OPINIÓN. Crónicas subacuáticas desde las Lagunillas
Por Nadador Anónimo

15/09/17.
Opinión. A finales del pasado mes de julio, justo cuando cerrábamos el último número antes del verano de EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com, ocurrió un hecho singular. A media mañana, cuando salíamos a tomar un aperitivo, nos percatamos de que junto a la puerta de la redacción había una botella, de esas historiadas que venden en los bazares, perfectamente cerrada con...

...un corcho y que guarda en su interior unos papeles.

EN un primer momento no le hicimos mucho caso, pero a la vuelta del bar de la esquina una de las redactoras se agachó, retiró el tapón y, ayudándose de una pinza extrajo el mensaje que guardaba aquella extraña botella.

SI la botella era extraña, el mensaje lo era aún más, estaba firmado por un supuesto Nadador Anónimo y narraba una historia delirante que, al parecer había ocurrido semanas antes en la zona de Lagunillas. El texto iba acompañado de un par de fotos en el que se veía, al supuesto autor del escrito en una circunstancia realmente compleja.


NOS reímos un rato mientras cerrábamos el último número de EL OBSERVADOR con las ocurrencias que tenía la gente. Terminamos el trabajo y nos fuimos dejando los escritos del Nadador Anónimo y sus fotos sobre una mesa.

PASADOS unos días y, ya metidos en el mes de agosto, uno de los trabajadores se pasó por la redacción en busca de unos teléfonos que había dejado olvidados y, para su sorpresa, otra botella, con su correspondiente mensaje y sus fotos lagunilleras descansaba sobre el felpudo de la puerta, como si hubiera sido arrastrado hasta allí por una corriente invisible. En el texto, el nadador comenzaba a explicar la extraña situación que estaba atravesando el barrio que en unos meses había pasado de estar olvidado a ser un apetitoso objeto de deseo. Al final de su escrito, el nadador mostraba su preocupación por su futuro inmediato (al parecer había escuchado alguna conversación poco tranquilizadora), pero prometía volver al barrio emergiendo en algún otro arrecife en el que fuera más querido que el abandonado inmueble de Lagunillas, 28, donde quiso la casualidad que quedara varado durante la última noche de terral y luna nueva.


TRAS esta botella, cesaron los mensajes durante el resto de agosto. Indagamos en el barrio y nos enteramos que, días después de recibir la segunda botella; el dueño del inmueble había decidido limpiar la fachada y el nadador anónimo había desaparecido. Nadie nos pudo asegurar si terminó en la basura o se sumergió en el barrio antes de que le alcanzaran con la escalera que montaron sobre la fachada. No sabemos si volveremos a encontrar nuevas botellas en el felpudo tal y como prometió, pero, por si acaso nos hemos animado a publicar los dos mensajes que recibimos. En este primer número reproducimos el contenido de la primera botella y en el siguiente número irá el lote de la segunda y, a partir de ese momento, esperaremos a ver si el Nadador Anónimo pudo escabullirse y cumple su promesa de mantenernos informados sobre lo que pasa en Lagunillas, un barrio que ha pasado de olvidado a deseado, mientras sus vecinos se aprestan a su defensa con arte e imaginación, siguiendo, quizás, la estrategia del caracol. Veremos que ocurre en el barrio y en el conjunto de la ciudad.

Noches de luna nueva y terral

LAS Lagunillas siempre se han conocido por sus aguas tranquilas. Era difícil que ocurriera nada. Un antiguo sistema de pequeños humedales arcillosos y unos cuantos arroyos que alimentaban a un cauce de aguas mínimas que discurría hacia el mar más próximo al monte de Gibralfaro que a la colina de El Ejido. Durante muchos años, río y lagunas habían facilitado el hábitat adecuado para los primeros pobladores de la ciudad, pero hace muchas décadas que las lagunas se habían desecado y el arroyo había sido sepultado por el cemento y el hormigón. El agua se convirtió en una especie de invitado fantasma -presente en la memoria de muchos vecinos y en los zócalos de la mayoría de las viviendas-, pero que sólo se hacía real y tangible en los días de grandes lluvias y en algunas noches de luna nueva y terral abrasador.

EN estos últimos momentos, el agua de las Lagunillas es real... El nivel freático sube varios metros y lo inunda todo, pero somos muy pocos los que lo llegamos a ver y a disfrutar. La mayoría, asolada por vientos sevillanos y cordobeses, sigue al pie de la letra los consejos para combatir esta especie de siroco malagueño, se enclaustran en sus casas, cierra puertas y ventanas y se pierde el espectáculo de las Lagunillas en todo su esplendor.

