OPINIÓN. Brisas del Gurugú. Por Antonio M. Escámez
Profesor y exdelegado provincial de la Consejería de Educación

17/06/14. Opinión. El exdelegado provincial de la Consejería de Educación en Málaga Antonio Escámez Pastrana colabora de nuevo en EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com y lo hace con un texto en el que explica una “problemática que no cesa”: los menores y la falta de control, responsabilidad y educación en la red. “Algo parecido a la frenética actividad nerviosa y compulsiva con la que cualquier menor se lanza a jugar con su juguete nuevo recién llegado, sin apenas saber cómo funciona, pero con el que por mera intuición comienza a interactuar y no para. Sin instrucciones ni manual de uso, desenvolviéndose de una forma tan natural como intuitiva, aunque no exenta de riesgos”.

Menores (y mayores) e Internet: la problemática que no cesa

LA irrupción en nuestras vidas de Internet y todo lo relacionado con las tecnologías de la información y la comunicación y las redes, donde nos adentramos a través de dispositivos cada vez más sofisticados, no sólo ya los ordenadores, sino también las tabletas, los teléfonos móviles o los televisores, estando al caer relojes, gafas, cascos, pulseras y quien sabe qué cosas más, da la impresión de que nos hubiera cogido, como sociedad, un tanto desprevenidos e inmaduros ante tantas y tan amplias opciones de información y comunicación nunca antes exploradas.

ALGO
parecido a la frenética actividad nerviosa y compulsiva con la que cualquier menor se lanza a jugar con su juguete nuevo recién llegado, sin apenas saber cómo funciona, pero con el que por mera intuición comienza a interactuar y no para. Sin instrucciones ni manual de uso, desenvolviéndose de una forma tan natural como intuitiva, aunque no exenta de riesgos. A veces verdaderos peligros por un mal uso, que acaban en algo más que un susto.

PUES
así nos la “jugamos” en el mundo de Internet, donde la apariencia de virtualidad creída inocua, la supuesta irrealidad no sólo de lo que se ve y sucede en las pantallas sino también de lo que se sube y se baja y el engañoso anonimato en mucho de lo que se hace, están trayendo frecuentes e inesperados quebraderos de cabeza a muchas personas (menores y también mayores) a quienes se les complica la vida con esto, Internet, que pensaban tan inofensivo y divertido.

CUALQUIER
día en cualquier medio de comunicación se informa de noticias que ilustran esta problemática que no cesa.  Algunas de ellas ciertamente curiosas y extravagantes. Otra consecuencia lógica de un uso ineducado e inadecuado del medio y sus aplicaciones.

Pero en casi todos los casos suelen repetirse algunos errores conceptuales comunes. Uno muy habitual y reiterado es el clásico: “no hagas en Internet lo que nunca harías en tu vida normal”,  que también podría traducirse como: “lo que es delito en la vida real también lo es en la vida virtual”.

VINCULADO a los axiomas anteriores existe otro demoledor: “aunque te creas anónimo e invisible en Internet, no te lleves a engaño porque tu IP te delata”.

PUES eso, amparadas en lo que piensan es un infranqueable anonimato, hay personas que insultan, mofan, agraden, acosan, calumnian, injurian, hacen apología de cosas repugnantes (terrorismo, anorexia, drogadicción,…), etc. Acciones que probablemente nunca harían a cara descubierta ni sin estar parapetados tras una pantalla, pero que pueden tener graves y serias consecuencias.

SIN ánimo de exhaustividad, que para eso ya están las hemerotecas y los motores de búsqueda de noticias, además de tratarse de una temática en continuo e imparable crecimiento,  sí parece oportuno ilustrar lo descrito con algunas pinceladas de las cosas que pasan.

SABEMOS que no es nuevo que haya gente que se dedique a lanzar barbaridades en la red escondidos tras su supuesto anonimato. Ha vuelto a suceder a colación del asesinato de la presidenta de la Diputación de León, no sólo en tono de guasa o mofa, sino también de verdadero insulto hiriente o en forma de odio retorcido. En todo caso expresiones presuntamente delictivas. Tanto como si se hubiesen vociferado a viva voz en la calle,  a través de algún micrófono o escrito en cualquier medio. Ya antes pasó con casos tan tristes como el del asesinato de Marta del Castillo en Sevilla o el de los hermanos menores Ruth y José en Córdoba. O contra víctimas del terrorismo como Pilar Manjón. Humor negro le llaman a estas atrocidades que sueltan personas descerebradas. Curiosamente siempre o casi siempre escondidas al amparo de un nick o directamente desde el más pretendido anonimato.

Pero la incitación al odio y al racismo, la xenofobia o el antisemitismo, la exaltación del terrorismo o las injurias y ofensas contra sus víctimas, los insultos, las calumnias,….son delito aquí y allí.

