaga en Arraijanal. En esta segunda entrega se recoge toda la “espiral burbujera” anterior en la provincia que posibilitó...
...el estallido inmobiliario que desembocó en la crisis económica. “Daba igual el partido político que gobernara en los municipios, en cuanto el contagio del credo desarrollista estaba por encima de las ideologías, o instalado como pensamiento único” señala Trillo. También se explica el fallido proyecto de un modelo parecido al de Puerto Marina de Benalmádena en Arraijanal, que contó con los informes desfavorables de varias consejerías y el rechazo de diferentes organizaciones y administraciones.
La Málaga desvertebrada, otra vez con el Arraijanal (II)
NO fue fácil acercarse al filo del presente siglo y transitar sus primeros años hasta la llegada de la crisis gestionando lo público y el interés ambiental y general de un privilegiado enclave provincial como el malagueño, tan atractivo como ambicionado. Más, cuando este dilatado periodo de tiempo coincidió con la gran codicia por parte de insaciables intereses especuladores que perseguían como fin último el pelotazo a corto plazo, menospreciando los costes medioambientales y de todo tipo que se derivarían en el tiempo.
SUCEDIÓ en ese periodo la vorágine de la espiral burbujera que desencadenó el frágil boom económico, cuyo estallido inmobiliario y financiero reportó la mayor crisis sufrida en nuestro país desde el retroceso que para la riqueza nacional significó la guerra civil de 1936.
UNA década después del inicio de la última gran turbulencia, dicen que estamos saliendo de la devaluación sufrida. Y de qué forma, añadiría.
CON una sociedad en permanente crisis sistémica y cada vez más socialmente dual, donde ganan más los de siempre en tanto la mayoría de la población yace en la precariedad.
ASIMISMO, la más cualificada generación de nuestra historia, formada y costeada dentro de nuestras fronteras, ha tenido que marcharse para hacer "turismo laboral", eufemismo sobre lo que está representando una etapa más de nuestro cíclico pasado migratorio, siendo enviada gratis y recibida con los brazos bien abiertos por aquellas naciones dotadas de modelos productivos y tecnológicos de futuro del que sigue careciendo nuestra sociedad. Como la malagueña, cuyas dos demandas de empleo más requeridas están siendo: camareros y empleadas del hogar.
¿SE ha aprendido y tomado nota de lo que nos llevó ese modelo especulativo para que no se repita? Al parecer, no.
SIGAMOS recordando, a ver sí se enteran mejor a quiénes va dirigido el mensaje. Eran tiempos de voracidad infinita del suelo y demás recursos naturales limitados. Con una Marbella presidida por el populismo gilista dispuesto a multiplicar por cinco la población local en dos legislaturas municipales. Causante además de un perverso efecto imitación de insostenibilidad ambiental y económica, que aspiraba y amenazaba con extenderse a otros espacios provinciales cada vez más amplios, que iban, desde algún que otro pueblo del Guadalhorce cuyo primer edil soñaba con multiplicar por veinticinco sus habitantes en base a una especialización constructiva en residencia de la tercera edad, hasta una Axarquía en continuo desmadre de diseminados por doquier, porque tampoco podía quedarse atrás en esa veloz carrera del ladrillo y el hormigón. Tonto, el último, era la corriente.
DABA igual el partido político que gobernara en los municipios, en cuanto el contagio del credo desarrollista estaba por encima de las ideologías, o instalado como pensamiento único.
COMO joya de la corona a ocupar era la fachada litoral, recurso que por su inmenso valor debería por el contrario haber sido preservado en un entorno turístico como el malagueño. Sin embargo, situándose en las antípodas a la defensa de los propios intereses, se aspiró a convertirlo en un ininterrumpido paseo marítimo como remate a un proceso de masificación edificatoria hasta su borde, y sin tener en cuenta los lúgubres vaticinios que ya se hacían sobre los efectos que causaría el cambio climático contra las zonas costeras, como estamos experimentando hoy en día. Es más, en ese intensivo proceso constructivo sin límites espaciales, una vez colmatado hasta el límite de playa, comenzaron a tasarse otros suelos para marchar con el ladrillo hacia segunda, tercera y enésimas líneas al mar, hasta atravesar montes y otros accidentes geográficos al objeto de engullir, con cemento y asfalto, entornos naturales y nobles del interior: como Barranco Blanco en el municipio de Alhaurín el Grande, a pesar de estar declarado como lugar de interés comunitario (LIC) por la UE, o el pujolista proyecto de Los Merinos en el municipio de Ronda.
