“El alcalde Pedro Aparicio acuñó un término para referirse al río que arraigó fuerte en el imaginario ciudadano, "la cicatriz de Málaga". Un diagnóstico erróneo que ha mediatizado el debate y las decisiones que se han adoptado sobre el Guadalmedina”

Hoy en día, el cauce del río en la zona norte de la ciudad ha vuelto a recuperar su antigua función de vertedero descontrolado

El río debe seguir siendo río y volver a ser un corredor paisajístico valioso para la ciudad. La recuperación del río es para muchos malagueños un paso en la dirección correcta para lograr la renaturalización de Málaga”

OPINIÓN. Tribuna Abierta. Por Antonio Somoza
Periodista


16/02/21. Opinión. ‘El río de la ciudad’. El periodista Antonio Somoza analiza en profundidad para EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com la situación degradada de los faraónicos proyectos realizados y propuestos por los políticos para el río Guadalmedina y el presentado recientemente por ecologistas: “Da la sensación de que nuestros políticos locales, lo mismo que no son capaces de imaginar para nuestra ciudad ningún...

...tipo de actuación económica que no esté enfocada al turismo, tampoco son capaces de plantearse intervenciones urbanísticas que no tengan que ver con el hormigón y con presupuestos multimillonarios (siempre ampliables en tan largo plazo de ejecución) en los que no es difícil que se despiste algún dinerillo”.

El río de la ciudad

Vine a vivir y trabajar en Málaga hace ya casi 40 años, a principios de los años 80 del siglo pasado. En mis primeros años de vida en la ciudad, una de las cosas que más llamó mi atención fue el cauce seco del río Guadalmedina (el río de la ciudad) que tenía que atravesar a diario varias veces en el desplazamiento entre mi domicilio y puesto de trabajo en el Diario Sur. La presa del Limosnero, o del Limonero como se la conoce, ya estaba construida y era raro el día que el río llevaba un hilillo de agua. El cauce se había convertido en una especie de vertedero en el que se acumulaban escombros, muebles viejos, electrodomésticos y otros utensilios domésticos entre manchas de vegetación que hacían intransitable el cauce para las personas y, lo que es peor, para el agua. Mis orígenes norteños, donde los ríos mantienen un caudal constante de agua, aunque fuera muy contaminada en aquellos momentos, alimentaban mi perplejidad. Una perplejidad que se transformó en asombro, preocupación y miedo la mañana del 14 de noviembre de 1989, cuando el río se salió de madre, arrasó el cauce e inundó todas las calles próximas.


Antes de que se produjera la riada, el alcalde de la ciudad, Pedro Aparicio, ya había acuñado un término para referirse al río que arraigó fuerte en el imaginario ciudadano, "la cicatriz de Málaga". Un diagnóstico erróneo que ha mediatizado el debate y las decisiones que se han adoptado sobre el Guadalmedina. A finales de los ochenta -en vísperas de los fastos del 92 (JJ.OO. y Expo de Sevilla), con la obra pública alimentando la caldera de la construcción como motor económico del país, con el apoyo de los fondos europeos y con escasa conciencia ecológica en la mayoría de los países desarrollados- las soluciones que se planteaban para el Guadalmedina tenían empaque faraónico. Del proyecto modelo Keops (la canalización del río hasta el arroyo Totalán con la ocupación del cauce para diversos usos), al finalmente adoptado, el más modesto modelo Micerinos; pasando por la gama intermedia de las obras faranóicas, modelo Kefren, que pregonaban y pregonan hoy en día la necesidad de embovedar el río.

La solución que se adoptó -hormigonado del fondo del cauce en su tramo final y construcción de fuentes, pérgolas y otro equipamiento- mostró pronto sus carencias. En una de las primeras aperturas de la presa para su desagüe, el agua cubrió las fuentes y el lodo las dejó inútiles. Se arreglaron y se volvieron a atorar hasta que se abandonaron. Hoy en día, el cauce del río en la zona norte de la ciudad ha vuelto a recuperar su antigua función de vertedero descontrolado y el cauce hormigonado, en los tramos próximos a la desembocadura, tiene ahora más apariencia de cicatriz que la que tenía en tiempos de Pedro Aparicio.