FUE a mediados del pasado mes de junio y me imagino que por efecto del cambio climático cuando se nos presentó una noche de luna nueva y terral abrasador, totalmente inusual para la época del año y las calles del barrio, desde la plaza de la Merced hasta más arriba de Fuente Olletas y desde los Montes de Gibralfaro y el Seminario hasta El Ejido y la antigua carretera de Madrid, quedó vacía de gente, con los bares cerrados y las calles inundadas de agua con seis metros de profundidad. Aproveché la oportunidad, me calcé mi traje de baño verde, mis aletas azules y me zambullí dispuesto a combatir el calor con el arma más efectiva y menos utilizada por los vecinos del barrio en las noches de luna nueva y terral.

DESDE Mundo Nuevo, me sumergí por la zona del Teatro Romano, por los orígenes de la ciudad, para remontar Alcazabilla, buceando por el antiguo cauce del río, por calle la Victoria, para desviarme a mi izquierda hasta llegar a la antigua plaza de Lagunillas. Ascendí a la superficie para tomar aire y, de repente, advertí un brusco cambió de aire. Una brisa fresca lo inundó todo desde levante e hizo retroceder al terral más allá de la Fuente de la Reina. El nivel del agua sufrió una bajada brusca y, de repente, me vi varado en el suelo de un balcón del segundo piso del número 28 de calle Lagunillas, rodeado de un grupo de patitos amarillos de plástico flotando boca abajo y sin ninguna capacidad de reacción por mi parte.

NO podía hacer nada, salvo esperar que un nuevo terral volviera a subir el nivel freático y me volviera a poner en circulación, pero con el tiempo climatológico tan loco como está, vaya usted a saber cuando ocurre esto. Mientras tanto, sólo me queda la opción de pasar el tiempo lo mejor posible. Y la verdad es que el lugar en el que me he quedado varado es una atalaya privilegiada, en el que en los últimos años no dejan de pasar cosas.



COMO decía al principio de esta primera crónica, Lagunillas y el barrio de la Victoria en general, después de un pasado interesante -alfarero y comercial; marinero y tabernero; mitad payo y mitad gitano, burgués y trabajador- entró en una época de regresión, en la que los vecinos se fueron y las casas se cayeron, se cerraron comercios y tabernas y el barrio sufrió los problemas de la droga. Pero desde hace unos años, no muchos, el pulso del barrio volvió a latir, los vecinos se negaron a aceptar la muerte del barrio y jóvenes recién llegados se mezclaron con residentes de toda la vida, tratando de buscar un lugar donde vivir y donde crear. Y las calles volvieron a tomar vida, color, alma y esencia. Y todos pensaron que podía ser un buen lugar para vivir, a pesar de que la mayoría no conocían los milagros del agua en las noches de luna nueva y terral.

PERO junto a los vecinos, la vida en el barrio también llamó la atención de otras personas que ni viven, ni piensan vivir en sus calles; ellos son más de chalé individual en barrio de alto standing, en otros pagos de Málaga e incluso en ciudades alejadas; pero les pareció que las Lagunillas y sus habitantes podían ser un bonito parque temático del artisteo bohemio malagueño y se decidieron a explotarlo.

ALGUNOS vecinos aplaudieron la idea, por aquello de que podía suponer puestos de trabajo, pero otros no se han mostrado nada ilusionados con la perspectiva de convertirse en los monos del zoológico del “artisteo malaguita” y comenzaron a organizarse y a luchar por un barrio para vivir... Pues mirad lo que son las cosas, el balcón en el que me he quedado varado está situado en el epicentro de la contestación vecinal y de las ambiciones de los promotores inmobiliarios; a medio camino del pasado y el futuro del barrio y en una zona pantanosa entre las subidas del nivel del agua en las noches de terral y los días en los que el levante trae hasta el barrio los ecos de lo que los políticos planean para nuestras vidas en los salones de la casona del Parque.

SI les parece a ustedes, queridos lectores, y si el director de esta revista lo tiene a bien, en las próximas semanas me convertiré en su enviado especial al centro de un barrio que lucha por su identidad y su supervivencia y lo haré desde esta atalaya privilegiada que se levanta entre el fondo y el corazón de las Lagunillas.

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- 21/07/17 Un barrio llamado Lagunillas
- 21/07/17 Solidaridad vecinal. La asociación ‘Lagunillas por Venir’ organizó el pasado sábado un evento con gran éxito con el fin de recaudar fondos para ‘Fantasía en Lagunillas’, otra organización del barrio