“Más cultura, deporte, ciencia, tecnología y educación. Menos corrupción, ladrillo y servir copas. Solo desde la excelencia podremos ser ciudadanos de primera”
OPINIÓN. Bajo las alcantarillas
Por Manuel Fernández Valdivia. Empresario de San Pedro Alcántara
05/07/21. Opinión. El empresario Manuel Fernández Valdivia, en su habitual colaboración para EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com, escribe sobre el futuro de Marbella: “Es imperativo conseguir una transformación real de las infraestructuras: saneamiento integral, parques, jardines, unas playas decentes sin toallitas y restos fecales, reducción del tráfico rodado con alternativas baratas o incluso gratuitas de aparcamiento y...
...transporte público, entre otras cuestiones”.
Marbella. Adiós a la gallina de los huevos de oro
No, no es una cuestión que solo un servidor defienda. Tampoco es algo que, a la luz de los acontecimientos levantados por la crisis sanitaria que vivimos, haya saltado en estos momentos. Marbella, nos cueste más o menos aceptarlo, es una ciudad fallida por muchos motivos pero, sobre todo, porque desde hace décadas vive del recuerdo, la nostalgia y, realmente, aunque parezca contradictorio, no del turismo.
Corrupción sistémica
Toda sociedad, da igual donde nos ubiquemos, permite cierta relajación a la hora de aplicar las normas. Habitualmente por quienes ostentan el poder político y económico. ¿Quién no conoce a alguien que se ha construido una planta de más, aparca diariamente sobre línea amarilla o, como buen concejal, eligen a su hija como reina de las fiestas? Hasta ahí casi es soportable la corrupción. Sin más, permitimos que el cura no dé cuentas sobre la recaudación diaria, sabiendo que el último piso o Mercedes-Benz, se lo compró echando mano a la canastilla o donaciones de algunos incautos feligreses del Opus Dei, creyendo que así llegarían por la puerta grande al cielo de los justos.
El problema se enquista y recrudece cuando el sistema es en sí corrupto, desde el tuétano a la piel. Todos, o la gran mayoría, se benefician y a la vez padecen, el mando, que no mandato, de unos políticos a los que interesa no disponer, por ejemplo, de un Plan General de Ordenación Urbana (AQUÍ), para poder seguir negociando de tú a tú, los planes parciales o especiales que se vayan presentando. La ley permite esos trucos. Y si no, que se lo pregunten a los que han visto de cerca todos y cada uno de los convenios del gilismo y algunos de sus sucesores. Mucho más finos estos últimos, modificación puntual de elementos, llaman ahora a las recalificaciones de toda la vida. Investigado al imputado de siempre. ¡Qué importante es el lenguaje en casa del corrupto!
Quienes nos gobiernan de esta forma, saben que no pueden ser cicateros o huraños. Conocen los errores del pasado y, para que la corrupción que ejercen tenga éxito, debe ser compartida y, por tanto, aceptada por una gran mayoría. Sueltan la mano con las inspecciones, dejan que el supervisor también tenga su parte de pastel, miran hacia otro lado cuando alguien que conviene se construye la casa en terreno rústico, permiten a un grupete de amigos vivir del cuento gracias a las dádivas del ayuntamiento, dejan que aparque todos los días en zona prohibida el concejal incorruptible (pero lo apuntan), y así un largo etcétera en el que una gran mayoría se hace cómplice y, por ello, acepta las grandes corrupciones.
Y de estos polvos, los lodos que, como pocos sitios, Marbella tanto atrae, con el narcotráfico o la trata de personas. De ahí, a las vendettas o ajustes de cuentas, las balas perdidas y el pago de mordidas, el lavado de dinero negro y las operaciones policiales contra familiares de políticos.
Monocultivo
Con el transcurso de los años, grandes marcas han aprendido que la diversificación hace, por un lado, crecer a la compañía en varios mercados que fácilmente puede controlar. Quien vende bebidas refrescantes, sabe que la siguiente inversión está en los frutos secos y de forma más extendida, los snacks. Por otra parte, en época de crisis en uno de los sectores, fácilmente el otro al que se dedica podrá compensar la cuenta general de resultados.
