OPINION. Tribuna abierta. Por Fco. Javier Rodríguez Barranco
Coautor de ‘Viajes alternativos’
27/09/13. Opinión. Mañana sábado a las 20 horas la tetería El Harén, en el centro de Málaga, acoge la presentación del libro ‘Viajes alternativos’, poesía y prosa de las utopías personales, una obra colectiva de varios autores que ha sido editada por Airon Sesenta, la empresa de EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com. Uno de sus autores, Fco. Javier Rodríguez Barranco, realiza una reseña del libro en el que han participado también Ángel Domínguez, Carmen Enciso, Álvaro Galacho Serrano, Javier Garrido Torres, Sergio González López, Maribel Martín Lupiáñez, Eloísa Navas, Gabriel Núñez Galiano, María de la Paz Osorio Lozano, Loli Pérez, María Ramos, Prado Real y Jesús Diego Tomé Merchán. La portada de la obra ha sido ilustrada por Araceli Peña.
Viajes alternativos
¿QUÉ por qué me gusta viajar? Pues vaya pregunta: chupao ¡Ojalá todas las preguntas fueran así de fáciles! Me gusta viajar porque cuando esa maravillosa situación se produce, me sucede un poco como en los carnavales, sólo que al revés, porque en estas fechas la gente se enmascara en lo físico para desenmascararse en lo psicológico, siendo así que cuando uno está fuera, rodeado de gente extraña en un contexto que no es el nuestro habitual, es como si desapareciera súbitamente ese pesado lastre del papel que se supone que tenemos que cumplir constantemente en nuestras coordenadas de referencia. Con otras palabras, cuando estamos de viaje, nos quitamos la máscara psicológica para ser físicamente lo que de verdad nos apetece ser, sin rendir cuentas a nadie y casi que me siento tentado de afirmar que cuando nos vemos a solas con nosotros mismos en otros lugares favorecemos la presencia de ese niño que todos llevamos dentro, pero quizá sea mejor que contenga el espasmo de mis dedos sobre el teclado. Ligero, ligero, muy ligero me siento cuando viajo. Los viajes, además, permiten una perspectiva muy balsámica sobre las inquietudes de la cotidianeidad.
PERO hay más, porque excepto cuando llevamos nosotros las riendas del vehículo (conduciendo un coche, pilotando un barco, etc.), los viajes me parecen la pasividad más activa que podamos imaginar: en las butacas de los pasajeros, que es donde verdaderamente me apetece estar, los paisajes o las nubes pasan mientras estamos quietos: sentados, pero en marcha. Movilidad del motor, que subvierte el postulado aristotélico del Primer Motor Inmóvil. El mundo, y por lo tanto la vida, pasan ante nuestros ojos, mientras la butaca delantera sigue ahí, tal cual, en la misma posición relativa con respecto a nosotros cuando ocupamos el asiento, de todo punto ajena a ese inabarcable cúmulo de intuiciones que pasa por la mente y por nuestro espíritu en esos momentos: salvo el cuerpo, toda nuestra persona disfruta en un viaje. Al otro lado de nuestro medio de locomoción, otro mundo, y por lo tanto otra vida, nos espera. Cada día me gusta más el transporte colectivo.
LO bueno del caso es que ahí, en ese nuevo mundo, o en esa nueva vida, la creatividad se intensifica. Pongamos el ejemplo de la fotografía, que ya sé que se trata de algo muy obvio, pero es que algo así como el ochenta por ciento de las fotos que hago se toman cuando estoy de viaje. La vida diaria está llena de infinitas posibilidades, sobre todo para el tipo de fotografía que mejor se adapta a mis preferencias, es decir, las escenas callejeras, pero salvo circunstancias muy especiales sólo hago fotos cuando estoy fuera. Puede que no sea más que una manía personal, pero estoy contando las cosas según me suceden. Pero no sólo la fotografía, la creación literaria también se acrecienta en esas circunstancias. Es muy raro que regrese de un viaje sin algún texto nuevo en el disco duro del portátil. Aunque igual que digo una cosa, admito otra, y es que la gran perdedora de todo esto es la lectura, porque la ansiedad de conocer sitios nuevos, de ver personas diferentes es tan grande, que me cuesta muchísimo trabajo concentrarme cuando estoy fuera, porque no soy un viajero de grandes monumentos: más bien de pequeños rincones y gente, gente, gente, mucha gente diferente. Otras personas vivirán todo esto de otra manera, me refiero a lo de la no lectura en los viajes. Es lógico. Ya me gustaría que me sucediera a mí lo mismo.