ESTOS delitos se castigan con penas de privación de libertad de entre 1 y 3 años, a las que habría que sumar las correspondientes sanciones económicas en forma de multas e indemnizaciones de responsabilidad civil por los perjuicios ocasionados.

EL tema es serio. La responsabilidad también. Y aunque lo más probable es que la mayoría de estos casos se estén produciendo al albur del anonimato, la IP es una pista bastante solvente para acabar identificando a la persona autora de algún presunto delito perpetrado en la red. Como las marcas de las ruedas del coche delatan al conductor culpable que se dio a la fuga tras cometer un delito de tráfico.

INTERNET es la vida misma. Hay mucho bueno. También lo malo, lo mediocre y lo insulso. No obstante también existe el derecho a la libertad de expresión y éste ha de coexistir con todos los demás derechos. Como en la cotidianeidad de la vida, donde tal coexistencia da lugar a conflictos que acaban resolviéndose. Como al fin ha de suceder en Internet.

SE trata de un frágil equilibrio en riesgo por la tentación de los poderes públicos para regular y controlar espacios de expresión y crítica ciudadana que puedan resultarles incómodos, como Twitter por ejemplo, al calor de la proliferación de conductas delictivas en los mismos.

EL marco de seguridad debe garantizarlo la Ley que persigue el delito, sin que eso suponga avasallar derechos. Y es que en ese nuestro romance creciente con la red de redes parece que se obvie que no deja de ser un mundo tan real como el que pisamos a diario. Tan contaminado como está el mundo donde respiramos ese aire en el que hasta al oxígeno le cuesta sobrevivir. Tan saturado como cualquier centro comercial en fin de semana o cualquier playa en el mes de agosto. Tan solidario también como en este mundo donde hay verdadera gente buena y altruista que se entrega buscando el bien para los demás. Y tan horrendamente cruel como en este mundo de sucesos, asesinatos, violaciones, pederastia, desigualdades, robos, violencia, engaños, muertes injustas…

NO siempre son tan graves y extremas las situaciones que se dan, muchas veces se trata de auténticas meteduras de pata por un apabullante desconocimiento del medio, porque a los axiomas antes citados habría que sumarle un par de ellos más que no me canso de repetir una y otra vez a mis alumnos de instituto. Uno es que “todo lo que subas a Internet deja automáticamente de pertenecerte y dejas de tener control absoluto sobre ello”. Suelen discutirme que ponen fotos que sólo ven sus amigos o que suben cosas a la nube de acceso restringido. Que eso es seguro. Pero frente a esa seguridad que consideran inviolable prefiero que se muestren críticos y dudosos. La mayoría de los contenidos que subimos lo hacemos en plataformas propiedad de empresas privadas (Google, Facebook, Twitter, Youtube, Instagram,…son empresas privadas con intereses lucrativos) que con su letra pequeña pueden hacer un uso de esos contenidos y de la información personal que generamos, que seguramente nunca alcancemos a imaginar. Es el coste a pagar por sus servicios, excelentes y gratuitos sí, pero no a coste cero, por lo que hay que ser consciente si se está dispuesto a pagar ese “coste”.

OTRO de los axiomas que suelo reiterar es “la tinta en Internet es indeleble”. Es decir que lo que escribas, comentes, digas, subas o hagas, es probable que ya quede ahí para siempre y pueda perseguirte como una pesada losa durante toda tu vida: ese comentario desafortunado, esa foto inapropiada, ese registro tuyo en una página de dudosa reputación en la que entraste por casualidad o curiosidad, etc, etc. A veces la losa nos la cargan otros, como esa referencia como morosos por una deuda impagada en un momento dado pero posteriormente saldada sin mayor problema, que no obstante sigue y sigue constando como tal morosidad (por cierto que al respecto están empezando a dictarse sentencias favorables a los ciudadanos perjudicados en estos casos, pero claro, como resultado de una acción judicial particular a través de una Justicia no precisamente rápida y gratuita).

Y si algo está contribuyendo a que nuestra vida se desenvuelva al minuto también en Internet, es sin duda ese teléfono móvil al que llaman smartphone. Sí ese que todo el mundo anhela tener por más grande e incómodo de llevar que sea: apenas cabe en ningún bolsillo, pero da igual. Lo importante es tener el WhatsApp, el Twitter o el Facebook (Tuenti no, la antes populosa red para adolescentes ahora está de capa caída) siempre “on”: algo vital para un público cada vez más creciente.