En Marbella se ha preferido meter todos los huevos en la misma cesta: sol y playa. No disponemos de otra industria. ¿Por qué? El municipio, para mantener un nivel de empleo estable los 365 días del año, podría plantearse fabricar, por ejemplo, las servilletas de papel que consumen tantos bares, restaurantes y discotecas; o disponer de un proveedor local de placas solares, con el tan cacareado microclima del municipio; elaborar licores propios; mantener un gran número de artesanos que provean de souvenirs a los casi tres millones de turistas que recibe la ciudad (con venderles un euro a cada uno fíjense el negocio); etc., etc., etc.
Pero, como decía al principio, no solo en mi cabeza está este pensamiento. Me refiero al fin del ciclo urbanístico y económico de Marbella. Persona tan poco sospechosa de ser un peligroso rojo bolivariano, el señor Luis Cepedano, alguien que, por ejemplo, ha sido ingeniero director del Puerto José Banús, opina que el nuevo Plan General de Ordenación Urbana (PGOU) de Marbella, que se está elaborando actualmente, “debería pensar también en cambiar el modelo económico” de la ciudad porque en la actualidad “sólo hay tres sectores en los que se pueda trabajar: el inmobiliario, el de la construcción y el turístico” (AQUÍ). El modelo económico basado en el sector inmobiliario “se termina, porque no hay más suelo” además de que “va a haber muchas limitaciones en un futuro a corto plazo con los usos”. Por cierto, dice Cepedano: el Plan “debe pensar en el futuro y no puede de manera alguna estar condicionado por el pasado”, en relación a la normalización de viviendas irregulares que de forma tan exagerada defendía Ángeles Muñoz, Alcaldesa de Marbella, al redactar una norma urbanística (la de 2010), que en absoluto respetaba la legalidad y dictados judiciales. Así el Tribunal Supremo, no pudo hacer más que anular dicho PGOU.
Queda claro que el modelo de ciudad impuesto por Jesús Gil, seguido hasta hoy por el Partido Popular, está absolutamente agotado. Necesitamos un parque tecnológico en terrenos de lo que un día fue denominado “Plan Guadaiza”, realizar una apuesta importante por el residente, el que, independientemente de su nacionalidad, genera y gasta aquí su dinero los 365 días del año, y que, a cambio, está siendo maltratado como si viviera de prestado en su propia casa, dando el Ayuntamiento mayor atención a quienes, con suerte, pasan 15 días con nosotros bebiendo y comiendo en Puerto Banús, el Puerto Deportivo de Marbella, gastando su dinero en el Centro Comercial La Cañada o El Corte Inglés.
Es imperativo conseguir una transformación real de las infraestructuras: saneamiento integral, parques, jardines, unas playas decentes sin toallitas y restos fecales, reducción del tráfico rodado con alternativas baratas o incluso gratuitas de aparcamiento y transporte público, entre otras cuestiones.
Más cultura, deporte, ciencia, tecnología y educación. Menos corrupción, ladrillo y servir copas. Solo desde la excelencia podremos ser ciudadanos de primera. Para hacer lo de Magaluf o Lloret De Mar, con todos mis respetos, ya están ellos. Y conociendo, por lo menos a la segunda, hasta creo que mejor que aquí lo hacen los catalanes. No es por nada, es que allí se respetan más sus raíces e historia. Otra posible fuente de ingresos que Marbella, nos solo desprecia, sino que intenta por todos los medios destruir. Para el gobernante sin escrúpulos, no es bueno una ciudadanía con historia y raíces comunes. Lo de Fuenteovejuna, que se quede allí.
El ejemplo de hacer todo lo contrario a Marbella con éxito, lo tenemos muy cerca: Estepona y Fuengirola. La primera, en vías de conseguir borrar su pasado político cercano, luciendo como pocas poblaciones de costa. La segunda, por estructura y área, tiene imposible vivir de la construcción. Mejoraron sus infraestructuras y servicios para construir una ciudad que vive de ella misma, de sus autónomos, profesionales y empresas que venden y compran entre sí.
Así que, señoras y señores, solo nos queda una cosa que hacer: no dejar a los políticos que decidan el urbanismo del municipio. Ellos, los que por suerte o, más bien desgracia nos han tocado, siempre intentarán el camino fácil hacia el dinero… para ellos.
Puede leer aquí anteriores artículos de Manuel Fernández Valdivia