Simulación de como quedaría el cauce a la altura del Puente de la Palmilla

Vuelve a abrirse el debate sobre el futuro del río de la ciudad. Pero, en estos momentos, la sensibilidad de la ciudadanía está en proceso de cambio. Cada vez más personas huimos de los planteamientos faraónicos que han demostrado su inutilidad para proyectos como el del Guadalmedina y que han actuado como catalizadores de una corrupción que afecta directamente al corazón de los partidos políticos y pone en riesgo la propia democracia. Los procesos judiciales encadenados que afronta ahora mismo el PP están íntimamente relacionados con la dinámica de concesión de grandes obras públicas a determinadas empresas constructoras a cambio de ayudas millonarias a los partidos que adjudicaban las obras, el famoso 3% que aplicaba la extinta CiU en Cataluña y que, según todos los datos, también ha utilizado el PP durante décadas. Un porcentaje que no salía de las ganancias de las empresas constructoras sino del presupuesto de dinero público (ese que se genera con nuestros impuestos) que se engordaba artificialmente para que partidos políticos y empresarios de la construcción mantuvieran y ampliaran sus ingresos a costa de todos. Estas prácticas no han sido exclusivas de los dos partidos con más casos a estudio en los tribunales; son parte de un sistema viciado que propicia la generación de estas prácticas abusivas.

En la actualidad, las situaciones de emergencia generadas por el cambio climático, en general, y la expansión de la pandemia que ha encontrado un caldo de cultivo excelente en ciudades masificadas y hormigonadas en particular están abriendo las mentes de las personas en busca de soluciones alternativas. La sociedad demanda una nueva forma de relacionarse con el medio que nos rodea. En el medio urbano, cada vez somos más los que aspiramos a ciudades más humanas, menos masificadas, con más espacios verdes y menos cemento y hormigón y con más actuaciones a pequeña escala presupuestaria que los proyectos faraónicos que aportan poco a los ciudadanos, aunque mucho, demasiado a políticos y empresarios sin escrúpulos. Y, centrándonos en actuaciones como la del Guadalmedina, hace años que la renaturalización de tramos fluviales urbanos está en auge en numerosas ciudades europeas que previamente habían optado, como Málaga, por convertir sus ríos en canales sin vida.

¿Seguimos jugando a los faraones?

A pesar de este cambio en la conciencia ciudadana, los políticos que nos gobiernan parecen anclados en viejos vicios que durante décadas les han propiciado pingües beneficios a costa de nuestros impuestos. Sólo así se explica que el Ayuntamiento de Málaga haya apostado por un proyecto, modelo Kefren, por la filosofía de las actuaciones, los plazos de ejecución y el presupuesto necesario para desarrollar un proyecto como el que pretende acometer.

“El plan especial para el Guadalmedina redactado por la Gerencia de Urbanismo -según una  noticia publicada el pasado 21 de enero en un medio tan poco sospechoso de radicalidad como SUR- prevé un parque fluvial en el cauce, que podrá seguir siendo utilizado por los ciudadanos, embovedar un tramo entre los puentes de la Aurora y de Armiñán, trazar 'puentes-plaza' y pasarelas peatonales, y soterrar el tráfico en las márgenes más próximas al Centro, entre otras muchas actuaciones valoradas en total en 220 millones de euros; y para las que se ha estimado un plazo de ejecución de unos 20 años repartidos en cuatro etapas”. Resumiendo, se trata de una obra faraónica por plazo de ejecución y por coste y cuyo resultado final será la desaparición (entre embovedados y puentes plaza) del río del centro de la ciudad, un parque fluvial en la desembocadura y otras actuaciones más enfocadas al tráfico de vehículos (soterramiento de viales) que a la recuperación del río.

