Relato de la presentación del libro Borges invisible. Biografía poética, de Claudia Capel. Una biografía de Jorge Luis Borges editada por El Desvelo Ediciones y presentada en el Ateneo de Málaga el jueves día 3, con la presencia de la autora y del autor de la magnífica portada envolvente del libro, el dibujante malagueño Ángel Idígoras
OPINIÓN. Tribuna Abierta. Por Miguel Ángel Moreta-Lara
Escritor y catedrático de instituto jubilado
09/10/19. Opinión. El escritor y catedrático de Lengua de instituto ya jubilado, Miguel Ángel Moreta-Lara, escribe una colaboración para EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com en la que recrea su presentación del libro Borges invisible. Biografía poética, de Claudia Capel. Una biografía de Jorge Luis Borges editada por El Desvelo Ediciones y presentada en el Ateneo de Málaga el pasado jueves 3 de octubre...
...con la presencia de la autora y del autor de la magnífica portada envolvente del libro, el dibujante malagueño Ángel Idígoras.
‘Borges el enamorado’
Claudia Capel, bonaerense por nacimiento y sevillana de adopción, es una poeta, periodista, traductora y gestora cultural que acaba de regalarnos una biografía poética de Jorge Luis Borges. Es autora de los poemarios Animalidad (ganadora del I Certamen Internacional de Poesía Juan Crisóstomo Lafinur, 2010) Diario de la tierra (2011), Corazones y maletas (2011) y Trigramas (2013). Su poesía ha sido incluida en varias antologías (2011 y 2014). Vinculada a la Fundación Internacional Jorge Luis Borges creada por María Kodama (1988), ha dirigido las revistas literarias de la Fundación Prisma y Proa (2010-2017). Autora de los talleres de poesía y creación literaria Ars Poética y de la antología Una flor todavía. Antología I (Fundación Cajasol, 2019). Coordinadora de muestras literarias con el Museo del Escritor de Madrid y la Fundación Cajasol como El universo de Julio Cortázar. Cronopios en Sevilla (2017), Los Nuestros. Un puente de palabras (2018) y El infinito Borges (2019).
En una de sus citas afirma el maestro Borges que “los críticos carecen de las herramientas para acuñar un tesoro, pero pueden indicar a los otros el sitio de un tesoro”. Este libro solo lo podía haber imaginado una mujer, una poeta, una detective de la literatura: las palabras que siguen quieren aventurar una explicación de esta premisa.
Claudia Capel persigue indicios, símbolos, ruiseñores, palabras y colores que amoneda un ciego, sueños que sueñan… Sigue un minucioso plan en esta obra para echar la red al hacedor, al huidizo poeta invisible… Es una labor (un libro) de miel y cera, de libar de todas las flores de Borges. Un libro tan puro y tan atrevido que desdeña la desmesura selvática de la bibliografía crítica borgiana (o borgesiana, como dice un escritor marroquí) y acude al jardín cerrado de la palabra lírica y obsesiva del poeta argentino.
Por todos los meandros del vivir y del escribir, de los sueños y de las conferencias, de los olvidos y de los cuentos, del silencio y de la poesía, Claudia consigue atrapar la figura del espejo de Borges, ese que confiesa que no salió nunca de la biblioteca de su padre.
Claudia Capel y Miguel Ángel Moreta-Lara, autora y presentador
Quiero aludir a una de las pesquisas más emocionantes. Se trata de la aproximación exquisita que Claudia Capel lleva a cabo en torno a las iniciales de una dedicatoria. La finura de esta indagación es pareja de las páginas dedicadas a las hermanas Lange, Norah y Haydée, cortejadas por una larga ristra de poetas embelesados (Jorge Luis Borges, Oliverio Girondo, Leopoldo Marechal…). Uno casi llega a convencerse de que la autora está fraguando otro título (invisible) para este libro: Borges enamorado.
“Una de las obras más importantes de un escritor -quizá la más importante de todas- es la imagen que deja de sí mismo a la memoria de los hombres, más allá de las páginas escritas por él”, dijo Borges profesor de literatura inglesa. Borges versus Borges, Borges escrito y oral, el mismo y el otro, como una mariposa, desenredada una y otra vez por la suave pluma de Claudia Capel.
El buceo de Claudia Capel por los mares poéticos de Borges, hasta encontrar al forjador de sí mismo como sujeto lírico, no es lo único que va a sorprender en este ensayo el lector. Hay muchos brillos, hallazgos y fogonazos -tesoros, al fin- del Borges enamorado, del lector, del hijo, del bibliotecario, del viajero…, que merecen una lectura a sorbos, demorada… Un libro muy bien editado, de escritura respetuosa y límpida, que esconde asombros fotográficos nunca vistos (por ejemplo, el Borges hombre lobo de la página 279), con una portada perfecta del gran Idígoras, una ilustración que la autora muestra orgullosa y agradecida: “es una portada envolvente… con la doble flor que simboliza la doble bifurcación… ese Borges que se bifurca…la flecha y la tortuga de sus paradojas… el tigre, el laberinto… Ángel [Idígoras] me ha hecho un gran regalo…”.
Claudia Capel y Ángel Idígoras muestran la portada del libro, realizada por el dibujante malagueño
Para terminar, voy a describir un círculo borgiano, un uróboros, una serpiente (mejor, un dragón) que se muerde la cola. Un principio y un final. Borges publica su primer poema (“Himno del mar”, en versículos, al estilo del viejo Walt Whitman) en la revista ultraísta Grecia de Sevilla en 1919. El joven escritor había acudido a Ginebra con su familia. Allí estudia el bachillerato. Si hacemos caso al repetido adagio de Max Aub (uno es de donde se hace el bachillerato), Borges no es argentino, sino suizo. La familia luego pasa a España y allí Borges conoce a quien reconocerá como su maestro: Rafael Cansinos Assens, escritor vinculado a la revista Grecia y traductor de Las mil y una noches. La cabeza del dragón es, pues, la de un joven Borges, suizo, que se inicia como poeta a través de una revista sevillana (Sevilla es el Oriente también) y se siente discípulo de un traductor de Las mil y una noches. Vayamos a la cola del dragón: cuando llega la hora de morir, Borges elige, entre todas sus ciudades, la de Ginebra, en la que confiesa sentirse “misteriosamente feliz”. Antes, había publicado un poema en el periódico Clarín titulado “¿Qué será del caminante fatigado?” (1980), donde se hace esta pregunta (una interrogación en la que el poeta se hace filólogo metido a metafísico): ¿En qué idioma habré de morir? La fascinación de Borges por las lenguas y por el Oriente le viene de la infancia. Siempre había leído Las mil y una noches en su versión inglesa (había manejado, claro, las versiones francesas, alemanas y españolas), pero ahora Borges el polígloto quiere leerla en lengua árabe, que desconoce. Encuentran, a través de un anuncio, un profesor egipcio (¿cómo no evocar el Egipto de las pirámides, de los ritos mortuorios, de la vida después de la muerte?), quien, ¿por azar?, es de Alejandría (¿cómo no rememorar su legendaria biblioteca?). Hay una superstición sobre Las mil y una noches, ese libro infinito, cuya lectura puede causar la muerte. Borges lo sabe: “La literatura es una forma de felicidad”. Borges empieza a aprender la lengua árabe. Borges sigue en la biblioteca de su padre.
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