España tiene el dudoso honor, dentro de la UE, la bochornosa distinción de encabezar el ranking de abandono de animales: no solo perros y gatos, también tenemos al niño, que acompañado de sus padres, se acerca a la orilla del estanque o del río y suelta al pez o a la tortuga que compraron con tanta ilusión hace unos meses”

OPINIÓN. Tribuna abierta. Por Carmen Manzano
Presidenta de la Sociedad Protectora de Animales y Plantas de Málaga (SPAMP)


12/09/19. 
Opinión. La presidenta de la Sociedad Protectora de Animales y Plantas de Málaga, Carmen Manzano, escribe en su nueva Tribuna abierta para EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com sobre el abandono de animales y las pocas posibilidades de supervivencia en la calle o en el campo de un animal domesticado. Manzano reflexiona: “Su final es acabar atropellado o morir de...

...hambre o de enfermedad. Algunos, muy pocos, tienen la suerte de encontrar a alguna buena gente que los recoge y lleva a los ya super saturados refugios o los acepta en su casa”.

Abandonar: Dejar sola o sin atención ni cuidado a una persona, animal o cosa

En lo concerniente a la fidelidad, no hay animal más traicionero que el hombre
(Michel Montaigne)

Esa es la definición y así de fácil es; tan fácil como dejar a los animales en un contenedor, en una cuneta, a la puerta de un refugio… tengan o no tengan chip.

Porque abandonar con chip también es muy fácil, gracias a la permisiva ley actual de protección animal de Andalucía: se trata simplemente de ir a cualquier perrera y decir que renuncias al animal, firmando los papeles que sean necesarios, y a vivir, que son dos días.

A veces, en ese papel que firman, pone que si el animal no es adoptado en diez días, puede ser eutanasiado, término suave de decir que lo matan. Término que no se emplea correctamente, ya que la eutanasia, es el “acto de provocar intencionadamente la muerte a una persona que padece una enfermedad incurable para evitar que sufra“. El único que padece aquí una enfermedad incurable, que es la del egoísmo y la falta absoluta de empatía y respeto a los animales es el que abandona.

España tiene el dudoso honor, dentro de la UE, la bochornosa distinción de encabezar el ranking de abandono de animales: no solo perros y gatos, también tenemos al niño, que acompañado de sus padres, se acerca a la orilla del estanque o del río y suelta al pez o a la tortuga que compraron con tanta ilusión hace unos meses: da lo mismo que sean especies invasoras o no aptas para sobrevivir en ese medio, el caso es librase de esa mínima responsabilidad y de paso, ir creando escuela en el niño.

Y es que ya no nos conformamos con lo habitual, queremos rizar el rizo y tener un animal exótico en casa, por supuesto, no quiere decir de por vida, únicamente hasta que nos cansemos de él; así han aparecido pirañas en ríos y estanques, serpientes y hasta algún cocodrilo que otro. O sea, desequilibrar un ecosistema por un capricho; las consecuencias las pagaremos entre todos, pero eso no importa, ya nos hemos librado de la molestia.

Las cifras del abandono pueden rondar el cuarto de millón de animales, cifra escalofriante donde las haya, aunque más escalofriante aún es que la principal causa del abandono es la falta de interés en el animal. Cruda y terrible realidad.

Tan cruda y terrible como la realidad a que se enfrenta un animal abandonado en una ciudad o en el campo: un animal que ha sido domesticado y acostumbrado a vivir en una casa, no tiene posibilidades; su final es acabar atropellado o morir de hambre o de enfermedad. Algunos, muy pocos, tienen la suerte de encontrar a alguna buena gente que los recoge y lleva a los ya super saturados refugios o los acepta en su casa. El resto, mueren. Pasan por la vida sin hacer ruido, invisibles y mueren sin que se les oiga, también invisibles.

Al trauma físico y psicológico que sufre cada uno de estos animales, hay que añadir el coste económico y el grave problema que afecta y perjudica a la sociedad, obligando a que los colectivos sensibles al problema, deban dedicar su tiempo, esfuerzo y economía para paliar lo que ha generado la falta de responsabilidad de un segmento de la sociedad.

La administración, responsable de los animales abandonados, propone su solución: las perreras. Pero la sociedad avanza más deprisa en sensibilidad y empatía y cada vez acepta menos esa solución. Hace falta el verdadero interés y la auténtica implicación de las instituciones públicas que tienen competencias en este ámbito. Soluciones a corto plazo no existen, hay que trabajarlas a medio y largo plazo; llevamos muchos siglos haciendo del abandono y el maltrato algo cotidiano.

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