CUANDO estamos fuera, al menos esto sí me ocurre, y nos cruzamos con toda naturalidad con personas completamente diferentes, sobre todo cuando se viaja a lugares lejanos, nos sentimos también como piezas naturales de esa diferencia y esta sensación suele venir acompañada de una gran serenidad interior. Es lo más parecido a esa búsqueda de la paz interior y la reconciliación universal que ahora están tan de moda dentro de todas estas corrientes de espiritualidad alternativa. Un viaje permite comprender la relatividad de nuestros postulados más arraigados y la mera intuición de la viabilidad de lo extraño puede ser una de las más beatíficas experiencias.
VIAJAR es una manera de irse. Hay un cierto componente de desaparición, de abandono, de ruptura que cada día percibo con mayor claridad, sobre todo cuando los viajes se piensan sin fecha de vuelta, o al menos sin el deseo de volver. Un viaje es el no estar, el diluirse. Un viaje es lo evanescente y lo efímero. La decisión voluntaria de ser otro en otro lugar, porque en el mismo lugar resulta mucho más difícil. Un viaje implica buscar aires menos viciados para respirar, sumergirse en las frías, aunque deliciosas, aguas de la ignorancia y el ser ignorado. Un viaje puede ser un recomenzar, o un lifting psicológico. Un viaje puede venir con el aroma de los amaneceres a las siete de la tarde o con el estigma de los tiempos perdidos. Un viaje, pues, puede ser esencia sin existencia, o al menos sin la existencia conocida.
BAJO todas esas premisas se ideó este proyecto de textos sobre viajes, en verso y en prosa, y en este caso, bajo dos posibilidades: narraciones de ficción y relatos de viajes, bien entendido que en esta opción no se trata de describir objetivamente personas, lugares o ciudades, sino que lo que se ha buscado es la impresión subjetiva que todo eso produce al autor. Relatos de impresiones, pues, más que relatos de viajes en sentido estricto. Por otro lado, se ha pretendido extender el concepto del viaje más allá de lo que la propia literalidad de la palabra indica, puesto que se han recogido viajes reales, pero también viajes imaginarios, viajes deseados, viajes soñados, viajes idealizados y, por supuesto, viajes en el sentido metafórico de la expresión. Asistiremos a viajes a nuestras antípodas, pero no se ha pretendido limitar el proyecto de este libro a grandes trayectos: un mero viaje infantil a la panadería ha sido perfectamente admisible.
¿QUÉ por qué me gusta viajar? Pero si es muy sencillo: me gusta viajar porque es uno de los mayores placeres solitarios que conozco. Yo soy yo sin mis circunstancias cuando viajo. Lonesome Traveller. Claro que sí. Grande, grande Jack Kerouac ¿Será por viajes?
HE aquí, por orden alfabético, la relación de autores que participamos en el libro: Ángel Domínguez, Carmen Enciso, Álvaro Galacho Serrano, Javier Garrido Torres, Sergio González López, Maribel Martín Lupiáñez, Eloísa Navas, Gabriel Núñez Galiano, María de la Paz Osorio Lozano, Loli Pérez, María Ramos, Prado Real, Francisco Javier Rodríguez Barranco y Jesús Diego Tomé Merchán.
LA ilustración de portada es de Araceli Peña.
Y la editorial, Airon Sesenta.