Recreación de la imagen del río aguas abajo del Puente de La Aurora

Da la sensación de que nuestros políticos locales, lo mismo que no son capaces de imaginar para nuestra ciudad ningún tipo de actuación económica que no esté enfocada al turismo, tampoco son capaces de plantearse intervenciones urbanísticas que no tengan que ver con el hormigón y con presupuestos multimillonarios (siempre ampliables en tan largo plazo de ejecución) en los que no es difícil que se despiste algún dinerillo. Me imagino que, con la que le está cayendo al PP por la remodelación de su sede central a cuenta, presuntamente, de ese porcentaje, en torno al 3%, de las obras públicas adjudicadas, Francisco de la Torre tendrá cuidado en evitar la tentación, so pena de ser expulsados de inmediato por la mano firme de Casado. Por simple curiosidad y sólo a título informativo, el 3% de 220 millones, son 6.600.000 euros.

Reivindicación del río de la ciudad

Afortunadamente, en estos momentos, cada vez más malagueños rechazamos el diganóstico de Pedro Aparicio sobre el Gudalmedina. El río no es una cicatriz... es un elemento de la Naturaleza que la actividad humana, la insensibilidad ambiental y la inactividad de las instituciones han hecho que haya evolucionado hacia una situación deplorable. El río debe seguir siendo río y volver a ser un corredor paisajístico valioso para la ciudad. La recuperación del río es para muchos malagueños un paso en la dirección correcta para lograr la renaturalización de la ciudad, uno de los objetivos básicos, imprescindible en estos momentos de crisis climática y sanitaria.

Infografía del paisaje fluvial que se podría contemplar desde el Puente de Tetuan

Y afortunadamente, para quienes pensamos así, hay personas de pie y técnicos suficientemente preparados, capaces de pensar con libertad, sin el lastre de décadas de actuaciones con criterios faraónicos. En España, la actuación más conocida con la aplicación de estos nuevos criterios ha sido la del río Manzanares en Madrid, ejecutada durante la alcaldía de Manuela Carmena a propuesta de Ecologistas en Acción (EA), siguiendo las directrices elaboradas por un equipo multidisciplinar encabezado por Santiago Martín Barajas, uno de los más destacados activistas de nuestro país en defensa de los ríos como espacios naturales de vida y de disfrute para los seres humanos.

La actuación en el Manzanares ha sido la que ha tenido un mayor eco mediático, pero no ha sido la única.  Además de la intervención en la capital de España, EA ha elaborado los correspondientes proyectos de renaturalización en el río Isuela a su paso por Huesca, el Castaños en Barakaldo, el Genil en Granada, el Besós en el entorno de la ciudad de Barcelona, el Vinalopó en Elche, el Zapardiel en Medina del Campo o el Piles en Gijón, que han sido propuestos a las administraciones competentes y que en unos casos se encuentran en estudio y, en otros, en distinta fase de ejecución.

Cada uno de esos proyectos ha sido coordinado por Santiago Martín Barajas y ha contado para su redacción con la colaboración de un grupo fijo de expertos de distintas áreas y un número variable de activistas locales que han aportado la información necesaria para la búsqueda de soluciones concretas a las distintas características de los cauces sobre los que se propone intervenir.

En el caso de Málaga, el plan de actuación en el Guadalmedina prevé eliminar todo el hormigón y todas las obras que se acometieron en el fondo del cauce en la época de Pedro Aparicio y erradicar toda la vegetación exótica e invasiva que se ha asentado en el cauce desde la presa del Limonero hasta la desembocadura. Una vez eliminado el hormigón y la vegetación impropia de la zona, el proyecto prevé trazar un nuevo cauce ecológico con meandros y la plantación de especies propias de las riberas mediterráneas (sauces, álamos, adelfas, higueras...) en los márgenes del cauce, al tiempo que se instalarían postes de nidificación a lo largo del discurrir del río en su tramo final. El proyecto prevé una reforestación ligera y un mantenimiento anual de la misma para evitar un crecimiento desmesurado que redujera la capacidad de desagüe en una posible avenida, al tiempo que se erradican las plantas invasivas que se pudieran reproducir. En cuanto a los nidos están pensados para la implantación de especies rapaces diurnas y nocturnas, como cernícalos y lechuzas, que se encargarían de mantener controlada la población de ratas y otros roedores.

