OPINIÓN. Música incidental. Por Javier Puche
Escritor y músico


10/07/17. Opinión. El escritor y músico Javier Puche dedica al silencio el siguiente artículo para EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com, en su columna dedicada a la literatura. En esta ocasión diserta sobre la no existencia del silencio, y la presencia de los sonidos y ruidos que saturan al mundo en todo momento, imposibilitando que nos enfrentemos al ‘ruido interior’. Además acompaña a este escrito con la imagen...


...de la partitura 4’33”, una desafiante obra musical de John Cage, que consiste en cuatro minutos y treinta y tres segundos de absoluto silencio.


El silencio no existe

ADMÍTELO: el silencio no existe. No en el mundo real, donde todo es ruido y furia, donde todo es Faulkner con megáfono. Fuera de nuestra mente, ese minúsculo almacén de invenciones, el silencio brilla por su ausencia. Porque la realidad es un alarido incesante y atronador, un estrépito sin fin, el imperio del tumulto, la dictadura del alboroto a cualquier hora. Mientras escribo esta columna en mitad de la noche, cuando todo debería estar más callado que un enorme cadáver o una catedral sumergida, el mundo ruge tras la ventana empleando mil voces diferentes: la de un camión intrépido, la de un perro hostil, la de una soprano lírica, la de un martillo tenaz, la de un bebé sin madre convertido en llanto, la de una cotorra enjaulada que no soporta el humillante calor de julio. Y así hasta perder por completo la razón. Tatúalo en tu memoria: el silencio no existe. Porque la realidad es un monstruo que grita todo el rato. Ojalá nuestras orejas tuvieran párpados que se cerraran herméticamente a voluntad. Ojalá nuestra cabeza estuviera protegida por una escafandra sorda e irrompible. Así podríamos enfrentarnos al verdadero problema: el ruido interior, el perpetuo runrún de nuestra mente, que no cesa de emitir maldades corrosivas sobre uno mismo y los demás. O peor aún, que no cesa de emitir ideas usadas y mediocres, recibidas de los padres, quienes a su vez las recibieron de sus padres sin someterlas a reflexión alguna, consolidando lugares comunes e inhóspitos donde nadie encaja bien. Pero bajo toda esta vorágine de pirañas psíquicas e irracionales dogmas de saldo, en lo más profundo de la conciencia individual, reina el silencio según dicen. Molaría encontrar el camino hacia esa utópica dimensión muda y dormir en ella una breve siesta mental destinada a fortalecernos parcialmente para seguir lidiando sin desfallecer contra el ruido devastador del ahora.


PUEDE ver aquí anteriores artículos de Javier Puche:
- 23/05/17 Aritmética del fraude (aforismos)
- 28/04/17 Un oficio de extraterrestres