OPINIÓN. Mascarón de proa
Por Carlos Hernández Pezzi. Arquitecto

20/10/17. Opinión. El arquitecto Carlos Hernández Pezzi retoma después de un tiempo una columna con EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com. En este primer artículo hace una visión global de la situación que vive Málaga en la actualidad. Pezzi advierte que “las dificultades de la mayoría absolutista de los 80 no son menores que las de esta Málaga desigual, seducida por sus propias minorías...

...absolutas, para sojuzgar a la mayoría social; esa que lo está pasando muy mal”.

Málaga en menos manos

VUELVO
a escribir una modesta columna en El Observador, que ya me dio acogida durante muchos años, a mis muchos folios en circunstancias bien distintas. ¿Tan distintas? Tal vez se diferencian en que ahora, paradójicamente, Málaga "cada vez está en menos manos", Recuerdo una época en la que todo era de color, pero del mismo color: Junta de Andalucía, Puerto, Ayuntamiento, Congreso, Senado y hasta Gobierno. Hoy hemos ganado en coloratura, pero seguimos con una paleta monocorde en lo que se refiere a los "intocables". Hay cosas que hoy no se dicen, porque la policromía se extiende por colores que gozan solo pequeñas minorías, pero que se agitan en común, dentro de la Ciudad de Málaga; enardecida por el éxito del clima, el turismo, los museos, los cruceros...A costa del desempleo, la pobreza, y la emigración de nuestros jóvenes. Es todo distinto, es verdad, menos el alcalde, que no lo deja, porque todo queda en sus manos: si él se va, algo se nos muere en el alma. Si se queda, mantendrá los proyectos que avalan su aliento infatigable y su portentosa capacidad de negociar mal a costa del erario público y la deuda municipal. Convenios que no prosperan ni producen prosperidad, como Braser, Gemas, Repsol, Manzana Verde, Tranvía, Río Guadalmedina, etc.


CUANDO fui concejal de mi ciudad, -a mucha honra-, cumplí la promesa de servir a Málaga desde la oposición. La diferencia con otros, es que sigo en ella, sin ser representante de nada. Como siempre; solo que ahora estoy y ando en la mismísima independencia con la que antes criticaba a Pedro Aparicio, ahora critico a Francisco de la Torre y su omnímodo poder. Eso sí, ya sin la tentación de estar adscrito a grupo político alguno. Claro que, ser de la oposición, con la ayuda y el estímulo de la sociedad civil (sindicatos, manifiestos, academias, colegios profesionales, colectivos, mayores, bomberos,...) ha sido siempre un honor: incluso un honor más arriesgado que el de fracasar intentando recomponer a la izquierda para que esta ciudad fuera más justa, solidaria y sostenible. Las dificultades de la mayoría absolutista de los 80 no son menores que las de esta Málaga desigual, seducida por sus propias minorías absolutas, para sojuzgar a la mayoría social; esa que lo está pasando muy mal. He visto irse a gente muy buena, -artistas también, pese al arte de las franquicias-, empresarios, universitarios y emprendedores. Hasta hoy, no hay forma de parar esta sangría, que lleva a uniformar el pensamiento declarando siempre el "orgullo de ser malagueños", aunque no estemos construyendo la Málaga del futuro, sino la del pasado. Pero yo no me voy. Me quedo a dar la lata, con esa gente que siempre la ha dado, por la Aduana, el Muelle 1, el Guadalmedina, Gibralfaro, los barrios, el agua, la limpieza, el comercio tradicional, la vivienda accesible y el decoro del negocio turístico, al que se está dejando en camiseta, -...o en cueros-, para beneficio de unos pocos operadores externos.

LA tentación fácil sería decir, "decíamos ayer", cuando no podemos decir casi nada que sea audible hoy, con esta falta de apoyos mediáticos y políticos. Tampoco es seguro que se difunda lo que diremos mañana en las redes, pese a que renaceremos pronto, de tan fragmentados como estamos. El ruido tapa las voces críticas, las desvirtúa, las manipula. Eso sucede porque nuestros representantes conservadores (del gobierno de las tres patas, izquierda-centro-derecha) se han pasado a la pequeña "mayoría silenciosa" que negocia en los despachos y luego vocea lo que los tratantes vendieron, como si no hubiera otra opción. El flautista de Hamelín va seguido por "pregoneros", "agradaores", "correveidiles" y "gaiteiros" que aplauden a su alcalde con manoseada energía. Pero nadie equilibra  mercado y democracia local, todos están por el "business", del manido modelo de "éxito" de Málaga.

SE agradece volver a escribir aquí, esperando servir de mascarón de proa de una nave que no sigue la ruta del "holandés errante", despertando del letargo algunas voces y amplificando otras. Un empeño al que merece la pena sumarse. Muchos ya criticamos el "manierismo" del alcalde también desde otros foros y plataformas, en un momento de crisis nacional sin precedentes, eso sí; aunque con Málaga cada vez en menos manos de las que exigimos los malagueños y de las que queremos para nuestros hijos.

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