*Foto del fallido proyecto de Los Merinos en Ronda
TAL y como denuncié ante la cumbre de colegios de arquitectos celebrada en Barcelona sobre edificación y sostenibilidad, al que amablemente en el primer semestre del año 2003 fui invitado por su entonces presidente a nivel nacional, Carlos Hernández Pezzi, para hablar de la huella que en la trama urbana dejará en la ciudad de Málaga la apertura del Museo Picasso, entonces en ciernes, para caminar hacia una capital cultural, en aquel instante, en la provincia de Málaga se estaban concediendo más licencias de obras para levantar casas y bloques de pisos, que en toda Cataluña, o que en Madrid región, sin que ello respondiera a una necesidad habitacional que demandara la ciudadanía para su uso.
POR el contrario, este fenómeno disparado y disparatado tenía como fundamento la consideración de la vivienda como un activo financiero, cuya adquisición, para su tenencia o venta, generaba una rentabilidad monetaria muy superior a la que podía proporcionar el ahorro colocado en la Bolsa o en imposiciones bancarias. Concluí, preguntando a la audiencia de tan ilustre foro formada por profesionales de proyectos edificatorios: adónde nos llevaba ese modelo infernal que tampoco contemplaba en sus costes, para la máxima privatización de los beneficios de sus promotores, las necesidades colectivas de todo tipo que se requerirían posteriormente a su construcción, en cuanto a infraestructuras ambientales y de comunicación; eso sí, a socializar con presupuestos públicos para asegurar la imprescindible calidad de vida de sus nuevos habitantes.
LAS consecuencias socio-económicas y ambientales de esa funesta dinámica las sufrimos claramente en Málaga muy poco tiempo después con especial virulencia, llevando al crack a miles de empresas del sector de la construcción y de servicios, unido a la descomunal destrucción de empleo. Asimismo, nos encontramos con decenas de miles de viviendas sin terminar, ocupando suelos cuya vocación era bien distinta a la residencial.
ESTA introducción viene a colación para insistir en que cuando se olvida el pasado es que se está dispuesto a repetirlo en el inmediato futuro.
EL Arraijanal no era una cuestión ajena a este insostenible paradigma. Sopesaba sobre esos terrenos un hipotético proyecto constructivo y portuario, modelo Puerto Marina de Benalmádena de los años setenta del siglo pasado, afortunadamente no programado aún en sus pasos de tramitación urbanística por lo que no se hacía irreversible su realización.
ANTE la pretensión por su titularidad del desarrollo del mencionado proyecto, se abrió por Medio Ambiente de la Junta una fase de consultas previas dirigida a la mayoría de los actores de la sociedad malagueña.
EN su transcurso, las materias que fueron planteadas para ser evaluadas a efectos ambientales por parte de: la Universidad de Málaga, Consejería de Cultura de la Junta, Consejería de Agricultura de la Junta, Aviación Civil, Demarcación de Costas del Estado, Carreteras y de Ordenación del Territorio y Urbanismo de la Junta, Federaciones de Asociaciones de Vecinos, sindicatos, CCOO y UGT, Grupos Ecologistas y el propio Ayuntamiento de Torremolinos, que a pesar del mismo color político que mantenía con el de Málaga temía con fundamentos por la continuidad de sus playas; junto a los pronunciamientos a favor de: el Ayuntamiento de Málaga y la Confederación de empresarios; resultaron tan clarificadores, que entregado al promotor del portuario e inmobiliario proyecto, a la vista del contenido, desistió proseguir la tramitación por el convencimiento de que la ejecución de la actuación pretendida se hacía imposible. Hecho que motivó su archivo.
MÁS costó que el Ayuntamiento de Málaga desistiera de trasladarlo a la revisión del PGOU que llevaba en marcha, aunque finalmente su pulso contra la Junta lo perdió. Se salvaba El Arraijanal como pulmón litoral con vocación metropolitana para esponjar de edificaciones un valioso espacio rodeado a ambos lados de una conurbación urbana litoral continua, presidida además por la masificación y el colapso circulatorio. A cambio, el compromiso de las administraciones, central, autonómica y local, consistía en proteger con acciones ese noble espacio que por su abandono presentaba cierto deterioro en su naturalización dunar.
EN el reparto de tareas, la Junta de Andalucía tenía que regenerar el entorno y materializar un gran parque litoral. El Ministerio de Medio Ambiente, a través de la Demarcación de Costas, adquirir los suelos que estaban en manos privadas dentro de dominio público de playa. En tanto, el Ayuntamiento de Málaga con su instrumento de calificación, facilitaría permutas para asegurar el carácter público del resto del espacio. Los cambios habidos en los responsables autonómico y central, el parón inversor de las administraciones ante la irrupción de la crisis y la falta de voluntad política, han llevado al día de hoy a que bien poco se haya hecho. Esta parálisis comporta siempre el riesgo de que una vez salido de la crisis, los terrenos de El Arraijanal vuelvan a convertirse en un bocado enormemente apetecible por inversores, unido al clima de malestar de los vecinos colindantes que tienen que soportar a diario su abandono, el deterioro del espacio y la inseguridad reinante como tierra de nadie.
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