Vista del Puente de la Misericordia tomada desde la margen izquierda del cauce

Las reservas de agua en la presa se utilizarían para asegurar un caudal ecológico variable en función de la época del año. Esa utilización permitiría que la presa cumpliera mejor sus funciones de control de riadas ya que en la actualidad, con desagües mensuales, hay momentos en el que el nivel del agua embalsada supera los límites de la prudencia (cuando realizaron el estudio, a finales de septiembre de 2020, en vísperas del comienzo de la temporada de lluvias, el embalse se encontraba a casi el 60% de su capacidad). Para épocas de extrema sequía el proyecto prevé la posibilidad de utilizar agua de las estación de depuración del Guadalhorce bombeada hasta la zona del Limonero; una actuación que requeriría de un gasto energético no muy grande porque la diferencia de cota entre la depuradora y la presa no es muy importante (45 metros de desnivel en 9 kilómetros de trazado) y su utilización sería puntual.

El proyecto ecologista plantea otras muchas consideraciones y actuaciones en plataformas próximas al cauce, en el acceso al río como la instalación de paneles informativos y en otros aspectos. En cuanto al acceso al propio río, el proyecto prevé que, al menos durante los primeros años, hasta que se asiente la vegetación y las poblaciones de rapaces, el acceso al río sea muy restringido.

Por si fueran pocos los cambios entre cubrir y esconder el río y darle presencia viva en el centro de la ciudad, no son menores la diferencia en los plazos de ejecución y el coste de las obras. La actuación que se plantea por parte de Ecologistas en Acción se podría ejecutar en meses y en tres años podría presentar un aspecto natural bastante atractivo (la actuación en el Manzanares llevó sólo 6 meses); mientras que la actuación planteada por el Ayuntamiento se calcula en un mínimo de 20 años. En cuanto al coste de ejecución, los 220 millones ampliables del Ayuntamiento se reducen a los poco más de 4,5 millones previstos en el proyecto ecologista, si incluimos los 56.000 euros anuales previstos para el mantenimiento y limpieza, habría que sumar 1,2 millones más a gastar en esos 20 años. El coste de la actuación planteada por EA oscila entre el 2 y 3 % de lo que pretende gastar el Ayuntamiento para una actuación que, aunque se plantee regenerar el Guadalmedina, lo único que persigue es hacer desaparecer el río de la ciudad.

Pero aún hay más ventajas si la ciudad apuesta por la recuperación del río vivo. El proyecto presentado por Ecologistas en Acción se atiene a las Bases de la Estrategia Nacional de Restauración de Ríos y de su desarrollo en Andalucía y podría aspirar como muchas probabilidades de éxito a lo lograr financiación comunitaria ya que se ajusta a la perfección a las líneas de actuación del Nuevo Pacto Verde Europeo. Algo que difícilmente se lograría con un proyecto como el del Ayuntamiento que insiste en la aplicación de viejas recetas (más hormigón y embovedado del cauce) ya superadas y que se apartan de las actuaciones que hoy en día se consideran prioritarias. Difícilmente se conseguirá financiación para esos 220 millones que por más que insistan que es para la restauración de un río, cuando en realidad, buena parte de ese dinero, se utilizará para ocultar el río y para construir viales subterráneos para facilitar la circulación de vehículos privados por sus márgenes. Se antoja complicado que la UE acepte “pulpo como animal de compañía” o que acepte como regeneración del río una obra que trata de eliminarlo para siempre del paisaje y hasta de nuestra memoria.

Enlace con el proyecto del Gudalmedina AQUÍ.

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