EN el caso de la chavalería con la que trato a diario, los móviles son auténticas extensiones de su cuerpo (y lo que es peor, de su mente) sin las cuales llegan a sentirse vacíos, como si les faltara todo, sin nada. Tanto apego al cacharro suele tener en ellos una consecuencia inmediata, la gran mayoría de las pantallas de los móviles de estos chicos y chicas que aún no llegan a los dieciocho están partidas, hechas añicos, por llevarlos siempre a cuestas, o incrustados a presión en los bolsillos de sus vaqueros o sus minishorts. Y cuando se les retira el móvil en el Instituto por un mal uso en clase donde está prohibido, se montan verdaderos dramas más propios de las tragedias griegas.

LA dependencia de los mayores para con estos dispositivos no es que sea muy distinta tampoco.

DESDE hace años estas nuevas formas de comunicación despiertan mi curiosidad y claro, también estoy en Twitter, Facebook (bueno, en realidad escribo de vez en cuando en Twitter que lo tengo redireccionado automáticamente a Facebook) y tengo Whatsapp. Me interesó conocer también la red Tuenti en su momento, sobre todo por el ser el medio donde principalmente solían moverse mis alumnos, aunque el nivel de usuarios de esta red ha ido cayendo en picado desde 2011, en paralelo por cierto al auge de usuarios de Whatsapp. Precisamente en Tuenti la Policía Nacional y Guardia Civil iniciaron una interesante labor pionera con el llamado “Plan Contigo”, dirigido a orientar a los jóvenes, resolver dudas y realizar una labor preventiva. También las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado siguen aplicando el llamado Plan Director para la Convivencia y Mejora de la Seguridad en los Centros Educativos y sus Entornos, cuyos detalles pueden conocerse AQUÍ, merecedores que fueron del Reconocimiento al Mérito Educativo en la provincia de Málaga en 2011.

CONSCIENTE de la importancia de divulgar  información sobre estos nuevos medios en la comunidad educativa y de su imparable avance entre el alumnado ante el previsible desconocimiento y manejo de las madres y padres e incluso del propio profesorado, pusimos en marcha en 2009 desde la Delegación de la Consejería de Educación en la provincia de Málaga el portal www.securytic.es en el ánimo de compilar y poner un poco de orden en todo tipo de informaciones, recursos y noticias relacionadas con el tema y de interés para la comunidad educativa, francamente abundantes pero muy dispersas entre las ofertas y competencias de instituciones y entidades.

ARRANCÓ la iniciativa con acciones formativas para el profesorado, especialmente orientadores de centros educativos, coordinadores TIC y equipos directivos, contando con la colaboración de la Fiscalía y la Policía, se desarrollaron también acciones de formación dirigidas a las familias, en ello se ha venido implicando especialmente la Federación de AMPAS malagueña, FDAPA, se hizo especial hincapié en la necesidad de la protección de datos de carácter personal en los centros educativos con la divulgación de la guía disponible AQUÍ, etc.

EN definitiva comenzamos a trabajar educativamente y para todos los sectores de la comunidad en una temática que en sí misma siempre estará inacabada por la gran velocidad de su auge, por su continua innovación, por la extensión de su influencia sobre las personas, por las enormes posibilidades de uso y aplicación que de ella se pueden derivar.

EXISTEN y se van creando múltiples e interesantes iniciativas a este respecto, que aunque numerosas y bien planteadas resultan todavía insuficientes desde el punto de vista de los resultados ante el enorme reto de la educación social en estos nuevos mundos digitales. Cabe destacar no obstante la labor que desarrollan asociaciones como www.protegeles.com, que recientemente han puesto a disposición del público la app “Protégete”, especialmente dirigida a la protección de los menores y para que estos puedan solicitar ayuda directamente a través de sus móviles. O también la veterana www.pantallasamigas.net.

PERO llegados a este punto y echando la vista atrás no sólo creo que todo cuanto se haga educativamente puede que sea insuficiente, sino que, aunque preventivamente sirva, no logre ni con mucho convertirse en el escudo protector que nos gustaría. No obstante también creo que no se debe dejar de insistir en el empeño y por tanto nunca bajar la guardia.

ASÍ en ocasiones terceras personas llegan a cometer verdaderos delitos por los que podemos vernos perjudicados, en caso de robo de contraseñas para acceso a las cuentas de correo electrónico, redes sociales, portales de contenidos como YouTube o autoría de blogs por ejemplo. Los populares “fakes”, suplantadores de personalidad de otros en las redes, fenómeno que no sólo sucede con famosos, sino que cualquier amiguete bromista o peor, pareja despechada o velado enemigo, puede incurrir en ello.

HAY veces en que los adultos comenten conscientemente auténticas imprudencias que acaban teniendo sus consecuencias, como por ejemplo las imágenes eróticas que aquella ex concejala envió a su amante y que luego corrieron como la pólvora, que por cierto de algún modo le sirvieron después para embolsarse suculentos emolumentos con actividades poco ejemplificadoras. Dentro de lo que cabe parece que no le fue mal, porque otras veces las imprudencias acaban hundiéndote la vida. Pero mire usted, son personas mayorcitas y deberían saber lo que se hacen.

