OPINIÓN. Tribuna Abierta. Por Dolores Cruz
Lectora

25/10/13. Opinión. Dolores Cruz, una lúcida lectora de EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com propone que el Cubo del Muelle Uno acoja una gigantesca felación en homenaje al pintor Pablo Ruiz Picasso, como metáfora ilusionante de esta ciudad. Precisamente hoy, que se cumplen 132 años del nacimiento del artista.

“El noble y valiente pueblo malagueño, hecho a todo, podrá pecar de otras cosas, no de pacatería pusilánime; no se la coge, como otros, con papel de fumar: ha visto tanto ya a estas alturas que no se asusta de nada. Y menos de una mamada”.

Málaga a Picasso (La douleur)

A nadie se oculta que el joven Picasso no escondía su promiscuidad y se representó a sí mismo con frecuencia en compañía de coristas y prostitutas, realizando decenas de dibujos y acuarelas explícitamente sexuales, especialmente entre 1902 y 1903, en sus primeros veinte años.

ENTRE ellas, un óleo sobre lienzo de 70.2 x 55.6 cm, conocido como “La douleur” o por el más genérico título de “scene erotique”. La pintura, de la que Picasso, al serle mostrada una fotografía de la misma, ya en la década de los 60, primero negó ser su autor, aunque acabaría por reconocerla, aunque calificándola como “una broma entre amigos”, fue comprada en Barcelona en 1912 por el marchante de Picasso Daniel-Henry Kahnweiler, en la tienda de Benet Soler, un establecimiento que Picasso frecuentaba en la época, el año 1903, lo que da pie a pensar que el cuadro pudo formar parte de una operación de trueque por ropa en dicho establecimiento.

KAHNWEILER vendió en París el cuadro en una subasta en 1923, donde lo compró para su colección de arte erótico el empresario estadounidense Thayer, de cuyas manos pasaría en 1982 al Museo Metropolitano de Arte Contemporáneo, que no lo exhibirá públicamente hasta 2010, dentro de la exposición "Picasso in the Metropolitan Museum of Art", entre la casi totalidad de las obras que del pintor posee el mueso, alrededor de unas 300.



ANTES de eso, solamente una vez había la obra abandonado las bodegas del MET con anterioridad, solicitada para formar parte de la exposición “Seduced: Art and Sex from Antiquity to Now Sex in Art” que se mostró en el Barbican Center de Londres en 2007. Cuentan los anales que los comisarios de la exposición y la dirección del Barbican tuvieron que negociar arduamente con las reticencias de los responsables del MET, cuya postura oficial es que no se trata de “a very good painting”, pero que para nada es un asunto de censura: “You can call it censorship, or you call it judgment”, argumenta el curador del museo y especialista en Picasso Gary Tinterow.

ALGUNOS críticos han señalado en tan explícita escena la poca gracia de la obra resaltado en ella una falta de intensidad erótica, sorprendente, por lo inusual en Picasso, una carencia doblemente extraña en la obra de esa época, en la que el joven pintor gozaba ya de una amplia e intensa experiencia sexual.

EL hecho indiscutible es que el propio Picasso, autorretratado en la cama, ni siquiera mira a la mujer que le está literalmente sorbiendo el sexo y cuyo rostro permanece pudorosamente oculto, sino que, levantando la cabeza apoyada en ambas manos, en una pose que curiosamente recuerda a la de las majas de Goya, podría estar mirándose a sí mismo en un espejo, en un espejo real  o el de su imaginación; todo ello con muy poca pasión y un cierto halo de pasiva desgana. La escena parece haberse puesto en pie exclusivamente para el disfrute de los espectadores, para una mirada masculina en la que se busca y a la que se ofrece complicidad, una connivencia marcada por una clara visión de la supremacía y el dominio sexual del macho, es más, es en ese exhibicionismo, más que la en la propia felación, donde el personaje ha localizado todo posible placer: en que me vean, en que me veas cómo he puesto a mis pies, es un decir, a ésta (cuya identidad quedaría reservada a la “broma entre amigos”), a una más, a todas.

LA timorata actitud de los dueños del cuadro a la hora de exhibirlo choca con la profusión de bestialismos y de violaciones que campan a sus anchas en la obra de Picasso, y todavía más considerando que la felación de “la dolores” no parece forzada y tiene el aire de haber sido de algún modo, de una manera u otra, consensuada.

Y aquí, tras esta larga disertación que sin embargo espero no hayan encontrado carente de interés, me permito hacer pública la idea que motiva la presente: el Excelentísimo Ayuntamiento lleva ya varios años tras la posibilidad de una colosal imagen de (una “estatua” siempre han dicho) de Picasso, colosal, en el puerto, que la vean los cruceristas desde lejos, “que simbolice la Málaga actual”, "algo tan de referencia como La Farola o más, cara al mar y la ciudad", lo que ha chocado, en principio con las reticencias de los herederos legales del artista. Ante esto, nuestras autoridades anunciaron que volverían intentar, “sin polémica”, conseguir el plácet y, en caso contrario, ya se recurriría a otra alternativa.



SE da el caso, señoras y señores, y no sólo porque los tiempos no estén “para hacer grandes inversiones pero sí para aprovechar las que existen”, de que el "espacio singular" del que el Ayuntamiento anda detrás ya existe, y que a la espera ha estado, se diría, de encontrar su destino. Mi opinión es que está aquí, a la mano: ¿qué mejor que la “milla de oro”? ¿Qué mejor que ese cubo del puerto para acoger esta obra de Picasso que hace torcer el gesto, arrugar la nariz, fruncir el ceño, encogerse de hombros a tanto tonto?

¿SE imaginan el cuadro, ampliado a los dieciséis metros de la altura del cubo? Alternando en las caras del paralelepípedo la imagen y un texto en consonancia con el de su vecino, el que adorna otro cubo, allí al lado, el pedestal sobre el que se eleva Cánovas del Castillo. Tres palabras nada más, sobrio, escueto: “Málaga / a / Picasso”.

EL noble y valiente pueblo malagueño, hecho a todo, podrá pecar de otras cosas, no de pacatería pusilánime; no se la coge, como otros, con papel de fumar: ha visto tanto ya a estas alturas que no se asusta de nada. Y menos de una mamada. ¡Estaría bueno!, así que propondría, aprovechando que estos días la ciudad celebra su reencuentro definitivo con Pablo Picasso, a diez años de la inauguración del Mueso que nos ha revelado quiénes somos, quiénes éramos y a qué podemos aspirar a ser; propongo, digo, salvar de las mazmorras del museo neoyorquino esta pieza por la que tan poca estima muestran sus propietarios, y convertirla en emblema de “la Málaga actual”, esa morena de larga cabellera que se inclina, aceptando agradecida, con furiosa alegría, con denuedo, aplicada, con jubilosa dedicación a la satisfacción de los designios de gloria que el destino le tenía, nos tenia, reservados.

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