Es imposible entender la ciencia económica sin la sociedad, ya que es su principal objeto de estudio. Y esto, aunque pueda parecer algo sencillo de aislar o controlar, lo cambia todo. Puesto que hoy en día casi todos los países capitalistas se puede decir viven en estados democráticos y libres, en este derecho se esconde un principio inviolable que destruye cualquier capacidad predictiva que la economía pueda tener como ciencia, el derecho a equivocarnos”

OPINIÓN. Tribuna Abierta. Por Luis Camas de los Ríos
Estudiante de Económicas y ADE en la UMA

19/03/20. 
Opinión. El estudiante de Económicas y ADE de la UMA, Luis Camas de los Ríos, reflexiona en esta Tribuna Abierta para EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com sobre la capacidad predictiva que la economía puede tener como ciencia. “El momento en el que el ser humano empieza a tomar riesgos, en busca de ese cisne negro con la externalidad positiva que pueda cambiarlo todo, es cuando la política...

...económica comienza a debilitarse, puesto que se ve superada por el cálculo de lo improbable”, apunta Camas.

¿Es la economía predictiva?

Desde que la economía existe como rama del conocimiento, bastantes han sido los pensadores (muchos de ellos, curiosamente, especializados en otras vertientes epistemológicas, como por ejemplo Samuelson, que era físico) que han intentado afianzar, de una forma u otra, el conocimiento económico sobre unas bases sólidas, capaces de crear un consenso lo suficientemente elevado como para poder a partir de ahí seguir creando un conocimiento objetivo alrededor de la ciencia económica. Esto nunca ha sido tarea fácil, y aunque parecía que después de la Segunda Guerra Mundial se establecería un orden fijo para la economía mundial (obedeciendo el bloque capitalista las reglas creadas por J.M. Keynes y perfeccionadas por Samuelson), hubo un factor con el que esas teorías no funcionaron, el factor humano. Este, aun siendo ignorado fervientemente por los grandes autores económicos, creando la falsa idea de agentes racionales, es un obstáculo de peso para la ciencia económica en su conjunto.


Es imposible entender la ciencia económica sin la sociedad, ya que es su principal objeto de estudio. Y esto, aunque pueda parecer algo sencillo de aislar o controlar, lo cambia todo. Puesto que hoy en día casi todos los países capitalistas se puede decir viven en estados democráticos y libres, en este derecho se esconde un principio inviolable que destruye cualquier capacidad predictiva que la economía pueda tener como ciencia, el derecho a equivocarnos. Es este derecho el que no va a permitir jamás a la ciencia económica predecir con exactitud ningún fenómeno en un plazo de tiempo que no sea inmediato, ya que se vuelve aleatoria en cierta parte, influida por factores que el ser humano es totalmente incapaz de controlar. Siempre existe cierto grado de incertidumbre y desconocimiento (lo que Taleb define como “anti biblioteca”) que no nos permite prepararnos para el futuro, y deja a la ciencia económica relegada en su papel de reactividad, sólo pudiendo actuar cuando todas las cartas están encima de la mesa, y de una forma extremadamente limitada.

El momento en el que el ser humano empieza a tomar riesgos, en busca de ese cisne negro con la externalidad positiva que pueda cambiarlo todo, es cuando la política económica comienza a debilitarse, puesto que se ve superada por el cálculo de lo improbable. Esto hace que no haya ninguna teoría económica que sea infalible, y cuando estas a lo largo del tiempo muestran sus flaquezas, demás autores que creen cubrir mejor los frentes débiles de la otra plantean su sistema y la tratan de sustituir, comenzando así un ciclo sin fin en el que el principal perjudicado es el avance de la ciencia. Debido a que nunca va a existir una teoría económica que sea capaz de dar cabida a todas las situaciones que se presenten -muchas de ellas, no las podremos ni imaginar, ya que la ciencia económica es históricamente una ciencia reactiva, que no proactiva, a causa de su carácter empírico-, nunca seremos capaces de evitar esa discrepancia entre autores, los cuales siempre creerán tener la razón sobre los demás. Es por esto que es imposible para la ciencia económica llegar a ser tan concreta y exacta como lo serían otras ciencias formales como la física (pese al notable esfuerzo de muchos autores), y quien lo intenta ignora o peor aún, decide obviar que la economía es una ciencia empírica que se basa de la inducción y la experiencia, y sobre la cual no se pueden crear leyes que expliquen su comportamiento de forma infalible, a diferencia de la física, que se puede basar de la deducción, y cuyas leyes son objetivas y estáticas (siempre que sean las acertadas, véase la teoría de la relatividad que desbancó la ley de Newton y siglos de física clásica que se daba por obvia).


Y es que los autores económicos de cualquier índole siempre tratan de explicar la realidad en base a modelos matemáticos (gracias principalmente a la Escuela Marginalista Austríaca), los cuales la simplifican enormemente. A la hora de modelizar una teoría económica, no se tienen en cuenta los factores impredecibles, lo que hace que su valor teórico a largo plazo -conforme esos errores no tomados en cuenta comienzan a acumularse- sea prácticamente nulo.

La economía es tan dinámica y cambiante que el mero hecho de intentar predecir a 10 años o 20 años vista, es sencillamente absurdo. Como dijo A. Espinosa: “Cuando crees conocer todas las respuestas, va el universo y cambia las preguntas”. Algo parecido pasa con la economía, que después de la II GM se preguntaba globalmente como estabilizar la demanda agregada, para pasar a los 70 (después de la crisis del petróleo que tambaleó gran parte de la estructura económica que existía hasta ese momento) a centrarse en cómo frenar la inflación. Es por esto por lo que la economía positiva (cómo debe ser) no tiene ningún sentido sin el ajuste inmediato de la economía normativa (como son realmente). Las economías que sigan de forma estricta las fórmulas descritas en su forma positiva estarán inevitablemente encaminadas al fracaso. Pero, ¿es tan fácil separar la economía positiva de la normativa? Se podría pensar que la economía positiva es aquella que se basa únicamente en conceptos matemáticos objetivos, y lo normativo en lo subjetivo y en la ideología, pero entonces, ¿por qué hay tantas fórmulas y métodos que se contradicen entre sí para explicar lo mismo? En parte, esto es culpa de la especialización económica, la cual solo permite a los economistas ver parte de la realidad económica, solo desde un punto de vista, lo que hace que sus modelos se centren en mejorar solo una parcela del problema, dejando el resto de las variables (normalmente igual de importantes) en el ya conocido ceteris paribus. Si vamos más allá, podemos afirmar que los autores económicos que desarrollan un modelo económico-matemático, se dejan llevar y parten de una cosmovisión concreta y personal -para Adam Smith, la mano invisible planteada por Isaac Newton (Principios Matemáticos, 1667) es una gran influencia que encajaba perfectamente con la devoción cristiana del padre de la economía-, por lo que parece inviable ser completamente objetivos a la hora de plantear una economía positiva sin hacer un juicio de valor previo, lo que hace que las barreras de lo positivo a lo normativo estén siempre difuminadas.

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