CON la profusión de los smartphones llevamos, literalmente, Internet en el bolsillo y eso favorece la desmesurada dedicación de la gente a las redes sociales y la retransmisión en directo de todo tipo de vivencias con sus correspondientes testimonios gráficos. Con frecuencia las meteduras de pata son simples despistes por la cotidianidad del uso: el dedo que se desliza dándole  “me gusta” a algo que igual no nos gusta tanto, reenviar o responder a un tweet comprometido por error cuando simplemente lo estábamos visualizando, etc… La nueva usabilidad rutinaria de estos modernos móviles también está afectando a los comportamientos y fenómenos como el phubbing (término formado por las palabras inglesas phone y snubbing) –ignorar a las personas con las que estamos por estar atendiendo al móvil- están irrumpiendo con fuerza en el día a día.

PERO cuando se trata de menores, alguna responsabilidad social y educativa colectivamente tendremos.

EL sexting –difusión de imágenes o contenidos de índole sexual propios o de terceros, que pueden dar lugar al chantaje o al acoso-, el grooming –adultos que se hacen pasar por menores para llegar a abusar de niños y niñas, el ciberbullying -acoso a través de la red-, la apología de la anorexia y la bulimia, la profusión de tutoriales para hacer cosas nada edificantes, algunos videojuegos perniciosos,  las drogas, su tráfico e incluso manuales de fabricación de sustancias nocivas para la salud, la incitación al racismo, la xenofobia o la homofobia,…, son derivaciones perversas del uso de Internet y las nuevas tecnologías que están haciendo auténticos estragos entre las personas más vulnerables, sobre todo los menores afectados. Encabeza por su importancia y peligrosidad el colofón de esa lista de riesgos la repugnante pederastia y la utilización adulta de la pornografía con menores.

LA espontaneidad con la que están haciendo uso de las tecnologías e Internet sobre todo los menores, favorece la incidencia de los riesgos, siendo tal  espontaneidad no obstante algo en sí mismo bastante positivo, porque no olvidemos que estas tecnologías han llegado no sólo para quedarse sino para evolucionar con nosotros y que una gran mayoría de los niños de hoy desempeñarán profesiones que todavía no tienen ni nombre porque ni aún existen, pero que con toda seguridad van a estar relacionadas con las tecnologías e Internet o en lo que deriven en un futuro bastante inmediato.

EN relación con esta espontaneidad recuerdo con estupefacción la notoriedad que alcanzó “El Palanquilla” entre mi alumnado del instituto a raíz de un caso ciertamente deplorable que salió a la luz en la primavera de 2013: se reúnen unos menores en un parque o lugar retirado y mientras un chico y una chica del grupo practican sexo oral, otros lo graban en vídeo y el llamado “Palanquilla” le recoge el pelo a la chica mientras tanto. Se daban en este caso todos los ingredientes de lo que nunca debería suceder: difusión de sexo entre menores, divulgación de imágenes no consentidas, identificación en la red de las personas implicadas (nombres, números de móviles, centro educativo donde estudiaban), pitorreo generalizado o más bien auténtico hostigamiento hacia este “Palanquilla” que curiosamente se convirtió involuntariamente en la estrella del caso y a la par en toda una estrella mediática del momento, un auténtico rey de ese universo friki que tanto éxito tiene entre los jóvenes. A su vez mucha gente se dedicó alegremente a reenviar y descargar el vídeo en cuestión, probablemente no sabedora de que el simple reenvío de este vídeo ya es en sí una acción delictiva por difundir imágenes sexuales con menores.

BASTANTE canutas ha debido pasarlas el chaval pues no resulta difícil imaginarse el calvario al que ha debido estar sometido este chico, más si cabe tratándose de una ciudad pequeña como Cádiz el escenario de toda la historia. Más aún: una mera ojeada a lo que sobre él y el caso puede encontrase en Internet abrumaría a cualquiera.

EDUCACIÓN, prevención, corrección de malas prácticas y acciones judiciales ejemplificadotas contra las acciones ilegales y delictivas pero también simultánea  defensa de las libertades y el derecho a la libertad de expresión.  Y en el caso de menores, la total implicación de familias, profesorado, fuerzas policiales, fiscalía y poder judicial, instituciones, entidades y sociedad en general.

UN mundo el virtual, tan idéntico al real, que al fin son la misma cosa aunque haya quien aún no alcance a percibirlo.

DOS mundos en uno en el que no queda otra. Educación y educación. Y por más que sea inacabable, más educación por favor.

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- 27/02/14 Llamando a las puertas del cielo
- 05/12/13 La ciudad que enseña arte
- 28/10/13 ¡Es la educación, estúpido!
- 24/09/13 ¿Crisis…? ¿Qué crisis?